DANZA › SE PRESENTA EN BUENOS AIRES EL GRUPO DE ORIGEN FRANCéS 3E ETAGE
Once bailarines del Ballet de la Opéra Nationale de Paris protagonizan Nouvelles Virtuosités, un espectáculo nada ortodoxo.
› Por Carolina Prieto
Llegan a Buenos Aires con críticas elogiosas en diarios franceses y estadounidenses. El cóctel del grupo de origen francés 3e Etage (3er. Piso), formado por once bailarines del Ballet de la Opera Nacional de París, una de las compañías de danza más célebres del mundo, suena explosivo: una combinación nada ortodoxa de ballet, danza contemporánea y humor que coquetea con el teatro y el cine; una mezcla de clasicismo y desparpajo que encandiló a periodistas especializados y público. Rigor, academicismo, velocidad, pero también picardía, ternura y sutileza. Así lo define el bailarín francés Samuel Murez, de 29 años, integrante del cuerpo de baile del Ballet de la Opera de París y director de la desenfadada compañía que desembarca con la obra Nouvelles Virtuosités (Nuevas virtudes) hoy y pasado mañana, a las 20.30, en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). A poco menos de dos días del debut porteño, una carta difundida por mail y firmada por Ludmila Pagliero, la bailarina argentina de 28 años que en marzo pasado fue nombrada danseuse étoile del Ballet de la Opera de París (el máximo reconocimiento que puede alcanzar una intérprete) y que además integra el 3e. Etage, anuncia una triste noticia: sufrió una lesión durante la preparación del ballet Manon y no podrá participar de las funciones porteñas.
“Es una pena que Ludmila no pueda estar en Buenos Aires. El ritmo de trabajo y la mezcla de estilos de muchos bailarines étoiles del Ballet de la Opera son tan intensos que están forzando los límites del propio cuerpo y las lesiones son cada vez más frecuentes”, cuenta Murez a Página/12. Ludmila se consagró como étoile (categoría aún más alta que la de primera bailarina) en forma inesperada. Es que las intérpretes que iban a protagonizar el rol protagónico femenino en las distintas funciones de La bayadera se lesionaron sucesivamente. Le propusieron a ella asumir el rol y tuvo apenas un día para repasar un personaje que no interpretaba desde hacía dos años. Su performance en la noche del 22 de marzo último fue tan notable que, tras la función, la directora de la compañía salió a escena y la nombró danseuse étoile. Pero ahora, la suerte no está de su lado y son tres bailarinas del 3e Etage quienes deberán reemplazarla.
“El espectáculo está compuesto por diez escenas u obras breves, ligadas por ciertos personajes y temas –adelanta Murez–. Aunque el tema que recorre toda la obra es la tensión entre el orden y las reglas propias del ballet, y la cuota de locura e improvisación propias de la creación.” Esta oposición entre la estructura y la flexibilidad es la que vivencian los bailarines y, al crear 3e Etage, Murez pretende que la personalidad de cada bailarín pueda lucirse en escena, y que no quede encorsetada en la rigidez del ballet clásico. “Los bailarines tienen una personalidad increíble y me interesa que eso que los hace especiales pueda desplegarse en su máxima expresión”, asegura. De hecho, el nombre del grupo alude al tercer piso del magnífico edificio del Ballet de la Opera de París, donde están los camarines del cuerpo de baile. Es que la compañía francesa tiene tal estructura jerárquica que clasifica a los bailarines en siete niveles distintos, desde el escalafón más bajo (cuerpo de baile) al más alto (étoile). Y cada estamento tiene su camarín en alguno de los pisos del teatro. El espíritu más joven, creativo y arriesgado es el del tercer piso y es el que planea en la compañía que acaba de aterrizar en Buenos Aires. ¿Cuáles son esas nuevas virtudes que se despliegan en el espectáculo? No sólo una técnica depurada y deslumbrante, sino también guiños sensibles que pueden surgir de pequeños gestos. “Es un trabajo técnicamente muy difícil, con cambios muy rápidos, tecnología y estilos muy diferentes. Pero el virtuosismo también pasa por hacer reír con apenas una mirada o provocar determinado clima con un juego de luz”, aclara el director y coreógrafo. Para él, integrar el Ballet de la Opera de París y dirigir 3e Etage no son excluyentes. Por el contrario, es una forma de encontrar un equilibrio: “Nos movemos en un mundo de reglas firmes, muy perfeccionista y ordenado y, en este grupo más pequeño, podemos dar rienda suelta a la musicalidad y la locura creativa”, desliza.
Pagliero y Murez empezaron a experimentar juntos en el 2004 en los ratos libres, como una forma de probar cosas nuevas y más personales, de improvisar. Entonces, ella formaba parte del cuerpo de baile. “Llegó un momento en que 3e Etage empezó a estar formado por más solistas o primeras figuras que miembros del cuerpo de baile. Pero la esencia del comienzo perdura: No es un grupo de solistas, es un grupo de bailarines que aman lo que hacen y quieren compartirlo”, cuenta Ludmila a Página/12 por mail. A pesar de no poder participar de las dos funciones en esta ciudad, ella tiene mucho que ver con lo que se verá en escena. Y lo define así: “Es un viaje que no se corta nunca y que presenta diferentes colores, estados de ánimo y sentimientos. Las nuevas virtudes a las que alude el título tienen que ver con la versatilidad de los bailarines: con el dominio del lenguaje clásico y el poder de transformación hacia lo contemporáneo”.
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