DANZA › ANGEL CORELLA Y EL BARCELONA BALLET
El bailarín español presentará el 7 de junio en el Teatro Coliseo un programa que irá del clasicismo puro al flamenco, pasando por el neoclásico, la danza moderna y el poprock.
La historia de Angel Corella se parece bastante a la de Billy Elliot. Si en el film británico dirigido por Stephen Daldry, el protagonista abandona las clases de boxeo para adentrarse en el mundo supuestamente femenino del ballet, en este caso el pasaje fue del karate a la danza. Corella se crió en Colmenar Viejo, un pueblo de las afueras de Madrid, y mientras sus hermanas estudiaban danza clásica, a los seis años él se iniciaba en ese arte marcial japonés. Hasta que a un compañerito le rompieron la nariz, Angel se asustó y no quiso continuar. Al poco tiempo, un día acompañó a sus hermanas a una clase y se quedó hipnotizado. “Me puse a imitarlas, a hacer giros. Parece que tenía mucha facilidad”, recuerda el bailarín en diálogo telefónico con Página/12 desde Francia, donde fue invitado a bailar en la Opera de París. Pero, en realidad, el flechazo con la danza y el movimiento viene de antes. “Cuando era muy chico, tendría apenas dos años, John Travolta estaba muy de moda y yo no paraba de moverme al escucharlo”, cuenta.
Desde entonces, corrió mucha agua debajo del puente. Se formó junto al gran maestro español Víctor Ullate y en 1995, a los veinte años, ingresó como solista al American Ballet Theatre (ABT) de Nueva York. Un año más tarde, devino primer bailarín de la prestigiosa compañía –al igual que Julio Bocca– e interpretó los roles principales del repertorio clásico y neoclásico. Recibió premios, reconocidos coreógrafos como John Neumeier y Twyla Tharp le dedicaron especialmente obras y junto a la argentina Paloma Herrera se convirtieron en los pilares del ABT. En forma paralela, preocupado por apoyar la danza en su país, este inquieto artista creó en el 2001 una fundación que lleva su nombre, primero dedicada a la búsqueda de fondos. Luego formó en el 2008 el Corella Ballet, primera compañía española de danza clásica en veinte años y, en el 2012, el cuerpo de baile cambió su nombre por el de Barcelona Ballet, tras recibir el apoyo presupuestario del ayuntamiento de esa ciudad catalana.
Ese mismo año decidió dejar el ABT después de diecisiete años de carrera, para dedicarse por completo a la labor de su fundación y a su propia compañía. Junto a este grupo de jóvenes artistas actuará por primera vez en Buenos Aires. La cita es el viernes 7 de junio a las 20.30 en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125), con un programa que propone una variedad de estilos y de músicas: desde el clasicismo puro hasta el flamenco, pasando por el neoclásico, la danza moderna y el poprock. Un eclecticismo que responde a la necesidad de establecer un mayor contacto con el público y de abrir la danza a nuevos espectadores. “Los espectáculos tienen que evolucionar y permitir que el público disfrute y se sienta interpelado –asegura Corella–. Es importante captar espectadores jóvenes y nuevos para la danza. Yo creo que el arte es una forma de comunicación, si no conectas con el público, pues no funciona.”
La velada se abrirá con String Sextet, una obra con música de Tchaicovsky, coreografía de Corella y unos diecinueve bailarines en escena desplegando “un lenguaje clásico al estilo Balanchine”, anticipa el director. Luego viene una segunda parte formada por diferentes pas de deux, que viran hacia un estilo más moderno, con mucha energía. Uno de ellos es Soleá, de corte flamenco, que Corella bailará junto a su hermana, y habrá también un trío masculino más volcado al neoclásico, con movimientos más terrenales, más al suelo y más líricos. La tercera y última parte llegará con Suspended in Time, una obra con aires de poprock, en la que se suceden un solo de Angel, tres parejas en escena y luego seis parejas juntas, todo con música de la banda británica Electric Light Orchestra. “Habrá un final sorpresa, pero lo que es seguro: el público se va a largar a cantar las canciones que marcaron los ’70 y ’80, como ‘Xanadu’”, adelanta el coreógrafo. Cuando Corella se presentó el año pasado en el Coliseo, en una gala de danza que reunió a primeras figuras de distintos cuerpos de baile del mundo, ejecutó el solo de Suspended in Time. Y fue tan aclamado que ahora quiere ofrecer la obra completa de tres actos.
Muchos factores confluyeron para que en junio del 2012, a los 37 años, Angel abandonara el ABT, luego de interpretar junto a Paloma Herrera El lago de los cisnes en la función de despedida. “No fue una decisión nada fácil –confiesa–: No querían que me fuera y de hecho en el cuarto acto de El lago... lloramos con Paloma en escena.” Pero reconoce que ser primer bailarín de una de las compañías más importantes del mundo y ocupar ese mismo rol en su propio ballet, del que además es el director artístico, era incompatible. “Quería poder atender a mi compañía al ciento por ciento. Por otro lado, pienso que uno tiene que retirarse en un momento álgido y no cuando eres una sombra de lo que fuiste. Hay otras posibilidades de seguir conectado con la danza”, advierte. Otro de los motivos que lo llevaron a crear su propio ballet fue frenar el éxodo de bailarines españoles, que dejan el país en busca de mejores condiciones de trabajo, algo que él vivió en carne propia. Hasta el surgimiento del Corella Ballet, España no tuvo durante veinte años una compañía estable de danza clásica.
El español tiene una mirada crítica del rol del Estado, poco involucrado en incentivar el trabajo creativo: “Mi país no apoya a sus artistas y menos aún a la danza. No tenemos una gran tradición en ballet”, opina. En el 2008, el Corella Ballet llegó a tener setenta bailarines, cifra que le permitió producir los ballets más tradicionales y de mayor despliegue escénico en forma completa, como La Bayadera o El lago... Ahora llega a unos treinta. Pero esta baja cuantitativa no va en desmedro de la calidad. Es un ballet joven, de gran potencia y de una técnica virtuosa en el que confluyen, además de españoles, intérpretes de otras nacionalidades como cubanos, ingleses y japoneses. “El sesenta por ciento es español, el resto son extranjeros. Tenemos artistas invitados de la talla de Paloma y nos presentamos no sólo en España, también en Estados Unidos, China, México, Marruecos, Portugal e Italia”, describe.
Más allá de la energía que caracteriza al grupo, el 2014 se avecina muy incierto. La crisis europea recortó los subsidios y el apoyo que reciben de la Diputación de Barcelona “es ahora pequeñísimo”. Los mayores recursos de la compañía radican en la venta de entradas: “Sobrevivimos gracias a la cantidad de público que nos sigue”. Corella es totalmente honesto: “Les digo a los bailarines que si reciben ofertas afuera, las tomen porque lamentablemente no sé qué pasará el año que viene. No sé si podremos seguir. Es una pena enorme, pero la realidad está durísima. Estamos atravesando una crisis económica, social, existencial y una corrupción devastadoras”.
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