DANZA › EL COMBINADO ARGENTINO DE DANZA EN EL HALL DEL SAN MARTIN
La joven agrupación impulsada por Andrea Servera está integrada por bailarines de contemporánea, hip hop y folklore. Presentaron la performance Tu casa (Ritual de un deseo primitivo), donde durante una hora sucede de todo.
› Por Carolina Prieto
El hall del Teatro San Martín convertido en una pista de baile. Y todos, público e intérpretes, unidos en una danza desprejuiciada y festiva. Así de distinto y de alegre lucía el espacio central de la planta baja del teatro, tras el debut del Combinado Argentino de Danza. El CAD es una jovencísima agrupación integrada por bailarines de contemporánea, hip hop y folklore, que presentó la performance Tu casa (Ritual de un deseo primitivo). Este colectivo de artistas nació en el marco del MICA 2011 (Mercado de Industrias Culturales Argentinas) impulsado por Andrea Servera, una coreógrafa con una libertad creativa tan amplia que sus trabajos se caracterizan por la mezcla de lenguajes expresivos, estilos y técnicas. Todo confluye y se integra en el universo Servera: el movimiento, el video, la música, la palabra, el diseño de moda, el folklore, el contemporáneo, la danza callejera, los sonidos acústicos, la música electrónica, lo natural y lo industrial. Y esta misma riqueza
inunda el CAD, que desde su irrupción en la escena local aportó nuevos aires. En el espacio Danza Joven de Tecnópolis; en el Konex, donde hicieron el espectáculo Tushh; en el Festival de Danza de la Ciudad y en escenarios y clases a lo largo del país, el grupo desplegó tanta energía, dominio técnico, placer y diversión que es imposible resistirse al influjo. Siempre que puede, el CAD abre el juego para que los espectadores se integren a la fiesta de la danza y los cuerpos.
El desembarco en el San Martín surgió de una invitación del Programa Rituales de Pasaje, que propone instancias de encuentro con el público en distintos formatos que se despliegan en ese espacio intermedio entre el afuera y el adentro del teatro. Sobre el germen del trabajo, la directora cuenta a Página/12: “Este grupo es muy particular, enorme, divagante, y encontrar una idea, algo desde donde trabajar ante tanta diversidad es difícil. Pero todos tenemos una casa o la deseamos, y todos tenemos este cuerpo que habitamos, con sus talentos, sus pesares, sus trabas. Este cuerpo es la casa de nuestra danza, la construcción, la estructura. En el proceso de trabajo, cada uno explora lo propio y espía lo ajeno, se deja de a poco atravesar por palabras, movimientos, identidades destruyendo prejuicios y jerarquías, dejando que la intuición nos guíe. Le pusimos Tu casa en lugar de Mi casa porque pensamos que todo termina en el otro. Lo ponemos afuera, que resuene en los demás”.
Sobre el fondo del hall y elevado sobre una tarima, el grupo emplazó una instalación escenográfica hecha por todos: una serie de viviendas y casas disímiles y pequeñas, una al lado de la otra, que se extienden a lo ancho y brillan con guirnaldas de luces que las hilvanan. En el margen izquierdo, el DJ Villa Diamante y el increíble percusionista Patricio Smink disparan los sonidos y la música suena antes de que empiece el show, como para que la gente se vaya sentando y entre en clima. Hasta que una bailarina inicia una coreografía ondulante. Las miradas se concentran en ella pero al poco tiempo se dispersan: otros cuerpos se mueven en las dos escaleras lindantes y en el piso superior, donde funciona la fotogalería. De a poco, todos los bailarines entran en ese gran espacio central. La diversidad de cuerpos es notable: altos, bajos, corpulentos y rellenitos, musculosísimos, delgados, rubios, morenos. El CAD está lejos de la típica compañía de intérpretes estilizados, como salidos de un mismo patrón. Acá la diferencia reina. Es que los chicos que lo integran vienen de formaciones y medios culturales muy distintos. Y lo que cada uno ofrece a través de su cuerpo también es distinto. A lo largo de una hora sucede de todo. Dúos, tríos, solos o los veintidós bailarines danzando juntos, corriendo por el espacio, separándose en distintas escenas que compiten por la atención. Hay para todos los gustos: desde la fluidez de la danza contemporánea, pasando por las destrezas del hip hop, el break dance, las proezas aéreas de los bailarines callejeros y los zapateos del folklore que arrancan gritos en la platea. Saltos, giros bruscos, cuerpos que rebotan como resortes o que ruedan por el piso, piruetas que se congelan y cuyo único sostén es una mano o la cabeza. Zapateos de malambo al ritmo de un bombo, aires de zamba y chacarera. Todo ligado y continuo; escenas que se arman y se desarman en un paisaje ecléctico y envolvente. ¿Una peña, una esquina donde un puñado de hip hoperos entrenan, un escenario teatral? Todo a la vez, superpuesto y transformado. Y una banda de sonido que se pasea por el beat electrónico, el folklore y la música original de Sebastián Schachtel, que por momentos se confunde con la fluidez del agua que corre, con un piano sutil y delicado, o con sonidos industriales, ásperos e intensos.
Lejos de rechazar, la heterogeneidad de cuerpos, lenguajes y estilos integra: se contaminan unos a otros en una hipnótica demostración de convivencia. “El CAD es un espacio, es como un lugar al que uno puede ir. Adentro hay movimiento. Todos crecen en lo propio y en el diálogo, y se nutren de experiencias, de maneras de ver y hacer las cosas, algo así como la vida misma”, asegura la directora. Queda en claro que la casa a la que alude el título del trabajo son los cuerpos y la danza. Allí es donde estos chicos habitan, se sienten cómodos, se expresan.
Durante la performance hay momentos pautados y otros abiertos a la improvisación. “Trabajamos con un guión, una estructura de la cual agarrarnos y adentro hay mucha libertad. Un guía importante para los pasajes más libres es Villa Diamante: la música propone y los chicos viajan dentro de ella y en el espacio”, comenta Andrea. Sobre la aventura de desembarcar en un espacio tan grande como el hall del San Martín, aclara: “El espacio es raro, oscuro, pero es amplio, lleno de posibilidades y eso la danza independiente lo agradece porque bailamos poco en espacios grandes... ¡Y es hermoso! Además, construimos de manera colectiva una escenografía, que es como el CAD, la diversidad misma. Son casas, un barrio, nuestro barrio CAD hecho por bailarines, amigos, niños, artistas, en un par de jornadas”.
A no perderse esta experiencia gratuita y revitalizante que se ofrecerá nuevamente en junio a las 19 en el hall del San Martín (Corrientes 1530). Tal como ellos dicen y hacen: ¡A transpirar y bailar hasta quedar exhaustos!
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