Miércoles, 23 de agosto de 2006 | Hoy
DANZA › RODRIGO PEDERNEIRAS, COREOGRAFO Y FUNDADOR DEL GRUPO CORPO
La compañía brasileña, celebrada en su país y el mundo, debuta hoy en el Avenida con una puesta que combina música de Tom Zé y Caetano Veloso, elementos clásicos, contemporáneos y de la calle.
Por Alina Mazzaferro
En 1975, un grupo de jóvenes bailarines y coreógrafos brasileños, discípulos de los argentinos que luego se convertirían en pilares de la danza moderna nacional –Oscar Araiz, Norma Binaghi, Cristina Barnils y Freddy Romero, entre otros– decidió fundar una compañía homónima en su país natal, cuando allí no había aún conjuntos coreográficos consolidados profesionalmente en ese género incipiente. Lo llamaron Grupo Corpo: no, como podría interpretarse en una lectura ingenua, porque trabajarían con el cuerpo individual como materia de la expresión, sino principalmente porque conformarían el primer “equipo de trabajo” en danza contemporánea, actuando del mismo modo en que lo hace “un cuerpo de bomberos o un cuerpo docente, como un grupo de gente que persigue un mismo objetivo, un cuerpo colectivo”. Es esta compañía la que hoy llega a la Argentina, ya no como ese osado colectivo que exploraba en terrenos aún desconocidos, sino consolidada y catalogada como el ballet contemporáneo más prestigioso del país vecino. Rodrigo Pederneiras, coreógrafo y miembro del núcleo fundador del Grupo Corpo, dialogó con Página/12 para adelantar lo que podrá verse esta noche y hasta el 26 de agosto, a las 20.30, y el domingo 27, a las 19, en el Teatro Avenida (Avda. de Mayo 1222), y recorrer la historia de este “fenómeno” de la danza brasileña, deudor de las primeras camadas de coreógrafos modernos de la Argentina como del folklore urbano y rural del país verdeamarelho.
–¿Considera que el Grupo Corpo tiene hoy su propio lenguaje o aún se pueden reconocer en él otras técnicas?
–No, nuestro lenguaje ya está muy consolidado. El Grupo Corpo tiene un lenguaje muy propio, especial. Cuando la gente ve a la compañía, la distingue inmediatamente.
–¿Cuáles son estos elementos que la identifican?
–Yo investigué por mucho tiempo el modo en que se mueve el pueblo de Brasil. Trabajé con danzas de rua (de la calle) y no sólo folklóricas. También trabajé, hasta fines de los ’80, con la técnica clásica. En un momento empecé a quebrar ese lenguaje, fusionándolo con las danzas de rua, pero siempre buscando un lenguaje contemporáneo.
–¿Encuentra algún punto de contacto entre la obra de Oscar Araiz, con quien usted se formó, y la del Grupo Corpo?
–Ninguno. Al principio sí, yo tenía una influencia de Araiz muy grande. Mi vida profesional comenzó aquí, en Buenos Aires. En 1971, en un festival en Ouro Preto, una ciudad de Brasil, otra gente que más tarde fundaría el Grupo Corpo y yo conocimos a Araiz. Empezamos a estudiar con él y otros miembros de su compañía. En el ’74, Araiz me invitó a bailar en su compañía, pero luego de una temporada ésta se disolvió. Entonces volví a Brasil, donde fundamos el Grupo Corpo. Pero pasaron muchos años y nosotros tomamos un camino diferente.
Ese camino se inició en Belo Horizonte de la mano de los hermanos Rodrigo y Paulo Pederneiras –coreógrafo y director de la compañía, respectivamente– y con María María, su primer espectáculo, con coreografía de Oscar Araiz. Continuó cuesta arriba, en los ’80, cuando Rodrigo Pederneiras asumió la coreografía de la mayor parte de las creaciones del grupo. Desde 1992, diferentes músicos han sido invitados a componer obras especialmente para el ballet y en 2005, para celebrar su 30º aniversario, éste contó con la participación de Caetano Veloso (quien escribió la música de Onqoto, que podrá verse en esta oportunidad en el Avenida). Durante tres décadas, pasaron por este cuerpo de baile importantes artistas de Alemania, Francia, Portugal y algunos países de América, aunque en la actualidad el Grupo Corpo no toma audiciones para aumentar su staff “porque la última vez que lo hicimos vinieron 480 personas de todo Brasil, cantidad que es imposible evaluar”, cuenta el coreógrafo. Hoy el ballet está compuesto por diez hombres y diez mujeres de distintas regiones del país vecino, todos con “esa marca de sensualidad y libertad en el movimiento que caracteriza al bailarín brasileño”, dice Pederneiras. Para él, el secreto del éxito radica, principalmente, en la forma que Corpo tiene de componer en equipo: “Somos cuatro personas que trabajamos juntos hace más de 25 años: mi hermano Paulo, Fernando Velloso, que hace los escenarios; Freusa Zechmeister, que hace el vestuario, y yo. Siempre trabajamos juntos y cada uno entra en el área de los otros, en pos del resultado final. Aprendimos a dejar el ego un poco de lado y nos abrimos a ciertas cosas en función de un buen resultado”.
–¿Y cómo es el que se verá en esta oportunidad?
–Son dos obras que para mí son muy especiales. En Parabelo se va a poder apreciar cómo baila la gente en la calle, en el nordeste de Brasil. Se trata de una región donde no llueve, la sequía es muy fuerte y la gente muy pobre. Allí se hace un tipo de arte plástico de un colorido impresionante, lo cual es, teniendo en cuenta la región, una gran paradoja. Tiene música de Tom Zé y José Miguel Wisnik. La otra obra, Onqoto, cuenta con música de Wisnik y Caetano Veloso.
–¿Cómo llegó Caetano Veloso a componer para ustedes?
–Lo conocíamos porque siempre asistía a nuestras funciones en Río de Janeiro o San Pablo. Además era un gran amigo de Wisnik desde hace 30 años, y también hace 30 años Wisnik se había vuelto un gran amigo nuestro. Fue él quien le propuso a Caetano trabajar para el ballet. Ellos vinieron con la idea de pensar cómo nos localizamos en el universo, quiénes somos. Por eso Onqoto, que no es una palabra sino una manera de decir “dónde estoy” en nuestra región. Todo esto surgió a partir de lo que dijo una vez el más grande dramaturgo brasileño, Nelson Rodrigues: “Cuarenta minutos antes de la nada ya existía el Fla-Flu”, que es un clásico del fútbol local, entre Flamengo y Fluminense. En vez de decir Big Bang, que es una palabra anglosajona, él decía que todo empezó con el Fla-Flu. Ese fue el punto de partida; luego se musicalizaron poemas referidos a esto mismo: qué hacemos aquí, de dónde venimos, a dónde vamos.
–Ustedes ya habían bailado en la Argentina. ¿Cómo ven al público local?
–Vinimos cinco veces, la última vez fue hace tres años, cuando estuvimos en el Colón. El público de Buenos Aires es muy crítico, porque acá siempre hubo una tradición de danza muy grande. Eso lo volvió exigente. Además, los argentinos tienen algo muy especial: saben muy bien expresar lo que aman. En eso se parecen a los de Río de Janeiro... son públicos calientes.
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