DANZA › BRENDA ANGIEL REGRESA CON TRES úNICAS FUNCIONES DE SU OBRA CONDICIóN AéREA
Desde su primer estreno de 1995 en esa disciplina, la coreógrafa ha experimentado múltiples variables de un modo de creación que le permite “construir sobre tres pisos”. La obra se presentará este mes en el festival Internacional de Rumania.
Nunca imaginó que le iba a interesar despegarse del piso y bailar desafiando la ley de gravedad. Brenda Angiel se formó como bailarina contemporánea en Buenos Aires y en Nueva York, junto a Alwin Nikolais y Merce Cunningham. El cambio sobrevino hace veintidós años, cuando estaba por estrenar una obra en la entonces Fundación Banco Patricios, en una sala que tenía tres frentes. “Me acuerdo que quería trabajar sin un frente en particular; me puse a probar situaciones y finalmente terminamos estrenando en el Rojas con todos los intérpretes colgados. Nada de lo que había visto hasta entonces, de danza aérea, me había atraído particularmente, pero desde ese momento no paré”, cuenta. Su inmersión en el movimiento alado fue contemporáneo al boom de De la Guarda (“Yo estrené en mayo del ‘95 y ellos en abril del mismo año”) pero desde su mirada cultivan lenguajes muy distintos. “Yo hago danza, nunca me alejé de ella. Ellos proponen espectáculos más envolventes con el público en el medio y participando. En los míos te sentás y mirás. Ellos usan el aire para correr, volar y crear atmósferas muy fuertes, mientras que yo no me aparté nunca de la danza. Compartimos el arnés y la soga pero no el lenguaje. Lo mismo pasa con Fuerza Bruta”, compara.
Angiel estrenó Otras partes, Pasó volando, South, Wall & After, La Limousine, Ocho (8), un tango aéreo; armó en el ‘96 su propia compañía y cuando se refiere a Condición aérea, la obra de 2005 con la que recorrió buena parte del mundo, habla de un clásico. Este trabajo, con siete bailarines en sincronía con luces, proyecciones y animaciones, participará este mes del Festival Internacional de Sibiu (Rumania), un encuentro de artes escénicas que toma por asalto las salas y las calles de la ciudad, pero antes realizará tres únicas funciones porteñas hoy, mañana y el sábado a las 22 en Aérea Teatro (Bartolomé Mitre 4272). Con el paso del tiempo, el montaje sufrió cambios inevitables, y ahora lo muestra en versión renovada.
–¿Cómo es esta nueva entrega de Condición Aérea?
–Fui aggiornando muchas cosas, sacando, poniendo. La última versión es de 2010. Ahora volví a sacar partes que en su momento me gustaron y ahora ya no, y tomo cosas nuevas que estoy explorando para una espectáculo que pienso estrenar a fin de año o comienzos del 2017. Es un infantil, el primero que hago: tiene una apuesta fuerte por lo tecnológico y mezclo danza aérea con elementos de danza callejera. Los juegos de percepción van a ser lo más fuerte. Mantengo el esqueleto original pero tiene novedades. Pienso que para mucha gente que no vio nada de este tipo de obras, como para los que están más acostumbrados, es como un clásico, tiene una frescura y una vigencia que no se han perdido más allá del avance tecnológico. Los bailarines están muy entrenados y es una obra difícil de montar porque las coreografías están llenas de detalles, de pequeñas cositas que hay que trabajar. En esta sala, la distancia entre público y bailarines se acorta mucho, lo cual permite una nueva aproximación, estar muy metido. Casi como que transpirás con los intérpretes y tenés otra percepción de la acción.
–¿Cómo es la estructura de la obra?
–Los movimientos son muy contemporáneos, a diferencia de Ocho, donde trabajo con ritmos y coreografías relacionadas al tango. Y las escenas son autónomas, no hay un hilo conductor, más bien una búsqueda de unicidad entre los bailarines y todo el aspecto visual. Cada escena tiene un tratamiento distinto: las proyecciones pueden ser luces que se mueven junto a los bailarines, arman caleidoscopios, proponen cambios de planos. La música es original y también varía en cada parte. Cuando podemos, es en vivo, con los músicos ahí.
–¿Qué posibilidades de movimiento encontró en la danza áerea? ¿Qué potencialidades y qué limitaciones?
–La posibilidad de tener al bailarín sobre tres paredes (piso, pared y techo) es lo que me atrae. Es como tener otros pisos. A partir de ahí voy construyendo. Para mí lo aéreo no es ni siquiera aéreo, es como otro piso, otra forma de la gravedad. La danza aérea es un lenguaje, no me lo impongo, es movimiento, es danza. Y lo encaro como si coreografiara en el piso, aunque con otras reglas y restricciones. Por ejemplo, la distancia máxima que puede recorrer un bailarín está dada por la soga. Las sogas y los arneses abren movimientos como bailar sobre paredes, saltar más alto, volar. Pero a la vez hay que cuidar mucho los cuerpos porque se trabaja con elementos externos que pueden provocar dolor. No puedo tener a un intérprete una hora en el aire sin bajarlo a tierra. Y no es lo mismo una soga elástica que toma un arnés por detrás del cuerpo del bailarín, que una soga estática y un arnés por delante. Con el tiempo se me abrieron posibilidades enormes de composición. Todo un abanico. Primero me imagino lo que quiero que pase en escena y luego veo cómo lo puedo hacer posible. Es casi infinito, inagotable.
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