Mié 27.07.2016
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DANZA › PIT STOP OR THE LOLLIPOP MAN, EN EL ROJAS

Adrenalina y plasticidad

En una nueva versión de su obra Boxes o la carrera de tu vida, el coreógrafo cordobés radicado en Suiza Exequiel Barreras vuelve a poner el foco en el riesgo de los “fierros”.

› Por Carolina Prieto

A pesar de estar radicado en Suiza, donde integra la compañía de danza contemporánea del Teatro St. Gallen y dirige su grupo independiente, la Rotes Velo Tanzkompanie, Exequiel Barreras no pierde contacto con Argentina. Siempre que puede se las ingenia para viajar, mostrar sus trabajos y dar clases en Buenos Aires, ciudad a la que llegó desde Córdoba con una beca para la escuela de Julio Bocca, antes de sumarse al Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Esta vez, realizará tres únicas funciones (hoy, el martes 2 y miércoles 3 de agosto a las 20 horas en el Centro Cultural Ricardo Rojas) de Pit Stop or The Lollipop Man, una obra sobre el mundo de los boxes y el automovilismo, ahí donde en el menor tiempo posible los técnicos tienen que solucionarlo todo para que el auto salga rápidamente a las pistas. Un clima de espera en el que la precisión, el peligro y la adrenalina son presencias constantes. Lo hará junto a los bailarines Yannick Badier, Hoang Anh Ta Hong, Tobias Spori y Jack Widdowson, un combo de performers de distintas nacionalidades de la compañía Rotes Velo, la misma con la que hace unos pocos años presentó, también en el Rojas, un interesante trabajo inspirado en el escultor Alberto Giacometti.

En la entrevista con Página/12 horas antes de tomar el avión, Barreras cuenta: “Es una segunda versión de Boxes o la carrera de tu vida, una pieza que estrené hace ocho años en Buenos Aires, que estuvo en cartel durante dos. Me marcó muchísimo. El año pasado quería revisar un poco lo que había hecho. En los últimos años venía trabajando sin parar, con vistas siempre en lo nuevo y tuve ganas de volver a esta obra”. Asegura que cuando se reencontró con los archivos y los videos de la pieza, se topó con algo “hermoso y honesto”, y quiso volver a trabajarla y repensarla, ya con varios años de experiencia como intérprete y creador en Europa.

–¿Qué es lo que lo marcó de Boxes..?

–Es una obra meramente masculina pero no desde un lugar machista, sino que da vueltas constantemente alrededor del hombre-padre y del hombre-niño, con sus juegos, sus autos. De alguna manera contiene una pregunta existencial, sobre lo que queremos hacer en esta vida.

¿Qué le pasa al hombre en relación con la muerte? ¿Hasta dónde extendemos el límite?¿Cuánto queremos entregar de nuestra vida a nuestra profesión? Ayrton Senna dijo: “Tengo miedo a la muerte y el dolor, pero vivo con ellos. El miedo me fascina’. Es un tema que yo también pienso en relación a mi actividad. ¿Cuánto de nosotros entregamos a lo que hacemos? ¿Qué decisiones tomamos? ¿Cuánto nos exponemos? ¿Qué riesgos estamos dispuestos a tomar?”

–¿Cómo es esta nueva versión?

–Hay muchas cosas que no toqué porque me siguen gustando y otras que se transformaron, en gran parte, porque los intérpretes son otros. Antes el elenco era argentino, ahora hay un performer de Vietnam, un inglés, un francés y yo. Somos mecánicos con mamelucos en un box. Incorporé elementos de cada uno de nosotros. La coreografía, los movimientos ya no nacen sólo de mi, tomo mucho de lo que aporta cada bailarín, su especificidad cultural. Y el dramaturgo Emilio Díaz Abregu hizo lo suyo, limpiando, puliendo. Me gusta plantear un universo imaginario, creativo, pero que el público lo reconozca. Que la metáfora escénica no se pierda del todo, hay algo de las ideas que me interesa transmitir con cierta claridad y hasta literalidad. La obra combina música metalera, Bach, Steve Reich y sonidos de autos.

– ¿Por qué cambiaron el título?

– La estrenamos en Europa y así se entendía mejor. En inglés, Pit Stop se refiere al box en las carreras de Fórmula 1 y Lollipop Man es el “hombre chupetín”, el que lleva una suerte de palo con un círculo rojo. Frena al auto cuando entra a boxes para algún arreglo o para cargar combustible. Muchas veces son chocados por el mismo auto que no frena a tiempo o sufren quemaduras. A pesar de todo, la obra tiene mucho humor, ridículo y exageración pero también es muy sensible, hay una gestualidad de manos, una proximidad de los cuerpos trabajada, mucha emocionalidad de estos hombre-niños compartiendo cosas muy sensibles también.

–¿Qué le interesa del lugar específico del box?

–Además de la tensión, es un lugar humano, manejado por hombres y a la vez muy mecánico, donde se manipulan objetos y donde pueden ocurrir errores con consecuencias catastróficas. En la danza, el error suele estar muy mal visto, todo tiene que ser perfecto, sin embargo está ahí y puede suceder siempre. En mis obras me interesa abrir un espacio para que pase lo que tenga que pasar. En el escenario seguimos siendo quienes somos, con todo lo que nos pasa y con éso bailamos. Creo que es la manera de mostrar un trabajo auténtico. Ese es el espíritu de mi compañía. Acabamos de ganar un premio en nuestro pueblo y, próximamente, vamos a hacer un espectáculo para festejar nuestros cinco años de vida con cuatro generaciones en escena, desde niños casi bebés hasta adultos mayores, amateurs y profesionales.

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