DANZA › ALESSANDRA FERRI, LOS HITOS DE SU CARRERA Y LA DESPEDIDA JUNTO A JULIO BOCCA EN “MANON”
Formada en el Royal Ballet junto a Sir Kenneth MacMillan, Ferri se acerca a su despedida con la pasión intacta. Entusiasmada por la presentación de Manon en la Argentina “junto a mi partenaire de siempre”, la bailarina defiende la idea de Baryshnikov de que “el talento sin trabajo no es nada”.
› Por Alina Mazzaferro
Este parecería ser un año de despedidas en el mundo de la danza: Julio Bocca, que hace tiempo viene anticipando su retiro, se ha tomado el 2006 para dar su último adiós a través de un par de nuevos espectáculos. Pero, si habrá más Bocca hasta diciembre de 2007, no sucederá lo mismo con quien lo acompañará en Manon, la obra del famoso coreógrafo Kenneth MacMillan que se presentará en el Teatro Opera (Corrientes 860) del 20 al 31 de octubre. Se trata de Alessandra Ferri, la gran bailarina italiana que deslumbró a ingleses y estadounidenses tras su paso por el Royal Ballet de Londres y el American Ballet Theatre (ABT), respectivamente. Ella es casi un mito viviente: trabajó codo a codo con Mijail Baryshnikov, Roland Petit y con el mismo MacMillan. Los grandes coreógrafos de la última mitad del siglo XX montaron obras especialmente para ella, lo que la convirtió en una de las bailarinas más célebres de su generación. Así, con su llegada a Buenos Aires, este monstruo de la danza opacará un poco a Bocca y su eterna despedida, para centrar la atención del público en otro acontecimiento: ésta será la última vez que Buenos Aires verá bailar a la mítica Alessandra Ferri, que ya ha cruzado la barrera de los cuarenta. Quienes creían haberla visto despedirse de esta ciudad en su pasada visita, en 2004, y quienes se la perdieron aquella vez, ahora tendrán una nueva oportunidad. “Pensé que ésa era la última vez que iba a bailar en Buenos Aires. Pero ésta sí será definitivamente la última. Mi retiro es en agosto de 2007 y ya no volveré a la Argentina a bailar”, anuncia la Ferri en una entrevista telefónica.
El evento será único: no sólo llegará una vez más para deslumbrar al público porteño, sino que además lo hará en Manon, una de sus obras favoritas –según confiesa–, que finalmente llegará a la ciudad porteña (luego de 16 años de frustrados intentos de Bocca para traerla), con dirección de Marcia Haydée y la participación del Ballet de Santiago de Chile y la Orquesta La Filarmónica que conduce José Luis Domínguez. Si hubiera que elegir a la verdadera Manon entre las bailarinas que han interpretado el papel en el mundo, ésa sería Ferri. Ella encarnó a este personaje desde los 19 años y lo aprendió de la fuente más directa: en el trabajo diario con el propio MacMillan. Basada en la novela Manon Lescaut, del Abate Prevost (1731), el ballet relata las turbulentas relaciones entre el caballero Des Grieux y la joven Manon, quien deberá elegir entre la seguridad de un buen partido y el verdadero amor. Como en toda tragedia, la elección de Manon sellará un destino de sufrimiento y muerte para ambos protagonistas. “La historia es magnífica: esta mujer es el amor en persona y al mismo tiempo es tan naïf... Puede manipular a los hombres, porque es muy sensual, pero al final ella es manipulada y muere”, adelanta Alessandra.
Con 43 años, Alessandra Ferri continúa bailando junto a las principales compañías del mundo el mismo repertorio que interpretó hace más de 20 años. ¿Por qué anunció su retiro? ¿Por qué no decidió abandonar las puntas y el clásico pero visitar esporádicamente los escenarios en propuestas más contemporáneas, corporalmente menos exigentes, como han hecho otros grandes de la danza? “Para mí el problema no es bailar o no en puntas –dice–. Yo puedo bailar aún muy bien, no tengo problemas físicos. Quiero terminar de bailar un día en que pueda hacerlo bien, no quiero que llegue el día en que piense que no puedo dar todo lo que siempre he dado”, argumenta. Con motivo del incipiente final de su carrera como intérprete, Página/12 le hace una propuesta y ella acepta entusiasmada: mirar hacia atrás y observar retrospectivamente toda su trayectoria, repasar sus elecciones, recordar a quienes más la influyeron. Inmediatamente, Alessandra afirma que prefiere las obras trágicas y los papeles dramáticos a los ballets “blancos e ingenuos”. Al igual que a Bocca, la atrapan los personajes apasionados e impulsivos. Sus piezas favoritas son Carmen, Manon, Romeo y Julieta, Onegin. “El ballet dramático, en el que tengo que interpretar a una mujer verdadera, con verdaderos sentimientos, no a un ser etéreo”, resume. Cuando se le pide que mencione a quienes marcaron su carrera, el primer nombre que surge es el de MacMillan. “Trabajé con él desde los 18 años y estrené sus ballets Romeo y Julieta y Manon siendo muy jovencita”, recuerda.
–¿Lo considera un maestro, además de un gran coreógrafo?
–Sí, un maestro, un padre. A través de él yo me conocí como artista. Fue muy importante para mí. Después vino Roland Petit, un gran hombre de teatro, un genio. De él aprendí lo que es el gusto por el teatro, la musicalidad, todo el arte del escenario.
–¿Baryshnikov está en su lista?
–De Baryshnikov aprendí que el talento sin trabajo no es nada. El era muy perfeccionista, duro, exigente. Aprendí que no es suficiente tener talento, hay que saber domarlo, darle utilidad.
–¿Y Ashton?
–Con él trabajé cuando era muy jovencita. Era un gran gentleman y un poeta del ballet, ya que el ballet es poesía.
Si tiene que elegir entre el Royal Ballet y el ABT, hoy se inclina por este último. “El Royal Ballet fue muy importante para mí, pero la compañía ahora no es la misma, es muy diferente”, explica Ferri. “Ya no tiene esa gran personalidad como teatro. Ahora es una compañía igual a otras. El ABT también ha cambiado, es diferente, tiene muchos artistas internacionales y siempre es estimulante trabajar con esa compañía.”
–¿Cuál es la diferencia entre ambas?
–La diferencia es que al Royal Ballet mucha gente arriba de la escuela, por eso todos se conocen. En cambio, el ABT es el mundo entero. Hay bailarines norteamericanos, europeos, latinoamericanos, japoneses, de todas partes del mundo.
–¿Sintió alguna vez que las compañías la ataban a una ciudad, a un repertorio?
–No. Desde que arribé al ABT como primera bailarina, bailé únicamente con la compañía durante los primeros tres años. Luego bailé con todas las compañías del mundo, siempre fui guest (bailarina invitada) de otras compañías. El ABT me permite hacerlo.
Cuando se le pregunta si le quedó algo por hacer, un sueño por cumplir, no lo duda: “Al único que no conocí y me gustaría haber conocido es a Balanchine. Creo que fue un hombre muy interesante. Bailé sus coreografías, pero hacerlo junto al coreógrafo es diferente”, destaca. Inmediatamente, el recuerdo la trae al presente: “Ahora no hay más grandes coreógrafos como antes”, opina Ferri. “Mi generación fue la última que pudo trabajar con esos grandes coreógrafos. Ahora el bailarín no tiene esa fortuna. Y, así, la danza cada vez es menos teatro.”
–¿Es por eso que ahora hay más preocupación por llegar a la excelencia técnica?
–Sí. La técnica no es más que un instrumento para contar algo y ahora se ha convertido en el fin.
–¿Considera que existe alguna joven promesa de la danza en la actualidad?
–Hay bailarinas muy talentosas, como la española Alicia Amatriain (solista del Stuttgart Ballet), la rumana Alina Cojocaru (principal dancer del Royal Ballet) y la rusa Paulina Simeonova (del Unter den Linden de Berlín). Pero deberán tener la suerte de encontrar a algún buen coreógrafo para trabajar. Porque las grandes estrellas siempre aparecieron tras el encuentro de su talento como bailarinas con un excelente coreógrafo.
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