DANZA › JUAN MANUEL “FARRUQUITO” FERNANDEZ MONTOYA, EL NUEVO HEROE DE LOS TABLAOS
Es una de las principales figuras internacionales del género. Integrante de una familia artística legendaria, el bailaor presentará en Buenos Aires el espectáculo Farruquito y Farruco. Lo acompañarán su hermano y su primo.
› Por Alina Mazzaferro
No sólo los de sangre azul transmiten, generación tras generación, su linaje y su estirpe de privilegio. También los de sangre escarlata, caliente y gitana, heredan de sus ancestros aquello que no puede aprenderse más que desde la cuna o, mejor aún, dentro del vientre materno. Como si el destino del bailaor estuviera marcado por la tiranía de las cartas o del tablao, esa “corona” de sensualidad y pasión flamenca, según dicen, no se adquiere a posteriori, sino que viene dada en los genes. Juan Manuel Fernández Montoya es prueba viviente de ello, heredero de una dinastía gitana de bailaores de primera línea. A su bisabuela la llamaron La Farruca, por su carácter y temperamento sobre las tablas; de ahí que a su abuelo, hijo de la primera, se lo conociera como Farruco –un mito del baile en España– y más tarde a su madre, la bailaora Rosario Montoya Manzano, como La Farruca. Ahora Juan Manuel, más conocido como Farruquito, hijo de esta gitana y el cantaor Juan Fernández Flores “El Moreno”, es quien continúa esparciendo el legado de su legendaria familia por los escenarios del mundo. “Soy joven, pero tengo la experiencia de un profesional, porque bailo desde que era un niño”, cuenta el bailaor que a los 17 años se convirtió en una de las principales figuras internacionales del mundillo del flamenco. Farruquito y Farruco es el nombre del espectáculo que presentará hoy a las 20.30 en una única función en el teatro Opera (Corrientes 860), junto a su hermano menor, un “pequeño prodigio del flamenco” de 9 años que ha recibido el mismo apodo de su abuelo por su talento, y su primo El Barullo, de 15 años. “Nosotros fuimos personas privilegiadas; cuando no éramos profesionales ya íbamos de la mano del maestro, nuestro abuelo, a los mejores teatros”, explica Farruquito. “Fuimos directamente a las tablas, al ruedo.”
–¿Por qué la dinastía familiar lleva ese nombre? ¿Qué significa Farruco?
–Mi abuela Farruca era una mujer que adquirió ese nombre, en primer lugar, por su temperamento. La expresión “ponerse farruco” significa tener carácter, ser valiente. Y también porque en su pueblo ganó un concurso bailando una “farruca”, que es un palo del flamenco, aunque ella fue una gitana que no era bailaora profesional. Era una gitana “canastera”, que se ganaba la vida con los canastos, una gitana salvaje. Yo la conocí, era increíble. Murió a los 99 años. Y a esa edad bailaba bulerías increíblemente, a una velocidad y con una fuerza...
Para Farruquito, hablar de su familia y de la danza es una misma cosa. Y también lo es amar a la una y a la otra. Sus raíces lo remontan a su bella Sevilla, de la cual habla con cariño; sin embargo, su debut profesional no fue en un pequeño tablao local, sino en Broadway, con tan sólo cinco años. “Nosotros no hemos comenzado como la mayoría de los bailaores, que empezaron bailando en un tablaito, luego en funciones en la peña... Ya desde niño bailábamos en los mejores teatros con mi abuelo”, explica.
–¿Cómo fueron sus primeros pasos de baile?
–No me acuerdo, tenía dos años cuando empecé a bailar. Lo hice sin darme cuenta, al mismo tiempo que empecé a andar. Mi abuelo tenía una academia flamenca y un día yo ensayaba con las botas, otro día me ponía a escuchar cante. El me contaba anécdotas y otras cosas que él había hecho con el flamenco. Fue como aprender cualquier otra cosa que un hijo aprende de su padre.
–¿Y qué significa ser gitano?
–Para el que se siente orgulloso de ser gitano significa muchísimas cosas. El flamenco tiene esa diferencia con otras danzas. El gitano ya tiene un carácter de por sí.
–¿El ser gitano tiene que ver con el ser errante, el ir de pueblo en pueblo mostrando lo que uno hace?
–Hoy en día es diferente. Hoy ningún gitano es errante como lo era su pueblo antiguamente. Hoy los gitanos pueden tener una casa, gracias a Dios, y vivir como todo el mundo. Pero es verdad que venimos de una tradición errante, de nómades, que se han buscado la vida por los campos, por los ríos, por la naturaleza del mundo.
–¿Y qué lugar tiene el baile en esa cultura?
–El baile empezó como una expresión del sentimiento de alegría. Pero también cuando querían expresar la tristeza, la pena y la rabia, los gitanos lo expresaron mediante el flamenco. Siempre ha sido un sentimiento lo que llevó al gitano a bailar. Los gitanos celebramos cualquier cosa cantando y bailando; y cuando estamos tristes también cantamos para sacar la tristeza. El flamenco es un refugio, un amigo que nunca te deja solo.
–Entonces, el flamenco, ¿se aprende o se lleva en la sangre?
–En mi familia bailaron desde mi bisabuela Farruca hasta mi hermano Manuel que tiene 9 años y, por la edad que tiene, es un genio bailando. Hay un primo hermano mío cuyo hijo también baila en Madrid. Sin haber conocido a su bisabuelo Farruco, este niño, a quien llamamos El Lolo, tiene cosas que nos recuerdan a él. ¿Cómo es posible esto? ¿Lo lleva en los genes? El niño se parece a su bisabuelo cuando baila y nunca lo ha conocido...
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