DANZA › ANA MARIA STEKELMAN HABLA DE SU NUEVO ESPECTACULO, “DESFILE”
La creadora de Jazmines vuelve a trabajar con música de Astor Piazzolla y de la experiencia de Tangokinesis afirma: “Tener una compañía de danza independiente no es duro, ¡es un milagro!”
› Por Alina Mazzaferro
La cafetería es de esas semirrápidas, en las que uno toma una bandeja y se sirve solo. Con café en mano, Ana María Stekelman recorre el salón en búsqueda de una mesita con algo de privacidad para iniciar la charla con Página/12. Nadie parece reconocer a esa mujer que supo convertirse en uno de los pilares de la danza contemporánea argentina. Ella fue la primera directora del Ballet del Teatro San Martín, que este año celebra sus treinta temporadas ininterrumpidas. También es la creadora de Tangokinesis, una de las compañías independientes con más trayectoria y reconocimiento en su género, y una de las coreógrafas predilectas de Julio Bocca. Recientemente fue convocada por Alfredo Arias para montar una megaproducción con 40 bailarines sobre un gigantesco escenario flotante colocado dentro de la fuente de Neptuno de los jardines de Versalles, para una platea de diez mil espectadores. Dedicó su vida a la danza, pero en la calle pasa inadvertida y se mezcla entre otras señoras finas, que también están haciendo su pedido matutino de cafeína.
Desde el cómodo silloncito que ha elegido, Ana María bebe un sorbo y está lista para hablar de su última creación, Desfile, que a partir de hoy podrá verse todos los martes (a las 20.30) y los domingos (a las 17) de junio y julio en el Teatro Maipo (Esmeralda 443), junto a un Tangokinesis renovado. El cortado se enfría, pero eso es lo de menos. Antes de llegar a ver la borra, esta verborrágica Stekelman reflexiona acerca de las paupérrimas condiciones de producción de las agrupaciones independientes, dispara contra la política cultural del gobierno porteño y realiza un exhaustivo chequeo de salud sobre el cuerpo de la danza argentina actual. “Por suerte, yo siempre hice lo que quise”, resume, haciendo un brevísimo balance de su carrera.
“Lo que quise”, en esta oportunidad, es un verdadero desfile, en el que con ironía y “algo de baile” los intérpretes modelarán algunos de los vestuarios diseñados por Jorge Ferrari y otros sofisticados trajes cedidos por el modisto Pablo Ramírez. Esta pieza que da nombre al espectáculo será el cierre –de espíritu lúdico y crítico– de un show que contará con otras dos partes completamente disímiles: en primer lugar, Concierto de nácar, de Astor Piazzolla, una suite en la que podrá verse en su estado más puro el lenguaje de perfecta fusión entre el tango y el contemporáneo que caracteriza a esta coreógrafa. En segundo lugar, Tangokinetic Molpai, un homenaje a Ted Shawn y los orígenes de la danza contemporánea. “Lo nuestro es un estudio de esa obra de 1930; por momentos parece una reposición, en otros hacemos recreaciones con tango sobre la música original”, explica la directora. “Fue como si la obra viajara desde aquella época hasta Tangokinesis: el de Shawn fue el primer ballet de hombres de danza contemporánea; nosotros lo hacemos con hombres y mujeres, con tacos, como somos nosotros.”
–Con el ballet de Julio Bocca suele trabajar sobre tramas narrativas; en cambio, sus coreografías para su compañía son más abstractas. ¿Por qué?
–Sí, con Tangokinesis me permito ser más abstracta. Julio a veces me da unas tareas enormes. Hacer El hombre de la corbata roja o una obra tan fuerte como Adiós hermano cruel es un trabajo arduo, hay que contar una historia y danzarla.
–¿Es un peso atarse a una historia?
–No, es un placer total. Julio, Elio Marchi (el autor de Adiós...) y Lino Patalano (el productor) me han ayudado a crecer, me han hecho hacer obras que yo no hubiera hecho. Adiós... es mi primera creación de una hora y cuarto. Yo me negué durante cinco o seis años a hacer una obra que durara todo el programa, hasta que finalmente acepté. Estoy contenta de haber tenido la oportunidad de poder contar esta historia con la danza. Algunas partes me salieron muy bien, otras no tanto...
–¿Es muy detallista?
–Un poco (risas).
–¿De dónde parte para coreografiar?
–Depende de la obra. En Concierto de nácar partí de la música. Piazzolla es mi inspiración, lo que me hace desear hacer una obra.
–¿La fusión de tango con danza contemporánea sigue interesando al argentino o es más atractiva en el exterior?
–No tengo la menor idea de lo que atrae acá, no puedo percibir exactamente lo que la gente quiere ver. Los argentinos no van a ver espectáculos de tango porque son caros y porque no les interesan. Lo nuestro tiene su éxito, pero tampoco es algo enormemente popular.
–Me refería a que hubo una época en que todos los coreógrafos de danza contemporánea trabajaban con tango. Hoy eso ya no se ve...
–Yo empecé a hacer esta fusión con el espectáculo Jazmines, en 1984. Antes, en 1976, ya había hecho una obra que se llamó Tango y Raggtime, mucho antes del boom del tango. A mí siempre me gustó Juan Carlos Copes y él no es parte de ese boom, él tiene una carrera de toda una vida dedicada al tango, es un creador, alguien que impuso el tango en el escenario.
–Pero lo suyo no es el tango en estado puro, sino la fusión. ¿Considera que ha creado un lenguaje propio?
–Sí, es un lenguaje. Estoy contenta de haberlo logrado. Cuando las técnicas se unen, cuando se arraigó el tango y también la danza contemporánea, lo que sigue es naturalmente lo que ya estaba dentro de uno.
–Recientemente cambiaron algunos integrantes del elenco. ¿Cuesta formar a los recién llegados?
–Tienen que ir entrando en el lenguaje, hay gente que lo hace más rápido que otra. Es un proceso que conlleva un trabajo, pero es parte del placer. Antes me asustaba el recambio, ahora menos.
–¿Es duro tener una compañía independiente en Argentina?
–No es duro, ¡es un milagro! Yo tengo mi manager, a quien le debo la existencia de este grupo; ella hace este trabajo porque le gusta y cree en el arte. Tengo a Pedro Calveyra y Nora Robles, los bailarines que están conmigo desde hace quince años. Entonces, cuesta más destruir este grupo que mantenerlo, pero igualmente es difícil. El año pasado tuvimos una sola función en Argentina. Hay veces que acá no hay nada de trabajo. Yo me salvo con Julio Bocca y Tangokinesis con algunas giras que aparecen.
–Se cumplieron 30 años del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, del cual usted fue la primera directora. ¿Cuál es su balance?
–Yo estoy muy contenta de trabajar de forma independiente y también de haber pertenecido al San Martín, que me dio una base, un lugar donde empezar a crear. No voy a ser modesta, lo que yo empecé ha durado bastante. Yo armé el ballet del TSM como mi maestro Oscar Araiz lo había hecho antes. Debería haber más cosas independientes, pero es bueno que exista una compañía oficial como ésa.
–¿Considera que actualmente faltan compañías independientes?
–Sí, independientes y pagas. Yo me saqué el subsidio de Prodanza, estoy feliz y agradecida. Pero no hay, ni siquiera para mí con la edad que tengo, un sponsor, y eso es grave.
–En el Festival de Danza Contemporánea hubo muchos solos y dúos, pero pocas compañías programadas fuera de las oficiales. ¿Falta apoyo para sostenerlas?
–Sí, hay pocas, porque la política cultural es mala. Prodanza ayuda un poco, pero no existe fuera del Estado la conciencia de que vos hacés tu propia cultura. Acá puede venir Telefónica, llenarse de dinero y mantener el ballet de Nacho Duato en España. ¡Que mantengan un ballet acá, si acá es donde ganan la plata! El Estado debe exigirles eso a estas empresas.
–¿Entonces, la nueva ley de mecenazgo sin regulación del Estado no resolvería nada?
–No. No hay conciencia cultural. El fútbol ya es un gran negocio y sin embargo hubo subvenciones a equipos de fútbol, pero no las hay para grupos de arte. Este es un país hiperactivo, la gente quiere hacer arte y hay que sustentar a todo ese talento, esa energía. Esa tarea la deben emprender el Estado y también los privados.
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