DANZA › ENTREVISTA CON RODRIGO PEDERNEIRAS, COREOGRAFO DEL GRUPO CORPO
La compañía brasileña, que presenta hasta el domingo las obras Lecuona y Breu, promueve el trabajo en equipo y define los alcances de la violencia social en su creación.
› Por Carolina Prieto
Rodrigo Pederneiras, coreógrafo y miembro del núcleo fundador del Grupo Corpo, la compañía de danza contemporánea más reconocida de Brasil, maneja el castellano sin problemas: con fluidez, sin una gota de portuñol y con una agradable sencillez, exenta de tecnicismos y grandilocuencia. Es algo que contrasta con la monumental tarea que viene realizando desde 1975 en Belo Horizonte, junto a su hermano Paulo (director de la compañía), Fernando Velloso (escenógrafo e iluminador) y Freusa Zechmeister (arquitecta y vestuarista). Ellos son el alma mater de un colectivo artístico que se consolidó a partir de dos únicas certezas –crear una compañía de danza moderna y que ésta sea profesional– hasta alcanzar sello propio, éxito a nivel internacional y una vitalidad escénica descomunal.
Esta es la sexta visita a la Argentina (ya bailaron en el Colón y el año pasado deslumbraron con Onqoto, ballet con música compuesta especialmente por Caetano Veloso), y ahora lo hacen con dos obras contrastantes. Por un lado, Lecuona, una secuencia de doce dúos para canciones del compositor cubano Ernesto Lecuona, de fuerte tono romántico y pasional, y por otro, Breu, la creación más reciente, con música del brasileño Lenine y marcada por una atmósfera de violencia y devastación. Dos caras opuestas de la condición humana, ejecutadas por diecinueve bailarines, que subirán a escena hasta el domingo en el teatro Opera.
–¿Cómo armaron este programa con propuestas antagónicas?
Rodrigo Pederneiras: –Desde 1992, encargamos la música de nuestras piezas a distintos creadores brasileños, como Veloso, Arnaldo Antunes o Tom Zé. Pero yo venía buscando desde hace tiempo las canciones de Lecuona porque me parecía que pedían ser puestas en escena, tal vez por ese romanticismo exacerbado, esa carga de pasión, celos y venganza. El público las había olvidado o las conocía sólo en forma instrumental. Acá recuperamos la voz y creamos un pas de deux para cada canción, con bastante humor. Breu es lo más nuevo: estrenamos en agosto pasado. Invitamos a Lenine, un músico genial de Pernambuco que vive en Río, para que hiciera la música y sólo le dije: Componé lo que quieras, pero que dure entre cuarenta y cincuenta minutos.
–¿Sin ninguna indicación en cuanto a cierto clima? ¿No le sugirió absolutamente nada?
–No, es que así funcionamos. Cada uno tiene total libertad; existe una confianza muy grande entre todos, artística y personal. No interferimos en el trabajo del otro ya que logramos dejar el ego de lado y privilegiar el resultado final. Cuando empecé a escuchar lo que compuso, sentí que era muy fuerte, muy violento. Me di cuenta entonces de que iba a ser un trabajo sobre la violencia. Lenine terminó la música en esa dirección y lo hizo con estilo muy personal, en base a sonidos del folclore del nordeste de nuestro país con un tratamiento contemporáneo. Hay un tema entero, por ejemplo, a ritmo de frevo, muy pero muy pesado, con pequeñas frases que no cualquiera reconoce.
Breu desorientó por completo al público y a la crítica brasileños. Nada de la alegría desenfrenada con aires juguetones y sensuales que la compañía venía desplegando desde sus orígenes, con mayor y menor intensidad en cada presentación. Por el contrario, la pieza nace con una imagen de devastación y caída desde la cual surgen escenas de choque, agresión y fuerzas en combate. “Trabajar con la violencia cambió mi forma de coreografiar: sentí que los bailarines tenían que tener más libertad, que yo ya no podía marcar todos los movimientos. Y, la verdad, armamos algo muy rico desde el punto de vista de la composición”, explica Pederneiras, con una formación como bailarín que atribuye a los maestros argentinos Oscar Araiz, Norma Binaghi y Freddy Romero.
–¿A qué dimensión de la violencia alude la obra?
–Las violencias pequeñas que practicamos todos los días. En nuestras casas, en el trabajo, en la calle, en el interior de las familias. No tiene humor como Lecuona, es oscura, con momentos de choque entre los intérpretes, mucho trabajo en el piso y un ambiente de violencia y tristeza. Cuando empezamos a viajar por Europa, siempre flotaba la expectativa de que hiciéramos algo bien alegre, casi como un carnaval brasileño. Y esta obra es la más opuesta en ese sentido. Podemos ser tan sombríos como cualquier otro pueblo.
–¿Cómo definiría el lenguaje de la compañía?
–A esta altura ya tenemos un sello, una marca que fuimos desarrollando a partir de las danzas callejeras del Brasil y del folclore, siempre con un tratamiento más contemporáneo y cierta orientación sensual porque los movimientos nacen de las caderas.
Pederneiras integró la compañía de Araiz en el ’74 y, tras la disolución de ésta, decide regresar a Brasil y crear una propia. “Teníamos entonces muy pocas certezas pero estábamos seguros de dos cuestiones: que sería una compañía de danza moderna y que funcionaría de modo profesional. En Belo Horizonte no había elencos del tipo que no fueran oficiales. No teníamos un campo de trabajo y queríamos crearlo. Eramos un grupo de amigos: en nuestra primera obra Maria Maria, bailábamos los cinco hermanos, dirigía el sexto, la música era de Milton Nascimento y la coreografía de Araiz. Fue un gran suceso: siete años en cartel, giras por catorce países. Eramos muy jóvenes y el dinero que ganábamos lo invertíamos en la compañía. Precisamente el nombre del grupo deriva de la idea de un corpo de bailarines como un cuerpo de docentes o de bomberos, de un colectivo de personas dedicadas a lo mismo.”
A comienzos de los ’80, sobrevino un viraje importante para el grupo: dejaron de convocar a coreógrafos externos para ganar autonomía artística. “Empecé a coreografiar para la compañía, Paulo y Fernando se dedicaron a luces y a la escenografía; Fresa al vestuario desde una mirada personal, ya que cada traje lo crea sobre el cuerpo del bailarín. El cuarteto se consolidó y desarrollamos un camino juntos”, comenta. Actualmente, un nuevo proyecto los desvela: la creación de un gran centro cultural en las afueras de Belo Horizonte, compuesto por tres edificios con salas de ensayo, galería de arte, teatro, cine y sala de espectáculos para más de mil personas. “Va más allá de la danza porque siempre tuvimos más contacto con pintores, arquitectos, músicos y directores que con gente de nuestro ambiente.”
Grupo Corpo se presenta en el Teatro Opera, hoy y mañana a las 20.30, y el domingo a las 19, con entradas desde 30 pesos.
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