Lun 25.02.2008
espectaculos

DANZA › ENTREVISTA A LUIS GARAY

Apuntes para un collage dadaísta

El coreógrafo colombiano reestrenó Parto, una obra provocadora que invita a buscar nuevas lecturas de sentido.

› Por Alina Mazzaferro

En el IV Festival de Danza Contemporánea, que tuvo lugar en Buenos Aires en 2007, hubo una obra que llamó la atención entre la amplia oferta: Parto. Luis Garay y Pablo Castronovo se entrelazaron en una serie de dúos impecables; eso era, por supuesto, esperable. Sin embargo, había algo más en esa propuesta: un juego con el lenguaje, un mundo semiótico configurándose frente a los ojos del espectador, desafiándolo a encontrar nuevos sentidos. Y una perlita: un video final –la “entrevista con el director”–, clara referencia irónica a la solemnidad con que el público y la crítica consideran a los artistas y sus producciones, especialmente cuando se trata de danza. La multiplicidad de signos y estímulos propuestos por Garay en esa oportunidad no era fácil de digerir o, al menos, de asimilar de una sola vez. Por eso Parto está de regreso y podrá verse todos los sábados de febrero y marzo, a las 23, en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131).

En los últimos años, Luis Garay se ha hecho de un nombre dentro del mundillo de la danza contemporánea local. De hecho, es uno de los jóvenes (tiene 26 años) más elogiados y prometedores. Sin embargo, el romance de Garay con la danza tiene una historia corta y bastante azarosa. Luis es colombiano; comenzó a dar sus primeros pasos en la barra a los 16 años en Finlandia, donde se encontró solo con una beca para terminar el secundario. Nuevamente en Colombia, se metió de lleno a estudiar ballet. Un viaje por Latinoamérica lo distanció de las artes escénicas durante tres meses. Con 18 años, llegó a la Argentina y decidió quedarse a probar suerte. Durante los siguientes nueve años obtuvo una beca en la Escuela de Olga Ferri, logró entrar al Taller de Danza del San Martín donde completó su formación, bailó en espectáculos de Mariana Belloto, Roxana Grinstein y Miguel Robles, y finalmente forjó su reputación como coreógrafo con sus primeras creaciones: Sólo cinco solos, Quién es quién y Quiérame. Fue invitado por Kive Staiff para formar parte de Contemporáneax6 en el Complejo Teatral San Martín. También por Alejandro Cervera, quien le dio un lugar en un ciclo del Centro Cultural Rojas, experiencia de la cual surgió Mein Liebster, su primera incursión en teatro-danza. Además, se perfeccionó como bailarín en Francia, montó algunas obras cortas en Suiza y participó del American Dance Festival, en 2006, para el que creó Doce, una obra que nunca trajo a la Argentina.

Al regresar de Nueva York, algo sucedería en la carrera de este coreógrafo que le permitiría dar a luz una nueva obra con trabajo de parto. Así lo recuerda Garay: “Volví bastante triste. Fue un momento especial en mi vida, de reelegir la carrera y replantearme si realmente quería hacer esto. Había trabajado un montón de años y pensaba que había hecho muchas cosas. Pero en ese momento me cayó la ficha de que estaba todo por hacer, de que esto recién empieza. Eso me generó angustia y me hizo preguntarme: ‘¿querés ser artista o no?...’”. Luego de un mes de inactividad, Garay aceptó armar una propuesta para el festival Código País que combina la moda y el espectáculo en el contexto cool de Las Cañitas. “Dije que sí porque estaba tirado en la cama, no tenía nada enfrente mío, ni un subsidio ni una idea”, se acuerda. “Y lo primero que me interesó fue hablar de lo que me estaba pasando, quise hacer una autobiografía.” Sin embargo, es difícil encontrar en Parto fragmentos reconocibles de la vida de su autor. Más bien, allí está reflejado su estado de ánimo, su espíritu lúdico, su interés intelectual. “Durante toda la obra hay juegos de lenguaje. También en el título: habla de partir hacia otro lugar, porque yo no soy de acá, de partir la obra en partes y también de un nacimiento”, explica Garay.

Influido por la poesía dadaísta, Garay se propuso armar un rompecabezas lingüístico (que puede leerse en una pantalla durante toda la obra), vacío de sentido literal pero permeable a las más variadas interpretaciones. “Buscamos que fuera abstracto, abierto, no queríamos frases cerradas donde uno enseguida encuentra su significado. Descubrimos que el texto desintegrado causaba perturbación, extrañamiento, daba lugar a la imaginación”, explica. Si bien el lenguaje audiovisual funciona como sostén del espectáculo, el interés del director no radicaba en trabajar con tecnologías. El objetivo era fusionar el discurso del cuerpo con el del habla. En otras palabras, armar un “collage dadaísta, no sólo con palabras sino también desde lo visual”, detalla Garay.

En Doce, su trabajo anterior, ya había incursionado en la utilización de un subtitulado en vivo. Allí una bailarina taiwanesa iba describiendo desde afuera la obra mientras aparecía en la pantalla la traducción, una idea que había tomado prestada de Bertolt Brecht con la intención de llevar a cabo su famosa operación de distanciamiento: “Ese extrañamiento de la escena que le permitía romper con la cuarta pared y comunicarse directamente con el espectador es lo que me interesaba reponer en Doce y también en Parto”, cuenta. Aun así, Garay reconoce que, a pesar de su raíz intelectual, sus obras son sumamente corporales. “Estudio filosofía, siempre estoy leyendo, me gusta tener un sustento conceptual detrás de lo que hago, pero mis obras terminan siendo muy físicas. El cuerpo ocupa un lugar muy central, la teoría es sólo la base”, resume. En Parto, por ejemplo, Castronovo y Garay se convierten en una sola corporalidad, en un impecable trabajo de partenaire: “El discurso en la obra está partido, pero el del cuerpo no, es organizado, armónico. Pensamos el dúo como un unísono, el movimiento de uno pide el del otro”.

Garay se encuentra preparando una nueva obra, en la cual se ha propuesto trabajar el tema de la identidad en el mundo globalizado. Además, ha iniciado la gestión para llevar adelante un proyecto de intercambio con el Fórum Internacional de Danza de Belo Horizonte, para que compañías brasileñas puedan venir no sólo a mostrar sino también a crear sus espectáculos en Buenos Aires. “Me interesa dirigir ideas, proyectos, pero coreografiar algo en el sentido de combinar una serie de pasos me parece limitado. También lo es hablar de ‘danza contemporánea’: hoy es danza-tecnología, danza-teatro, danza-conceptual, danza-show. El arte del cuerpo está a la vanguardia. Y la danza ya no es el arte del movimiento; a mí me gusta pensarla como una ciencia del cuerpo”, sostiene.

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