CULTURA › PENSANDO NUESTRA AMERICA, EN EL C. C. DE LA COOPERACION
La conferencia, a cargo de Atilio Boron, Inés Izaguirre, Federico Schuster, Horacio González, Vicente Battista y Raúl Rizzo, propuso el inicio de la reflexión sobre el Bicentenario. “En 1910 éramos ricos, pero éramos zonzos”, explicó Battista.
A falta de espacio entre las gradas de la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación (CCC), los últimos en llegar poblaron las escalinatas y ocuparon el suelo, a casi un metro de la mesa rectangular en la que Atilio Boron, Inés Izaguirre, Federico Schuster, Vicente Battista y Raúl Rizzo aguardaban el inicio de la conferencia Pensando nuestra América, realizada el miércoles pasado con el fin de iniciar la reflexión sobre el sentido del Bicentenario que se aproxima en tierras propias y aledañas. El primero en tomar el micrófono fue Battista y con su discurso la exposición ya quedó en off–side: la imposibilidad de condensar doscientos años en pos de una praxis pretendidamente enriquecedora derivó en una catarata de fechas, conceptos y reflexiones sin límites claros, a modo de brainstorming. “En 1810 nos liberamos del español y teníamos una idea continental. Recordemos a San Martín en Chile y en Perú, buscando la liberación de América latina. En 1910 éramos el octavo país del mundo, pero ya ‘lo continental’ no funcionaba. Eramos ricos, pero éramos zonzos y no nos interesaban nuestros vecinos de enfrente”, subrayó el autor de Los muertos.
“Vinieron años muy duros, muchas muertes, muchas torturas y desesperanza. Después, el proyecto neoliberal de la última dictadura militar, que significó la venta al país. Pero de las cenizas renace el Fénix”, proclamó Battista. La vicepresidenta de la Asociación Permanente por los Derechos Humanos (APDH), Inés Izaguirre, arrancó con una advertencia: “Siempre que se habla de violencia, las imágenes dominantes remiten al ejercicio de la fuerza material. Los golpes, las armas, los hechos de sangre. Esas prácticas han permanecido encubiertas, no como el genocidio de los ‘70”, dijo la socióloga. Y lo ejemplificó contrastando la amenaza que representan los pobres para la clase media mientras la misma pasa por alto la violencia generada por las “fuerzas armadas de seguridad estatal” y las constantes muertes “silenciadas por el hambre”.
“Se encubre el funcionamiento de las relaciones violentas más frecuentes, que han sido legitimadas porque, en ellas, uno de los términos está situado en el lugar del poder y de la autoridad. El otro sólo le debe respeto y obediencia”, prosiguió su análisis. “Sabemos que podemos enfrentar a los viejos genocidas. Quizá la prueba mayor sean los juicios de derechos humanos que se llevan adelante desde hace al menos tres años. Cada uno de los juicios es un enfrentamiento y debemos apoyarlos”, culminó ante un nuevo aplauso cerrado.
“La Argentina –dijo, a su turno, Horacio González– es fruto de un largo proceso de amansamiento de la conciencia colectiva y que se relaciona con el nombre que le dieron los primeros exploradores que buscaban plata. Fueron los dominicos, venidos de la ciudad de Strassburgo, los que comenzaron a mover esa denominación. Strassbourg es una ciudad de la plata también y quiere decir ‘argentinorum’. De modo que el nombre viene cargado de una forma de la economía y su expansión, pero al mismo tiempo genera formas de lo colectivo”, explicó con parsimonia. Más tarde, el director de la Biblioteca Nacional reparó en la proximidad del Bicentenario. “Un aniversario no puede ser una entidad museística, tiene que ser una forma de movilización, de replanteo de la figura histórica de la Argentina, de la valoración de las fuerzas productivas.”
“Mi mirada –dijo Raúl Rizzo– no es un análisis histórico, sino la mirada de un ciudadano ante un signo de interrogación: ¿cómo nos va a encontrar el Bicentenario?”, le puso el cuerpo a algunos murmullos ingratos que bajaban de la platea. Rizzo se despachó con críticas e ironías hacia unos y otros. No perdonó a la ex vicejefa de Gobierno porteño Gabriela Michetti ni a la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Carolotto. Tampoco a los trabajadores. “A veces escucho hablar de la clase trabajadora como una idealización de ella. No creo que por pertenecer a la clase trabajadora se saque título de trabajador y honesto. Hay algunos que sí lo son y hay otros que no. Cuando era afiliado al Partido Comunista íbamos a hacer pintadas en una fábrica de Liniers. ¿Saben quién nos denunciaba a la policía? Eran obreros quienes nos mandaban al frente”, reseñó el actor.
El decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Federico Schuster, centró su coloquio en el Bicentenario y no se desplegó demasiado, como se había hecho hasta aquí. “¿Por qué 1810?”, le preguntó a la audiencia. “Porque es una construcción histórica, que se tomó desde el Siglo XIX”, simplificó. A esta altura, algunas justificaciones se repetían y los que hablaban citaban a los que ya habían hablado. “No se puede pensar la capacidad transformadora de la política sin pensar en el conflicto y en ese sentido el Bicentenario es el escenario de una batalla ideológica”, señaló.
Atilio Boron agradeció la ovación que lo precedió y comenzó su monólogo: “El Bicentenario es una posibilidad de arrancar la discusión de qué país queremos. Tiene que ver con una revolución inconclusa y derrotada, que fue la Revolución de Mayo, lo cual hay que asumir”, propuso. Luego, mostró unas hojas que Osvaldo Bayer le había enviado, el boceto de un trabajo que el escritor prepara, según contó. “Aquí se mencionan cosas importantísimas.” “Eran avances extraordinarios. En Brasil recién en 1889 acabarían con las esclavitud. EE.UU. lo haría en 1865. Esta gente estaba realmente a la vanguardia, pero fueron aplastados”, se lamentó Boron. “Hay que plantearnos la necesidad de rever esa historia, de hacer una operación rescate, porque la historia argentina está llena de falsedades y mitificaciones”, enfatizó.
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