CULTURA › PRESENTACIóN DEL MUSEO DEL LIBRO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
Cristina Fernández anunció el proyecto pedagógico y cultural que registrará la historia de las ediciones argentinas y latinoamericanas. Hubo aplausos y cánticos en un encuentro del que participaron representantes de organizaciones sindicales y de derechos humanos.
› Por Silvina Friera
La presentación del Museo del Libro, proyecto pedagógico y cultural que registrará la historia de las ediciones argentinas y latinoamericanas, fue una fiesta peronista. Ante los ojos de los más incrédulos, la iconografía anticipaba la crónica de un festejo anunciado. Un trapo de la bulliciosa juventud de Carta Abierta, que hizo el aguante sin chistar la hora y media de demora de Cristina Fernández; una docena de banderas de UPCN y otras tantas de ATE, casi con los colores de Chicago –verde, negro y blanco–, los vasitos de plástico llenos de agua que empezaron a circular para paliar la sed y matar el fastidio de la espera. Hasta el ventilador que alguien arrimó, para tirar un poco de aire fresco en un ambiente que se volvía asfixiante, le imprimió un color especial a la previa.
Fernández, que apenas unas horas antes había suspendido su viaje a China, cuestionando al vicepresidente Julio Cobos, llegó al primer piso de la Biblioteca Nacional acompañada por el director, Horacio González; el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia; el subsecretario de Obras Públicas, Abel Fatala, y el secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. Lo primero que hizo fue fundirse en un abrazo con Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. A más de uno la emoción le nubló la vista. “La historia no se escribe con letra caligráfica y perfecta, la historia muchas veces se escribe con letra torcida. Lo importante es escribirla y no que te la escriban otros”, subrayó Fernández.
“El libro no es un poco de papel impreso; el libro es ese que te despierta y te conmociona, y que es capaz de plantearte dudas, interrogantes o certezas”, agregó la Presidenta ante el fervor de una muchachada que no paraba de cantar y aplaudir cada frase que pronunciaba. “Cuando hablamos del libro hablamos de algo más que de un proceso de comunicación o un proceso de aprendizaje. Estamos hablando, en definitiva, de si somos capaces los argentinos, a partir de nuestras contradicciones, complejidades y enfrentamientos, de procesar esa larga historia de frustraciones, fracasos y enfrentamientos para escribir una historia común”, dijo la Presidenta ante varios escritores, como Mario Goloboff, Vicente Battista y Cristina Zucker, entre otros.
El Museo del Libro, que ocupará una superficie de 950 metros cuadrados, demandará una inversión de 10,3 millones de pesos y será levantado en un plazo de 18 meses en un predio adyacente al edificio de la Biblioteca Nacional, en Las Heras y Austria. La nueva institución tendrá un sector dedicado a la escritura, a la imprenta y a los libros, y espacios destinados a la exhibición de los ejemplares más antiguos del patrimonio editorial argentino, además de acoger en sus paredes cuatro frescos de muralistas argentinos. Los arquitectos a cargo del proyecto son los prestigiosos Clorindo Testa y Francisco Bullrich, los mismos que colaboraron con el diseño vanguardista del edifico de la Biblioteca Nacional en los años setenta.
González afirmó que las obras del Museo revisten una importancia fundamental para el país. “La idea consiste en recuperar al libro constituido como manuscrito central de nuestra civilización, de nuestra cultura y del lenguaje de los argentinos; de manera que devuelve, sitúa y constituye al libro como un instrumento de la historia argentina”, señaló el sociólogo y director de la BN, una institución que también celebra este año su bicentenario. “La Biblioteca Nacional es una sombra constante de todos los acontecimientos históricos de la Argentina; vive en la vida literaria y vive también la vida de la crítica; es una institución en el corazón público y en el corazón literario e histórico de la Argentina, que vive hoy su gran momento e inicia así los grandes festejos del Bicentenario”, añadió el director.
Fernández recordó que en los terrenos que actualmente ocupa la BN estuvo la mansión Alzaga Unzué, utilizada como residencia presidencial por Juan Domingo Perón y Eva Duarte, destruida luego del golpe militar de 1955. “La mansión fue destruida, como si alguien pensara que por destruir una casa puede desaparecer la historia. Hay algo de fetichista en eso, hay algo de primitivo, hay algo de gente troglodita...”
–Malditos –gritó un joven, que interrumpió a la Presidenta.
Como si estuviera reproduciendo en miniatura ese emotivo ida y vuelta que generaba Evita en sus discursos, Fernández, jugando de local, le contestó. “No ni siquiera eso; no digamos la palabra malditos que es muy fea, dejémosle a ellos que digan eso. Nosotros digamos nada más palabras bellas, que no significan palabras complacientes, que no significan palabras que oculten verdades. Siempre la verdad es bella, aunque no sea la que nosotros queremos que sea.” En la primera fila, la juventud de Carta Abierta contagió a la multitud repitiendo: “Y pegue, y pegue, y pegue Cristina pegue”.
–Sos una genia –chilló otro señor para hacerse escuchar en ese festival de elogios.
“Yo no quiero ser una genia. Si fuera una genia haría desaparecer a alguno –ironizó entre aplausos y carcajadas–. No quiero hacer desaparecer, ya hubo demasiados desaparecedores de identidades de hombres, mujeres y niños, que todavía buscamos y seguiremos buscando incansablemente porque cuando no estén ustedes, abuelas y madres, van a estar los hijos. Y cuando no estén los hijos, estarán los nietos; y cuando no estén los nietos, estará la memoria inclaudicable del pueblo argentino. No hay sociedad, no hay patria que merezca ser vivida si no hay verdad. Si nos encontramos todos los argentinos en esa verdad y en esa justicia que la verdad demanda, estoy segura de que vamos a poder construir una sociedad mucho mejor que la de estos últimos doscientos años de fracasos, de frustraciones y desengaños.”
La Presidenta, finalmente, convocó “a la construcción de un país diferente en el cual podamos entrar todos, que nadie quede afuera”. “Nosotros hemos cometido también muchos errores porque en aquellos años 40 y 50, inmersos en procesos de transformación inéditos del país y la historia latinoamericana, se acertaba pero también se equivocaba. Después, en la parte chiquita que nos tocó a nosotros, hacia los años 70, también era posible equivocarse. Pero lo que es importante es que siempre estuvimos diciendo las cosas desde un lugar de compromiso, desde un lugar de pensamiento, de involucrarse concretamente en esa historia y elegir con quiénes queremos marchar en esa historia”, planteó Fernández. “Y yo quiero marchar en esa historia de estos 200 años con Mariano Moreno, con Belgrano, con San Martín, con Yrigoyen, con Perón y Evita.”
Mientras la Presidenta intentaba retirarse de la Biblioteca Nacional, la “muchachada” la despidió cantando un himno “setentista”, a tono con el espíritu de la jornada: “Patria sí, colonia no”.
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