CULTURA › ¿INTERNET DESPLAZA A LAS AULAS TRADICIONALES?
La Web 2.0 sumergió a la academia en un mar de colaboración, autoanálisis y comentarios: además de las bibliotecas digitales, las clases de los principales centros de estudios del mundo quedan posteadas, al alcance de quien teclee en busca del saber.
› Por Facundo García
Con el potencial educativo de Internet pasa lo mismo que con el Kamasutra: todos saben que las opciones son muchas, pero pocos logran encontrarle un uso cotidiano sin romperse la espalda en esa búsqueda. A pesar de eso, en los últimos años hubo un boom de recursos pedagógicos online. Las fronteras del flamante paraíso autodidacta –que abarcan desde lecciones universitarias hasta instrucciones para practicar yoga o preparar cocina vegetariana– no dejan de expandirse y amagan con desdibujar el límite mismo de las aulas.
Lo había postulado Chesterton: “Ningún hombre que sacralice la educación puede considerarse culto. Sin una mirada amplia sobre lo que significa educarse, la formación no está completa”. En efecto, la Web 2.0 sumergió a la academia en un mar de colaboración, autoanálisis y comentarios. Cualquiera que entre a los sites de las casas de estudios más renombradas comprobará que las clases –que casi siempre terminaban acotadas a los límites de una habitación– están perdiendo su carácter efímero y privativo. Quedan posteadas, para que las personas que por diferentes motivos no pudieron estar ahí las aprovechen o “remixen” a su gusto. Y no hace falta apelar a estadísticas complicadas para describir el cambio. Basta mencionar que registros audiovisuales como La última lección –una charla de 76 minutos del recientemente fallecido profesor de informática Randy Pausch– se están convirtiendo en los eventos académicos más masivos de la historia, convocando la atención de millones de alumnos “independientes”.
Algunas instituciones ya reaccionaron. Tanto el Massachusetts Institute of Technology (MIT) como las universidades de Yale, Vanderbilt o California tienen sus propios canales de YouTube, que resultan un verdadero manjar para cerebros curiosos. Hay cátedras que postean toda la cursada, lo que incluye compartir con los internautas cientos de conversaciones de una hora o más con referentes de renombre mundial. Y si hasta hace poco los que no dominaban el inglés se veían imposibilitados de aprovechar esos medios, ahora el sitio de videos más famoso estrenó la posibilidad de utilizar subtítulos en inglés y traducirlos al español a través de un comando que se ubica en el sector inferior derecho del recuadro que muestra las imágenes. La traducción es algo robótica, es cierto. Pero puesto que en América latina las clases gratuitas online todavía son relativamente escasas, viene más que bien.
Mientras, la Argentina aloja sus propias experiencias. La aplicación del plan Conectar Igualdad podría darle impulso definitivo a una tendencia que se viene desarrollando hace tiempo. El Canal Encuentro –que ofrece un archivo de descargas con las series Filosofía Aquí y Ahora de José Pablo Feinmann, Pueblos Originarios y Escuelas Argentinas, entre otras– sigue la línea inaugurada en su momento por el portal Educ.ar. Hay mucho más, claro. Fuera del ámbito oficial existen comunidades que ponen en relieve lo que son capaces de construir los usuarios cuando se proponen democratizar el conocimiento. Bibliofyl, sin ir más lejos, empezó siendo un foro de los estudiantes de Filosofía y Letras de la UBA y en 2008 se convirtió en una red para compartir libros, apuntes y clases desgrabadas por un costo mínimo (ver aparte). Los neoalumnos no se las ven tan fáciles. En 2009 tuvieron que suspender sus actividades ante amenazas vinculadas con el actual régimen de propiedad intelectual. “Considerando que la única salida era volvernos totalmente ilegales, decidimos almacenar los datos en servidores lejanos y volver a subir la biblioteca. Algo estaba claro: no íbamos, ni vamos a dejar, que nos persigan con leyes obsoletas y nos impidan el ejercicio de un derecho básico”, explica el grupo que mantiene la página www.bibliofyl.com.
El fantasma del Hágalo usted mismo llegó a la pedagogía. En ese mapa en el que cada quien arma su propio itinerario, las barreras temáticas revelan su artificio. El cálculo y el diseño aeroespacial conviven con la Grecia Antigua y la Segunda Guerra Mundial. Clases de arquitectura como las que pueden tomarse ingresando al canal que el Barcelona Institute of Architecture tiene en Vimeo comparten monitor con las batallas ilustradas de Artehistoria.com. La Biblia junto al calefón, pero bien.
El auge de los autodidactas no está asociado únicamente con la difusión de las tecnologías digitales. Entre las nuevas generaciones viene ganando terreno una tribu que –si bien no es ciento por ciento novedosa– cobra fuerza por el empujón que le han dado subculturas como la de los hackers o la ya citada movida Hágalo usted mismo. Hay quienes denominan “edupunks” a la horda de bochitos que están haciendo del aprendizaje constante y libre su santo y seña. Los que se reconocen bajo esa bandera niegan los presupuestos pedagógicos impuestos a fines del siglo XX: postulan su rechazo a la “comercialización del aprendizaje” y simultáneamente elogian la autonomía y el trabajo colaborativo.
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