CULTURA › LA PARTICIPACION ARGENTINA EN LA EXPO SHANGHAI
Semana a semana, prestigiosos artistas populares se presentan en el pabellón argentino. Impactados por la muestra, los músicos no se achican: “Si uno se conecta profundamamente con lo que está haciendo, las distancias culturales se achican”, dice Lidia Borda.
› Por Karina Micheletto
“Mejor ciudad, mejor vida.” Con este lema como núcleo temático aglutinador, la ciudad de Shanghai está siendo sede de una nueva edición de la Exposición Universal. Un megaevento que en tiempos globalizados responde a una idea moderna del mundo: la de reunir a todas las naciones en un lugar físico, convocándolas a mostrarse frente al resto. Un impresionante despliegue para el que Shanghai se prepara desde hace años, con un plan de trabajo que incluyó la construcción acelerada de redes de subtes y de una ciudadela, con edificios y centros comerciales propios, para albergar a todos los participantes de esta monumental Expo Shanghai.
La Expo, que comenzó el 1º de mayo pasado y continuará hasta el 31 de octubre, es la más grande que se haya hecho en la historia: ocupa 528 hectáreas, durará 184 días, con la participación de 194 países y 50 organismos internacionales y no gubernamentales. Para fines de octubre, se calcula que habrán pasado por allí 73 millones de personas. Números chinos, fuera del alcance de las dimensiones ponderables de este lado del mundo, proyectados a escala global.
El sitio oficial de la Expo devuelve fotos que parecen sacadas de un catálogo futurista: una gigantesca estructura que asemeja a un gusano de seda para el pabellón de Japón. Doce torres de veinte metros de altura inspiradas en un cuento infantil de Nikolai Nosov para representar a Rusia. Una cajita de música a escala para el de Singapur. Un esqueleto de mimbre que parece torcerse sobre sí mismo elevándose desde el pabellón de España. Un diseño de madera, que se asemeja a una estructura de papel con figuras recortadas, en el pabellón de Polonia, una estética que alude a un arte tradicional tanto polaco como chino. Impresionante despliegue para el país anfitrión y para Shanghai, incluyendo un “jardín pantanoso”, con forma de pez, cuyas escamas son terrazas escalonadas que reciclan el agua por medio de la vegetación y la tierra, y una imponente estructura de policarbonato transparente, hecha con material de CD reciclados, para representar a Shanghai.
La apuesta de Argentina pasó, más que por lo espectacular de la imagen, por los contenidos que se pensaron para representar al país. Básicamente, la música argentina. La propuesta conceptual es que una mejor ciudad, siguiendo el lema de la Expo, es aquella en la que es posible que suene la música que representa a su cultura. Y la grilla artística de Shanghai muestra hacia dónde apunta la idea convocante: La Chicana, Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale, Ariel Ardit y el Sexteto Nacional de Tango, dirigido por Andrés Linetzky, Gustavo Santaolalla con Bajofondo, Lidia Borda, Juan Falú y Liliana Herrero, Jorge Navarro, Pedro Aznar, Orozco-Barrientos, el Sexteto Mayor, Raúl Barboza, la Selección Nacional de Tango, Peteco Carabajal, Franco Luciani, Raúl Carnota, el Quinteto Real, Chango Spasiuk, Iñaki Urlezaga, Osvaldo Piro, Guillermo Fernández, Jaime Torres, Rodolfo Mederos, Bruno Arias, Acaseca, el Dúo Coplanacu, Javier Malosetti, Pablo Mainetti, César Angeleri y diferentes parejas de baile de tango son los artistas que semana a semana muestran lo suyo en el pabellón argentino de Shanghai.
“Con esta programación artística se quiso priorizar parte de lo más representativo de nuestra música argentina, en contraposición al concepto cultural ‘for export’ que muchas veces prevalece en la exposición de nuestro arte frente al mundo”, explican los organizadores de la parte artística, a cargo de Secretaría de Cultura de la Nación, que sumaron su trabajo al de Cancillería, organismo encargado de montar el pabellón. “Quisimos garantizar para el pabellón argentino una muestra fiel de las distintas expresiones musicales del país, que no es otra que la música que escuchan los mismos argentinos. Por supuesto, haciendo especial hincapié en nuestra música de raíz, la que nos identifica culturalmente en el mundo, el tango y el folklore.”
En la selección de artistas aparecen los más consagrados y el recambio, los que pasan la posta y la nueva guardia. Así, el tango aparece representado tanto por las formaciones que reúnen hacia adentro esta amplitud generacional –la Selección Nacional de Tango, el Sexteto Mayor, el Quinteto Real, el trío de Rodolfo Mederos trío– como por las “nuevas formas” que proponen Bajofondo, La Chicana, Lidia Borda o las versiones de Baglie-tto y Vitale. Dentro del folklore se integra lo nuevo de Cuyo representado por Orozco-Barrientos, las formas chamameceras de Raúl Barboza o Chango Spasiuk, la fiesta en ritmo de chacarera del Dúo Coplanacu, los ritmos del Noroeste con Jaime Torres y Bruno Arias, la exquisitez de tríos como Aca Seca o el Proyecto Sanluca, las versiones del dúo que conforman Juan Falú y Liliana Herrero. También hay muestras de jazz argentino, con Jorge Navarro y Javier Malosetti, danza con Iñaki Urlezaga y diferentes parejas de baile de tango.
El último en actuar en tierra china fue Pedro Aznar –ayer dio allí el último de sus conciertos–, ya recuperado del susto por el que fue internado unas horas tras bajar del avión (había sentido un brazo y una pierna adormecidos, y se le diagnosticó “un desplazamiento de placas del cerebro”, aunque tras semejante diagnóstico sólo pasó unas horas en observación).
Reunidos en la Casa Nacional del Bicentenario, varios de los artistas convocados para representar a la Argentina en China hacen el recuento de experiencias en Shanghai y en la Exposición Universal, que por sus dimensiones parece una suerte de ciudad aparte. Los que ya viajaron describen, con diferentes ejemplos, siempre marcados por el asombro, la experiencia de actuar en un lugar tan distante al propio, no sólo en el sentido geográfico. Entre tanta anécdota para el recuerdo, el cantor de tango Ariel Ardit es el único que trae un relato definitivamente poco grato: “Vi el primer partido de la Selección en chino. Una tortura. ¡Descubrí que puede haber algo que puede llegar a molestarme más que Mariano Closs!”.
Junto a Ardit, Juan Carlos Baglietto, Lito Vitale, Lidia Borda y Acho Estol, que se presentó en Shanghai con su grupo La Chicana, tiran algunas fotos posibles de la Shanghai descubierta, o al menos intuida, en los escasos días de viaje. Jaime Torres y Javier Malosetti, que aún no viajaron (actuarán en septiembre y octubre, respectivamente), comparten experiencias. El contraste de la nueva China potencia, arrojada a Occidente a puro lujo Armani, con los callejones milenarios que zigzaguean a escasos metros, es una de las postales recurrentes.
–¿Y qué pasa puertas adentro de la Expo, enfrentados a un público que no tiene muchas referencias de la música que hacen?
Lito Vitale: –¡Yo diría que no tienen ninguna referencia! En mi caso es la primera vez que toco en China, y ésta fue una experiencia particular en más de un sentido. Primero, por supuesto, por ir a ofrecer tangos a un público culturalmente tan distinto. Pero además porque el público que va a una exposición no va a escuchar un concierto, va a buscar otras cosas, a divertirse, a conocer. Era un público compuesto en su mayoría por chinos con ganas de recorrer pabellones, que de repente pasaban por el pabellón argentino y se encontraban con nosotros...
Juan Carlos Baglietto: –Y en el supuesto caso de que algún chino haya escuchado alguna vez un tango, las versiones que hacíamos nosotros seguro que no las ubicaban. Para ellos sería una propuesta rarísima. Sería como para nosotros escuchar a dos chinos haciendo sus versiones de música tradicional de su país. Una rareza.
Acho Estol: –Nosotros hacemos muchos temas míos, con lo cual la “rareza” que proponemos seguramente es mayor para el público chino. Y más para el público de la Expo, que es como el público de la Feria de las Naciones, gente que va a recorrer la mayor cantidad posible de pabellones, a sacarse la mayor cantidad posible de fotos, a abrirse paso a los codazos cuando es necesario. Por eso, egoístamente, digo que lo que me dio la China a mí es mucho más de lo que le dimos nosotros. Yo fui a enriquecerme como artista, y volví maravillado con la experiencia.
Lidia Borda: –Esa distancia puede darse no sólo en la China, puede darse en tu misma ciudad, también. En este tipo de situaciones yo trato de que la comunicación pase por otro lado, por la expresión de la voz, por la transferencia de la música. Cuando uno se conecta profundamente con lo que está haciendo –algo que no siempre es posible– las distancias culturales se achican. Aun cuando estando en este lugar la estantería se te movía de una manera impresionante...
–¿A qué se refiere?
Lidia Borda: –Estás en una cultura que realmente te propone algo totalmente diferente, donde uno tiene que reacomodar todo su pensamiento porque está frente a algo que no tiene nada que ver con lo que te enseñaron desde la escuela. Luego, están las diferencias más de forma. Por ejemplo, aunque le pedían a la gente que apagara los celulares en los conciertos (o al menos eso era lo que nos decían), era imposible lograrlo. Ante eso, claro, uno no se puede ofender, estás como de invitada en otra cultura. Pero una vez que intenté empezar un tema y tuve que reiniciarlo porque me distrajo un celular, no volvió a sonar ninguno más. Se ve que entendieron.
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