CULTURA › MARK ZUCKERBERG, EL ENIGMA DETRAS DE LA RED SOCIAL FACEBOOK
Con apenas 26 años, posee una compañía valuada en 40 mil millones de dólares, pero en su actitud y vestimenta no se perciben rastros de ostentación. Un nuevo libro y la película The Social Network intentan develar cómo nació un símbolo de esta era.
› Por Ian Burrell *
Es difícil imaginar cómo será retratado Mark Zuckerberg en el panteón de “revolucionarios globales” que han dejado una impresión duradera en la cultura mundial. Mahatma Gandhi tenía sus anteojos redondos; el Che Guevara tenía su boina. Zuckerberg prefiere una simple remera y una expresión vacía, y la mayor parte del tiempo gusta de guardarse sus pensamientos. Pero es un revolucionario. El presidente y fundador de Facebook controla una red social que acaba de superar los 500 millones de usuarios. “¡Quinientos millones! ¡Oficialmente, son el tercer país más grande del mundo!”, le dijo –sin mucho sentido– la veterana periodista de ABC Diane Sawyer en una de sus escasas entrevista, precisamente para remarcar la llegada a ese número. Sawyer presentó a su invitado como “La fuerza impulsora detrás de una revolución global”. Es que el de Zuckerberg es un logro asombroso. Ha llevado a Facebook a un valor de 40 mil millones de dólares en seis años, y él sólo tiene 26.
Los gobiernos están muy atentos a los poderes de comunicación de un sitio web que llama la atención de una de cada 14 personas en el mundo. Facebook proveyó las herramientas para que una marcha callejera en protesta contra el terrorismo en Colombia, en 2008, convocara a 12 millones de personas. El primer ministro inglés David Cameron lo recibió en Downing Street. A comienzos de julio, Cameron usó una teleconferencia con el pionero de Internet para apelar a los 26 millones de usuarios ingleses de Facebook para que ofrezcan ideas para recortar el gasto nacional. Para ese video, Zuckerberg eligió una simple remera blanca y se sentó en una habitación vacía (para las cámaras de ABC usó el mismo tipo de remera, pero gris). Algunos ven en esa simplicidad una deliberada declaración, que le permite al líder de una compañía que atrae sospechas por su potencial intrusión en la privacidad individual aparecer como alguien tranquilo, poco amenazante. En una entrevista con la revista Fortune, Zuckerberg entró al cuarto descalzo y sin afeitar, para luego limpiar una pizarra con su propio gorro de lana.
Ciertamente, ofreció una imagen bien diferente a la de Cameron (con traje y corbata), una generación más joven que el primer ministro inglés más joven en dos siglos. Al presidente de Facebook se lo suele describir como “cara de bebé”, aunque a menudo remarca que se siente “viejo”. Debe ser porque ha conseguido mucho en su corta vida. Aun así, a menudo algunos comentadores expresan su descontento porque no hace ostentación de lo logrado. Uno observó que eventualmente podría “desaparecer en el aparente agujero negro del que salió”. Ha sido objeto de burlas por su excesivo orgullo cuando, cuatro años atrás, rechazó los intentos de Yahoo para comprar Facebook y le dio vuelta la cara a una oferta de mil millones de dólares. Aun en su modo amistoso, Sawyer se mostró incrédula de que a alguien con semejante riqueza no le interesara ningún símbolo material. Le dijo que había leído que deseaba comprarse un avión privado. “No creo que nunca haya dicho eso”, le respondió secamente Zuckerberg, en una voz que llegaba de lo profundo de su garganta. Asegura que su billonaria riqueza está metida en la empresa y que está comprometido en mantenerla en Facebook hasta que lo haya convertido en “lo que podría ser”.
Muchos caracterizan a Zuckerberg simplemente como un enfermo de Internet, en el molde de su modelo y colega de Harvard Bill Gates. Pero de acuerdo al recientemente editado The Facebook Effect: The Inside Story of the Company that is Connecting the World (“El efecto Facebook: la historia interna de la compañía que está conectando al mundo”, un documentado recuento de los orígenes de FB escrito por el periodista de tecnología David Kirkpatrick), “Zuck”, como le gusta ser llamado por sus amigos, no era un solitario en Harvard. “Las chicas se sentían atraídas por su traviesa sonrisa”, escribe Kirkpatrick, que tuvo amplio acceso a Zuckerberg y sus socios más cercados. “Raramente estaba sin novia. A ellas les gustaba su confianza, su sentido del humor y su irreverencia. Habitualmente tenía una expresión satisfecha en el rostro que parecía decir ‘sé lo que estoy haciendo’.” Esa autoconfianza permanece en las grandes descripciones que Zuckerberg hace de sus logros, comparando su trabajo en delinear las relaciones humanas con los hacedores de mapas del Renacimiento. Aparentemente concuerda con aquellos que lo señalan como un revolucionario global, describiendo a Facebook como “el más poderoso mecanismo de distribución que se haya creado en una generación”.
Es el segundo de cuatro hijos: su madre es psicóloga, su padre es un odontólogo cuyo sentido del humor se extiende al apodo “El indoloro Dr. Z” y un sitio web que promete “atender a los cobardes”. Zuckerberg junior eligió dejar la escuela pública en Dobbs Ferry –un pequeño pueblo a 40 minutos en tren de Nueva York– para ir a la elitista Phillips Exeter Academy, una escuela fundada en el siglo XVIII que aparece en las novelas de John Irving. Entre sus ex alumnos hay varios miembros de la dinastía Rockefeller y los escritores Gore Vidal y George Plimpton.
En la secundaria, Zuckerberg obtuvo premios en matemática, astronomía, física y lenguajes clásicos: era un apasionado del hebreo y el griego antiguo. Más allá del salón de clases, era el capitán y más valorado miembro del equipo de esgrima. Su amor por el sable puede venir de su absoluto fanatismo por Star Wars, que fue el tema de ambientación para su bar mitzvah. Pero a pesar de la naturaleza que tendrían los negocios que estaba por crear, las habilidades de Zuckerberg para comunicar no se igualaban a las que tenía con el florete. Cuando comenzó Facebook, a los 19 años, era “intensamente introvertido... su cara fresca y llena de pecas lo hacía parecer de 15”, apunta Kirkpatrick. “Podía quedarse mirándote mientras hablaba, y mantenerse absolutamente silencioso.”
Las fotografías de Zuckerberg en su habitación en Harvard muestran una pared decorada no con imágenes de iconos estudiantiles como el Che Guevara y John Lennon, ni siquiera Bill Gates, sino una bandera con el nombre y el famoso color carmesí de su universidad. Usaría el espacio de la pared para poner un gran pizarrón blanco en el que fue anotando el código del software para sus últimas ideas, basadas en Internet. Esta imagen de Zuckerberg será redefinida el 1º de octubre, cuando el actor Jesse Eisenberg lo interprete en la película The Social Network. El film, dirigido por David Fincher (Seven – Pecados Capitales, Zodíaco) y con guión de Aaron Sorkin sobre un libro de Ben Mezrich, no fue realizado con la cooperación de Facebook, y su slogan (“No hacés 500 millones de amigos sin hacerte un par de enemigos”) es, en parte, una referencia a los muchos juicios que Zuckerberg ha afrontado por parte de aquellos que reclaman tener derechos sobre Facebook. El mes pasado fue demandado por un ex compañero, Paul Ceglia, que reclama el 84 por ciento de la compañía, aunque Facebook asegura que ese reclamo es “completamente ridículo”.
Recientemente, el diario The Sunday Times describió el retrato que la película hace de Zuckerberg como “un despiadado maníaco sexual, poco digno de confianza”. En lo que parece ser una recreación estilizada de los orígenes de Facebook, el personaje de Zuckerberg es rechazado por su novia estudiantil, Erica, en un bar de Harvard. Erica (interpretada por Rooney Mara, una de las protagonistas de la remake de Pesadilla) le dice que “mientras vos vas por la vida pensando que las chicas no te quieren porque sos un enfermo de la tecnología... quiero decirte, desde el fondo de mi corazón, que eso no es verdad. Es porque sos un imbécil”. Después de eso, Zuckerberg irrumpe en su dormitorio en un brote de furia etílica, agarra inmediatamente su computadora y, utilizando la colección anual de fotografías de los estudiantes de Harvard, alienta a sus compañeros varones a comparar a las chicas con varios animales. En el guión de la película, que se filtró en la red, la idea se vuelve tan popular que hace colapsar la computadora de la universidad.
El verdadero Zuckerberg fue interrogado sobre la película en una reciente entrevista realizada por la cadena ABC. “Es interesante, pero es ficción”, respondió. “Un montón de esas cosas son distracciones, pero la gente es recordada por lo que construye, ¿no? La gente no se preocupa por lo que otros dicen de vos en una película... no me interesa leer un montón de libros sobre nosotros. No leo casi nada de lo que aparece en los medios sobre nosotros. Y es muy probable que tampoco vea la película.” Para ser el tipo que diseñó y construyó la compañía que está conectando al mundo, Mark Zuckerberg prefiere estar extrañamente desconectado.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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