CULTURA › CUENTO CHINO, CLASISTA Y COMBATIVO, DEL PRODUCTOR Y CINEASTA JOSé “PEPE” SALVIA
El film que se estrena el próximo jueves pone el foco en un médico del Barrio María Elena, al que sólo se identifica como El Chino. Pero para los pobladores de ese lugar abandonado por la globalización, ese nombre es más que suficiente.
› Por Oscar Ranzani
Al igual que tantas zonas del conurbano bonaerense, el Barrio María Elena, ubicado en la periferia del Partido de La Matanza, es un lugar muy pobre donde la gente sufre las consecuencias de problemas estructurales. Uno de ellos, el más urgente, es el de la salud. Desde hace varios años, en el barrio hay una salita donde El Chino, un médico cincuentón, deja su vida en ese pequeño habitáculo para curar a cada vecino que se acerca. El Chino empezó desde la nada, en la soledad más absoluta, sin recursos del Estado pero con mucho amor por los demás. Y no sólo trabaja como médico: siendo consciente de que él solo con todo no podía, logró convencer a varios vecinos del barrio de que asistieran al curso de agentes sanitarios que él mismo organizó. De esta manera, creó una red que permite asistir a personas que necesitan que les apliquen una inyección o que les tomen la presión, entre otras prácticas muy habituales. De este modo, logró que la salita no colapsara. El Chino sabe muy bien qué son las dificultades económicas: “Estamos en los pañales de la medicina igualitaria, accesible y gratuita para todos”, admite este médico que dignifica la profesión y que empezó trabajando ad honorem y con esfuerzo logró un nombramiento. El testimonio lo brinda en el documental Cuento chino, clasista y combativo, dirigido por el productor y cineasta José “Pepe” Salvia, que se estrena el próximo jueves en la cartelera porteña.
El film de Salvia muestra el trabajo que todos los días hace El Chino, y su cámara se mete en el escenario donde se realizan las prácticas médicas, pero sin vulnerar la intimidad de la salita. Utilizando la entrevista para conocer el pensamiento en profundidad del médico, pero también usando planos extensos que permiten percibir la cotidianidad de quienes necesitan asistencia, Salvia elaboró un documental que combina el método observacional con el de busto parlante, pero sin excederse en reportajes extensos.
No es la primera vez que Salvia aborda la problemática de la pobreza: en 1997 debutó como documentalista con Libertad Mar del Plata, un film que narraba la experiencia colectiva de una organización social en un barrio de la ciudad más desarrollada de la costa atlántica. “Como lo hice en 1997, eran las primeras voces de las consecuencias del neoliberalismo, el desempleo, que ahora suena como muy trillado pero en ese momento no lo era tanto”, asegura Salvia. Dos años después, lo presentó, justamente, en el Festival de Cine de Mar del Plata. Y allí lo invitaron al evento “Pensamiento del Hombre Latinoamericano”, que se iba a desarrollar en Cosquín. En ese encuentro, Salvia exhibió su ópera prima. “Después de que pasaron mi documental y yo hablé, El Chino presentó el trabajo que estaba empezando a hacer en el Barrio María Elena”, comenta Salvia acerca de cómo conoció al protagonista de su nuevo documental. Al poco tiempo, Salvia comenzó a ir con su cámara al Barrio María Elena y allí conversó más profundamente con El Chino.
El productor de El último verano de la Boyita recuerda que hubo varios motivos que lo impulsaron a focalizar su documental en la figura del médico. “En principio, el personaje es seductor, que es lo principal cuando uno empieza a hacer un documental”, dice. “Más allá del tema, de la narración, del relato que uno pueda armar, es importante tener personajes fuertes”. El segundo motivo fue lo atípico del trabajo: “Era una experiencia única, desconocida para mí. Después me fui enterando de que había experiencias similares en Chiapas y que se fueron influyendo mutuamente con la de El Chino”, confiesa Salvia, quien señala que en su familia hay varios médicos y que ese ambiente familiar también influyó, aunque más indirectamente.
–¿Hacer la película fue también una manera de ayudar a que se conozca la obra de este médico y las necesidades de los barrios del conurbano?
–Muy secundariamente. La primera motivación fue cinematográfica. Parte de hacer una película es la solidez de lo que se cuenta. Eso también está bueno. Pero me interesaba desde lo cinematográfico, no tanto desde lo político. Si no, la película hubiera tenido otras características. No tiene un lenguaje político o de denuncia. El documental aborda la obra que una persona lleva adelante.
–¿Cree que lo que narra el documental es representativo de lo que sucede a escalas mayores con la salud?
–Salvando las diferencias de un cambio que está habiendo a nivel político en estos últimos años, estructuralmente las consecuencias del neoliberalismo fueron masivas. Destruyeron la estructuras de salud y tantas otras. Entonces, la reconstrucción de eso lleva un montón de años. Ahora hay algunos cambios, pero va a llevar mucho tiempo más. No es de un día para otro.
–¿Personajes como El Chino existen por falencias del Estado, o hay otros motivos?
–No sé si por falencias del Estado. Me parece que por una realidad histórica y socioeconómica de distribución de la riqueza y de lo que fue la destrucción de toda la cobertura estatal del peronismo. Eso se destruyó sistemáticamente después del ’55. Se fue destruyendo en diferentes etapas hasta que llegó al aniquilamiento de todo en los ’90. El Chino es un militante, pertenece a la generación de los ’70 y sigue haciendo su trabajo como lo hace toda esa generación. Es una persona construida desde la conciencia política, desde la militancia y desde su compromiso con su profesión.
–Si usted decidió realizar un documental sobre alguien que ayuda a los demás es porque lo ve como algo atípico. Si no, no habría película, ¿no?
–Desde donde lo aborda El Chino es un lugar atípico. Hay dos cosas: cómo aborda El Chino la salud; es decir, a escala humana, de igualdad, y con la intención de entrar en el ritmo de la gente y no imponer un ritmo propio. También piensa en escuchar a todos y en aportar su granito de arena con una gran humildad. La forma en que lo aborda es lo atípico. El documental tiene una filmación un poco carente de una técnica más cuidada, pero lo que más me entusiasma es que tiene un punto de vista similar al de El Chino. Vi otros médicos que tienen un trabajo similar al suyo, pero no les vi esta cosa de la escala humana, del punto de vista de igual a igual con la gente, de ponerse al servicio de la gente.
–El film da cuenta de que El Chino no sólo trabaja como médico sino que también hace un trabajo social en la zona. ¿La idea de El Chino es que como él estudió en una universidad pública debe devolver, de algún modo, los conocimientos a la sociedad?
–El actúa como médico. Lo que pasa es que tiene otra visión de médico: tiene que ver con el abordaje que hace de la situación. El cree que un médico en esas circunstancias tiene que actuar de esa manera. No puede desconocer un médico en esas circunstancias todo un montón de factores que hacen a la salud de los individuos. Y entre ésos, la adquisición de conocimientos y el poder actuar en pos de la salud de uno mismo y de la salud del que tiene al lado hace a la salud. Eso es lo que él plantea y me parece que es lo interesante.
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