Sábado, 6 de noviembre de 2010 | Hoy
CULTURA › LOS TRABAJADORES DEL TEATRO COLóN LEVANTARON EL PARO
La asamblea decidió esperar hasta el martes una propuesta de las autoridades porteñas respecto de los reclamos de un aumento salarial. El Ballet Estable se quejó de la inadecuación del piso del escenario, que ya provocó varias lesiones.
Por Diego Fischerman
El jueves, un paro de trabajadores del Teatro Colón impidió la función de la Filarmónica de Buenos Aires en la que sería solista la extraordinaria cellista cordobesa Sol Gabetta. Y ayer, después de ocupar el escenario del teatro para discutir los pasos a seguir, en asamblea decidieron levantar hasta el martes el paro por tiempo indeterminado que habían declarado antes, a la espera de una posible nueva propuesta de las autoridades porteñas. Durante el día, el director del teatro, Pedro Pablo García Caffi, que no es afecto a las frases conciliatorias y que había inaugurado su gestión diciendo que “el Colón no está para apilar gente en los pasillos” mientras firmaba el pase de cuatrocientos empleados a hospitales y otras dependencias del Ministerio de Salud, había comparado a los huelguistas con “piqueteros que en lugar de cortar calles cortan el escenario”. “Son las mismas personas que quisieron impedir la reapertura del Colón, entregadas a un boicot permanente y a una guerra sin cuartel, que se autocalifican como Trabajadores del Teatro, pero que son una minoría dedicada al boicot permanente”, había señalado.
Los conflictos laborales en el Colón y el recurso de la suspensión de funciones tienen una larga historia que incluye por lo menos dos cierres decididos por las propias direcciones del teatro. Tanto Ricardo Szwarcer, a fines de los ’80, como Sergio Renán, una década después, eligieron cerrar el teatro antes que permitir la escalada de la presión gremial. La situación había llegado a pacificarse durante la gestión de Leandro Iglesias como director administrativo y Marcelo Lombardero como su par artístico (ambos conducen actualmente el Argentino de La Plata), pero el desatino del nombramiento de Horacio Sanguinetti al frente del teatro y la suspensión de actividades en que derivó su inacción forzaron un estado deliberativo casi permanente y una situación potencialmente explosiva.
El detonante fueron las cámaras del servicio de seguridad tercerizado –y resistido por parte de los trabajadores–, la “broma” de un empleado que tapó una de las filmadoras con la mano y la decisión del director del teatro de iniciar las investigaciones del caso, tratando el asunto como un delito laboral pasible de sanciones. Esa decisión fue informada pocas horas antes de la que debería haber sido la última función de la ópera Kátya Kabanová, el pasado 28 de septiembre, y una asamblea se reunió entonces en el escenario para pedir la anulación de cualquier clase de investigación y, de paso, un aumento salarial del 50 por ciento. La consecuencia inmediata fue la suspensión de esa función y ése es el antecedente al que los trabajadores se refieren cuando aseguran que en treinta días no recibieron respuesta a sus reclamos.
Es cierto que los sueldos del municipio no tuvieron reajustes durante este año. “Estamos solicitando un porcentaje que contemple equiparación igualitaria con los trabajadores del Teatro Cervantes”, anunció ayer el secretario general de ATE Capital, Rodolfo Arrechea, quien estableció que la diferencia es de “un 40 por ciento”. El ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, aseguró por su parte que “los manifestantes son un pequeñísimo grupo que no representa la totalidad de los empleados” y aseguró que “está la voluntad política del Gobierno de la Ciudad de transformar esa situación. La motivación es la de impedir que el Colón funcione y viene desde hace muchos años; hace ocho o nueve años la pianista Martha Argerich fue echada del teatro por el mismo grupo”.
El punto en que hacen hincapié las autoridades es que, pocas horas antes de la concreción de la medida de fuerza, se había firmado la conciliación obligatoria en la Subsecretaría de Trabajo porteña. Este conflicto se suma, en realidad, a la cancelación por parte de la dirección del Colón de lo que quedaba de la temporada de ballet, con funciones de El corsario (donde Paloma Herrera iba a ser la solista) y La bayadera. En ese caso, el núcleo de la discusión gira alrededor de la inadecuación del piso del escenario y salas de ensayo, que provocaron ya lesiones en los bailarines. Los integrantes del Ballet Estable aseguran que no hubo ninguna respuesta ni intento de solución y Lombardi, en cambio, afirmó: “El escenario principal se cambió cinco veces por diferentes pedidos. Paloma Herrera vino, ensayó y dijo que el piso está perfecto, que es el que se usa en todo el mundo”. Al respecto, García Caffi indicó que “es un piso que se nos pidió y nosotros decíamos que no iba a funcionar”. Su resumen de situación fue: “Mis decisiones van a tener que ser duras. Estamos en la Argentina, donde debemos premiar a quien hace las cosas bien y castigar a quien no las hace”.
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