CULTURA › EL ENCUENTRO LATINOAMERICANO DEL LIBRO SOCIAL Y POLíTICO DEL BICENTENARIO
El análisis de Osvaldo Bayer es una de las muchas puntas de análisis que ofrece la cita en la Biblioteca: un amplio arco de pensadores traducirá en palabras este presente, mientras la explanada será escenario de la IV Feria del Libro Social y Político.
› Por Silvina Friera
La región que supo andar de mal en peor –abatida por las heridas del neoliberalismo de los ’90– ahora se presenta más segura de sí misma ante la mirada de muchos testigos y protagonistas del cambio. Las dificultades y frustraciones que encontraba por doquier son eclipsadas por un humus común de convicciones, de hechos y de palabras que desmienten el divorcio crónico entre el decir y el hacer. “Latinoamérica está llegando a tiempo a su cita con la Historia.” Lo dice Rodolfo Hamawi, director nacional de Industrias Culturales, a horas del comienzo del Encuentro Latinoamericano del Libro Social y Político del Bicentenario, que se inaugurará hoy a las 18 en la Biblioteca Nacional (BN) junto con Jorge Coscia (ver aparte), Horacio González y Norberto Galasso. El debate es el músculo principal en movimiento de este encuentro, que se extenderá hasta el sábado. Un elástico coro de voces integrado por Osvaldo Bayer, Ricardo Forster, Eduardo Rinesi, Pedro Brieger, Pablo Marchetti, Hernán Brienza, Miguel Rep, Marta Dillon, Tununa Mercado, Pedro Saborido, Osvaldo Bazán, María Pía López, Pacho O’Donnell, Carlos Barragán, Vicente Muleiro, Edgardo Mocca, Stella Calloni y Luis Bruschtein, entre otros, conformará la banda sonora de esta movida, que contará con las intervenciones de otros invitados notables: el académico brasileño Marco Aurelio García, el chileno Manuel Riesco, el colombiano Manuel Moncayo Cruz y el boliviano Raúl Prada Alcoreza. La integración y los Bicentenarios, la circulación del conocimiento y los bienes culturales, la actualidad de los medios de comunicación, la diversidad y la identidad, entre otras cuestiones, estarán a la orden del día en los foros, seminarios, presentaciones de libros, mesas redondas y conferencias.
En paralelo a este encuentro –organizado por la Dirección Nacional de Industrias Culturales de la Secretaría de Cultura de la Nación y la Biblioteca Nacional–, se realizará la IV Feria del Libro Social y Político en la explanada de la BN, con stands de exhibición y venta de libros de más de 40 editoriales argentinas, revistas culturales y editoriales universitarias, y 20 espacios para las editoriales invitadas de Chile, Bolivia, Uruguay y Venezuela. “En esta época de bicentenarios encontramos un continente en el que lo sucedido hace dos siglos no es una fecha del calendario escolar, sino un proyecto político de emancipación e integración –subraya Hamawi–. Estas celebraciones en la mayoría de los países son un llamado a retomar el proyecto fallido de la unidad que impulsaran nuestros libertadores. El libro no es ajeno a estos acontecimientos en su doble papel de impulsor y receptor de los cambios en las sociedades. La búsqueda de respuestas en la historia a los desafíos del presente, la necesidad de conocer e interpretar lo que nos viene pasando en estas dos centurias de encuentros y desencuentros, todo eso está en las ediciones que surcan nuestra Latinoamérica.”
El director de Industrias Culturales señala que basta con visitar las mesas de cualquier librería para comprobar el auge del libro social y político. El fenómeno es una de las puntas del lugar que la política viene ocupando desde el 2003. “Es un efecto del resurgir de un sentido de la política, su sentido más noble, que es el de la transformación, el de la reparación y el de gobernar en la dirección de los intereses populares –fundamenta Hamawi–. En estos años, los textos se leen no como espectadores, sino como protagonistas; son libros involucrados y que nos involucran. Plantean desafíos y nos desafían a ser actores.” No viene mal despejar la hojarasca y esbozar una suerte de inventario express de una época pretérita no tan lejana. Durante muchos años las políticas públicas consistieron en administrar la deuda y el ajuste. “Se nos convenció de que eso era lo natural; se habló del fin de la historia. Los ciudadanos debíamos ser espectadores de la política de los expertos. Difícilmente en ese clima pudiéramos tener nuevos lectores interesados en estos temas, fuera de lo académico”, recuerda Hamawi. Sería injusto –agrega– no señalar el papel de decenas de editoriales y autores que “aun con este desprestigio de lo político siguieron apostando a promover debates y resistencias”.
En 2007, la primera feria que organizó la Comisión del Libro Social y Político (Clisyp), que funciona en la órbita de la Cámara Argentina del Libro (CAL), se realizó bajo el lema “Lo social nos convoca”. El lema de la segunda edición fue “Argentina debate”, en medio del conflicto con los ruralistas. “Creo que desde ese momento el país no dejó de debatir –pondera Hamawi–. La discusión por la 125 la perdió el Gobierno, pero paradójicamente ganó la batalla simbólica al instalar en la sociedad la polémica sobre qué tipo de país queremos. Y que este país puede ser una construcción y un proyecto colectivo.” La traducción de este intenso debate que no cesa se reflejó en la edición. En 2007 se publicaron 1450 títulos de ciencias sociales y políticas; en 2008 el número final fue 1949, y el año pasado se editaron 2168 títulos. Los años de mayor producción editorial en Argentina fueron 1952, 1973 y 2009. “Es difícil comparar distintas épocas, se deben tener en cuenta los contextos generales, sobre todo en períodos tan intensos como los ’70. Corremos el riesgo de esterilizar el presente si lo ponemos en espejo con el pasado –advierte Hamawi–. Dicho esto, creo que en términos de edición hoy encontramos mayor amplitud en temas y abordajes. Hay una escritura más abierta a la búsqueda y con menos modelos cerrados.”
¿Qué aspectos destacar del paisaje que ofrece el libro social y político por los pagos latinoamericanos y con la celebración del Bicentenario de varios países de la región? El historiador Norberto Galasso, que participará del acto de apertura, bosqueja una respuesta. “La lucha contra el analfabetismo, especialmente en Cuba y Venezuela, va de la mano con la edición de libros sociopolíticos. La Patria Grande se busca a sí misma y entonces repiensa las viejas enseñanzas y cuestiona a la economía liberal, la historia liberal-conservadora y la cultura enciclopedista. Las verdades soterradas salen a la luz con nuevos autores y reediciones de los grandes pensadores nacionales.” No se puede soslayar un detalle: los dos años de mayor auge del libro social y político, 1973 y 2009. “Ambos períodos se caracterizan por una búsqueda de la identidad nacional, la preocupación por lo latinoamericano y la ruptura con los mitos difundidos por la escuela y las grandes editoriales del ‘régimen’ –enumera Galasso–. Una fuerte politización que anda por las calles se expresa también en las vidrieras de las librerías, especialmente con el boom de los libros de historia, que ha alcanzado incluso a la radio y la TV, como no se había producido antes.” Hecha la comparación, nobleza obliga, el historiador esgrime las diferencias. “Las condiciones son distintas como para parangonar lo de hoy con lo de los ’70. Aquélla era resistencia y vértigo contra una dictadura. Hoy existe cierto apoyo oficial, y es menos tumultuosa, pero creo que más profunda e igualmente militante.”
Osvaldo Bayer no puede jactarse, ni quiere, de lo que a esta altura del partido es una evidencia: disfruta de una intensa vida. Conoce, como pocos, el paño. Y sigue en la pelea. “Quien como yo viene de aquella generación de libros quemados, prohibidos, de autores y editores en el exilio o desaparecidos, hoy cree encontrarse en el paraíso”, subraya el escritor. El viernes de la semana pasada, el autor de La Patagonia Rebelde participó de la inauguración de la librería de Razón y Revolución, en el barrio de Flores. El recuerdo está fresquito, como una mano de pintura que se toma su tiempo hasta fijarse en la pared. “Creí entrar en el paraíso porque no sólo tenían expuestos los libros de esa temática –social y política–, sino la mayor parte de los que se publicaron en los gloriosos años ’70. Un lugar como para quedarse a vivir allí”, cuenta Bayer. Al acariciar los libros de aquellos años (“que costaron tantas vidas”), las nuevas ediciones de esas glorias del pasado y los nuevos autores siempre en la búsqueda de un continente libre e igualitario, el veterano de tantas batallas sólo pudo pensar en una frase: “El ser humano no se rinde, sigue su búsqueda”. “Latinoamérica también ha avanzado. Allende no murió en vano ni tampoco toda aquella juventud que salió a la calle en esos años. Salvo Colombia, Perú y ahora este traspié de Chile, en todos los otros países de este Sur se respiran aires nuevos; aires que siempre repercuten en las universidades, en los sindicatos y, por supuesto, en las librerías.”
Encuentros como el que se vivirá durante cuatro días en la Biblioteca Nacional tienen la peculiaridad de radiografiar el presente y atisbar el futuro, siempre con las páginas de un libro fundacional en la memoria de cada uno de los participantes. En el caso de Bayer, el primer libro social y político que tuvo se lo regaló un anarquista alemán, Richard Turath, que había actuado en la revolución socialista alemana en Munich, en 1919. “Vivía en el barrio de Belgrano y mis hermanos y yo lo visitábamos siempre”, repasa. Ese libro, La vida de un rebelde, de Rudolf Rocker, editado por La Protesta, fue un cross a la mandíbula del joven Bayer, que entonces tenía 16 años. “Estoy hablando de la década del ’40, poco antes del primer peronismo –aclara–. En la Argentina había una profusa edición de periódicos y libros de la izquierda socialista, comunista y anarquista, llevadas a cabo por esas organizaciones. Johann Most –el protagonista de ese libro que me regaló Turath– había sido el gran rebelde de Augsburgo y redactor de aquel famoso periódico Freheit (Libertad). La lectura de ese libro me impactó porque defendía el deber de hacer la revolución para lograr la igualdad en libertad; algo que cantábamos desde chicos en el Himno Nacional argentino. Todavía en los años ’40 las lecturas políticas tenían una marcada influencia europea, cosa que fue cambiando en los sesenta cuando se puso el acento en lo latinoamericano.”
Los años ’70 fueron los años de oro de la edición de libros. “A partir del ’68, del gran movimiento estudiantil europeo que repercutió en el mundo entero, se produjo un cambio en la lectura. Había un ambiente que podríamos calificar de ‘revolucionario’ en la edición y lectura de libros. Por supuesto también en la música y en el cambio de las relaciones afectivas. En el momento actual vivimos un tiempo diferente –compara Bayer–. Las furiosas y crueles reacciones de los mandamases de siempre no sólo eliminaron a los mejores durante la dictadura, sino que llevaron a revisar los métodos con los cuales los jóvenes revolucionarios querían instalar un sistema más justo. Hay un convencimiento de que hoy el cambio se puede hacer a través de la palabra y las movilizaciones populares; existe el convencimiento de que ni el sistema capitalista ni la llamada ‘dictadura del proletariado’ pueden llevarnos a la solución final. Tenemos que aprender del pasado; por eso debemos leer, estudiar, investigar, para marcar los próximos pasos en base a las experiencias históricas.”
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