CULTURA › ENCUENTRO LATINOAMERICANO DEL LIBRO SOCIAL Y POLITICO DEL BICENTENARIO
“Todos los procesos políticos están sustentados por el libro”, aseguró el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, en el inicio de este ciclo de debates, el miércoles por la tarde, en la Sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional.
› Por Silvina Friera
En el día de la militancia peronista no llovió torrencialmente. El paisaje que ofrecía la explanada de la Biblioteca Nacional (BN), una seguidilla de stands con libros y revistas, estaba permeado por la pasión de la militancia en la edición. El miércoles a la tarde, alguna que otra nube amagó con reescribir aquella jornada histórica de 1972 durante la inauguración del Encuentro Latinoamericano del Libro Social y Político del Bicentenario. Pero ni una gota de agua cayó para mezclarse con los recuerdos de algunos que ahora peinan canas. Las paredes de la Sala Jorge Luis Borges fueron la mejor caja de resonancia del entusiasmo colectivo del que dieron cuenta el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia; el director nacional de Industrias Culturales, Rodolfo Hamawi; el director de la BN, Horacio González, y el historiador Norberto Galasso. “El libro es promotor y termómetro de las situaciones sociales, y hoy también refleja el momento que estamos viviendo”, subrayó Hamawi, organizador de esta movida en la que Osvaldo Bayer, Miguel Rep, Luis Bruschtein, Hernán Brienza, Pedro Saborido, Guillermo Korn, Ricardo Forster, Marta Dillon, Pacho O’Donnell y Eduardo Rinesi, entre otros (ver aparte), debatirán sobre la integración latinoamericana, la circulación del conocimiento, los medios de comunicación, la diversidad y la identidad, la ciencia y la educación, entre otras cuestiones latentes en la región.
El libro es protagonista también de esta nueva atmósfera que se respira, en un momento en que “el proceso emancipador latinoamericano vuelve a retomarse en la mayoría de los países del continente”. El director nacional de Industrias Culturales mencionó alguno de los libros más leídos en los años ’90 –el best-seller empresarial ¿Quién se ha llevado mi queso? y El fin del Estado-Nación– y los comparó con los que están en los primeros puestos del ranking en estos días, como La gran epopeya, de Pacho O’Donnell, o La anomalía argentina, de Ricardo Forster. Los títulos, a simple vista, trazan una suerte de parábola que va del marketing y la autoayuda a la historia y la política. “Nuestra sociedad parece elegir cada vez más la política para desandar frustraciones, encontrar rumbos y transformar nuestra realidad. Su resurgimiento como arte de la transformación, de la distribución y no del ajuste, permite que haya un mayor interés de los lectores por hacerse cargo de esta realidad a través de estos textos que nos interpelan a ser protagonistas de nuestra época”, reflexionó Hamawi.
El director de Industrias Culturales no dudó en hacer “total justicia” al dedicarle este encuentro y la IV Feria del Libro Social y Político –que se desarrolla en paralelo junto a las mesas, presentaciones de libros y debates– a Néstor Kirchner: “El nos enseñó a ser mejores lectores de la vida, de la política, de nuestro compromiso”. Una ola de aplausos aprobó esa sentida dedicatoria y dio rienda suelta a la emoción compartida entre quienes –de la mano del ex presidente– hoy se sienten mejores lectores que en el pasado. El director de la BN, siguiendo la estela de esa emoción, transitó por algunas de las lecturas claves de su vida. Horacio González recordó, entre otros títulos esclarecedores, Los condenados de la tierra, de Frantz Fanon, y La formación de la conciencia nacional, de Juan José Hernández Arregui. “No es fácil hacer una distinción entre el libro social y político, un concepto que al menos para mí entró en crisis”, reconoció el sociólogo. Pero más allá de los cuestionamientos respecto del “género”, agregó que “el libro vuelve a sacudir la conciencia”. “Vivimos una época de grandes invitaciones a seguir pensando la escena política y la escena social.” González evocó a dos leyendas de la edición: Arturo Peña Lillo, “el gran editor de Arturo Jauretche”, y Boris Spivacow, que marcó “un nuevo período de las ciencias sociales en la Argentina”.
Jorge Coscia destacó las efemérides que surcan este Encuentro. La inauguración coincidió con la celebración del día de la militancia; el cierre –mañana–, con el Día de la Soberanía Nacional, por la batalla de la Vuelta de Obligado. “Hace 38 años, miles de argentinos enfrentamos la represión para recibir a quien por razones políticas había estado fuera de la Argentina tanto tiempo. Cuando se movilizan miles de personas, no lo hacen con un libro debajo del brazo, pero todo proceso político está sustentado por el libro”, admitió el secretario de Cultura de la Nación. “La Vuelta de Obligado es una gesta negada”, advirtió Coscia. “Si no hubiese existido la resistencia de esa gesta, no seríamos la Argentina de hoy.” Luego analizó las consecuencias de esta negación: “La historia es una carrera de postas en la que la memoria parece perderse y la historia volverse inconsciente, cuando no lo es. La conciencia que vale es la que sirve al interés común en función de un proyecto no abstracto, anclado en una sociedad determinada”.
En la explanada de la BN, el pequeño festín de libros estaba servido. Los paladares exigentes revolvían stands y encontraban la Correspondencia Perón-Cooke (Colihue), compilada por Eduardo Luis Duhalde; el recién editado La batalla de la comunicación (Colihue), de Luis Lazzaro; Rodolfo Walsh. Los años montoneros (Continente), de Hugo Montero e Ignacio Portela; un Diccionario del peronismo (Biblos), de Alicia Poderti; el flamante Valientes (Marea), las crónicas de coraje y patriotismo en la Argentina del siglo XIX que rescata Hernán Brienza; El Movimiento Obrero Argentino. Historia de lucha de los trabajadores y la CGT (Ediciones Fabro), de Claudio Díaz; y El sueño del Pepe y el Uruguay del futuro (de la uruguaya Trilce), de José Mujica, entre tantos otros títulos. Jorge Gurbanov, editor de Peña Lillo-Continente, ponderó el papel que tuvieron los acontecimientos políticos y sociales que se fueron desarrollando a partir de 2003. “Dada la participación activa cada vez mayor de nuestros jóvenes, estudiantes y militantes, es nuestra tarea y responsabilidad, desde el trabajo editorial, apoyar este proceso”, afirmó Gurbanov. “Posibilitar la difusión de nuevas formas del pensamiento facilitará la creación y desarrollo de organizaciones sociales y políticas que lleven adelante los postulados de una identidad nacional y latinoamericana.”
A Juan Manuel Pampín le sobran los motivos para que el pecho se le infle al ver desplegados los libros de Corregidor, editorial –creada por su padre– que cumplió 40 años de existencia. “Difundimos la cultura nacional y latinoamericana en sus más variadas expresiones”, sintetizó. El catálogo habla solito. Y dice mucho con sólo repasar a los autores publicados: Hernández Arregui, Perón, Raúl Alfonsín, Jauretche, Rodolfo Puiggrós y Galasso. Y Galasso fue el encargado de epilogar la apertura del Encuentro. “América latina se está buscando a sí misma y se encuentra en un proceso de reunificación”, aseguró. Escritores, sociólogos, historiadores, politólogos, periodistas, estudiantes, militantes y muchos más tienen la certeza de que están llegando a tiempo a su cita con la historia.
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