CULTURA › JULIO FERRER Y SU LIBRO EL OFICIO DEL PERIODISTA
El investigador propone una colección de entrevistas con grandes maestros de una actividad que está en el nudo de la tormenta. Osvaldo Bayer, Horacio Verbitsky, Herman Schiller, Rodolfo Braceli y Stella Calloni, entre otros, dan su testimonio.
› Por Facundo García
“¿Cómo puede ser que a esto se le llame periodismo?”, se dijo Julio Ferrer en 2008, cuando el conflicto con las patronales del campo arreciaba y buena parte de la prensa nacional ofrecía uno de sus capítulos más lamentables. La indignación lo impulsó a buscar el consejo de viejos lobos, para que le contaran si las redacciones siempre habían estado tan llenas de bajezas. Osvaldo Bayer, Horacio Verbitsky, Herman Schiller, Rodolfo Braceli y Stella Calloni, entre otros, le dieron su opinión. Y paulatinamente, la bronca inicial se fue metamorfoseando en El oficio del periodista (Punto de Encuentro), una colección de entrevistas con grandes maestros de una actividad que está en el nudo de la tormenta.
“Me gustó la idea de hacerles a ellos las preguntas que me revoloteaban a mí por la cabeza”, explica Ferrer, que tuvo el tesón de gestionar solo y sin apoyo los diez encuentros que terminaron conformando el mosaico final. La mayoría de los elegidos participaron en las grandes luchas políticas de la segunda mitad del siglo XX. “Son hombres y mujeres que pasaron por redacciones legendarias. Y los tenemos acá, viviendo al lado de nosotros, con la experiencia a flor de piel. ¿Cómo desperdiciar esta oportunidad de que nos transmitan lo que saben?”, comenta el investigador.
Lo mejor de las charlas que integran El oficio... es que logran invocar dos espíritus que se han vuelto rareza: el del compromiso y el de la mística. En los testimonios, el humo de los cigarros se mezcla con el del tecleo interminable de las máquinas; y las noches luchando contra el imperialismo desde un sótano van mechándose con aventuras jalonadas por todo el continente. Hay amistades, idealistas que se juegan el cuero por sus compañeros, grandes amores. Y con el transcurrir de las páginas el “ser periodista” termina por definir mucho más que un trabajo: se convierte en elección de vida. Los ejemplos sobran. Rogelio García Lupo repasa sus tertulias con Rodolfo Walsh y Jorge Masetti, Bayer recapitula su vida sindical, Calloni describe su obsesión por enlazar periodismo y poesía y Verbitsky cuenta cómo intentó continuar con la Agencia de Noticias Clandestina (Ancla) cuando la dictadura ganaba confianza y Walsh –otra vez Walsh– ya había sido asesinado.
Asoma, asimismo, la nostalgia por un gremio que sabía estimular el diálogo entre jóvenes y veteranos. De ahí que rincones olvidados de la historia vuelvan a iluminarse para dar relieve a las huellas que dejaron los pequeños gestos de camaradería. Hay quien eligió recordar la mesita de Raúl González Tuñón, siempre rodeada de novatos que lo escuchaban fascinados. Otros se acordaron de Osvaldo Soriano, capaz de narrar un viaje en colectivo como si fuera una saga épica. E incluso hubo espacio para detallar cómo eran las rutinas de los diarios del interior, donde supieron tallar plumas tan afiladas como la del propio Braceli o la de Antonio Di Benedetto.
“De paso, aproveché para consultarles qué pensaban de la formación que tienen actualmente los periodistas”, interviene el compilador. Si antes las principales herramientas de formación profesional eran los libros y el impulso autodidacta, hoy son la academia y los posgrados auspiciados por grandes monopolios informativos los que se venden –no sin artimañas– como atajo para entrar en el ambiente. Sin embargo, ese avance institucional/empresarial no llevó a los entrevistados a idealizar las décadas que pasaron. Después de todo, la mayoría de ellos padeció censura y persecuciones. Por eso su lección tiene que ver con la tenacidad para abrir resquicios de libertad, aun en contextos extremos. Ante el cinismo de los resignados, El oficio... presenta un inventario de resistencias. “Por suerte, están estos colegas de raza que han logrado construir un camino, para invitar a los que vienen detrás a que no se vendan al mejor postor ni se conviertan en un eslabón más de la cadena de manipulación y desinformación de las corporaciones”, observa Ferrer.
Cada uno de los protagonistas tiene su propia perspectiva. No obstante, la mayoría coincidió en destacar a Walsh como modelo, y casi todos consideraron que la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es un avance enorme en la lucha por la democracia. “Lo que me impresionó –resume el hombre que reunió a la decena de voces– fue el lugar que ellos le dan a la dualidad periodista/militante. Es como si nos enseñaran que todo el que escribe, cuando está comprometido con la verdad, se transforma en un militante de la palabra.”
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