Domingo, 26 de junio de 2011 | Hoy
CULTURA › ENTREVISTA A ANGELES GONZALEZ-SINDE, MINISTRA DE CULTURA ESPAÑOLA
En los últimos tiempos su nombre quedó asociado a la pelea por la ley que buscó regular las descargas ilegales en la web, pero un encuentro con la funcionaria española abre múltiples caminos, que incluyen el próximo Congreso Iberoamericano de Cultura.
Por Eduardo Fabregat
Desde Madrid
Con un sencillo vestido negro, sin maquillaje, sentada en el sillón de un despacho sin más lujos que la amplitud, Angeles González-Sinde parece desmentir la resonancia que su apellido adquirió en España. Directora de cine, guionista, ocasional actriz y periodista, actual responsable del Ministerio de Cultura, la madrileña de 46 años que recibe a dos periodistas argentinos viene de entablar (y ganar) una cruenta batalla contra el tráfico de archivos ilegales en Internet. Una batalla en la que se involucró a tal punto que la reglamentación resultante se conoce como Ley Sinde, y a la que los ingeniosos de siempre apostrofan de Ley Sindescargas. Ese, de todos modos, es un tema lateral en el encuentro, cuya principal motivación es el anuncio oficial del IV Congreso Iberoamericano de Cultura, que se llevará a cabo del 15 al 17 de septiembre en Mar del Plata, y en el que la ministra será no sólo asistente sino también responsable de una ponencia que servirá de paso como introducción al V Congreso, a realizarse en España en febrero de 2012.
–¿Cuál es su visión de este encuentro en Argentina?
–Lo importante de este Congreso es la oportunidad: estamos en un momento en el que se da una crisis económica internacional que está arrastrando un cambio y revisión de los valores con los que nos hemos manejado en los últimos 20 años, y una reconversión industrial que en toda la cultura está suponiendo la digitalización, Internet y los nuevos modelos de negocios. Esas dos circunstancias combinadas hacen que sea un buen momento para poner en común las políticas públicas de cultura. Yo creo que la riqueza de Iberoamérica es que si por una parte hay un imaginario y un espacio compartidos, por otra parte hay una gran diversidad. Cuando cualquiera de nosotros viaja por cualquier país iberoamericano, lo hermoso es reencontrarte con lo que es muy familiar pero al mismo tiempo es diferente, como una versión distinta de ti mismo: eso es muy apasionante. Dentro de ese contexto iberoamericano, cómo preservar la diferencia, la diversidad, y generar al mismo tiempo un espacio común, colectivo, donde los productos culturales, los artistas, los creadores, las iniciativas, los archivos y patrimonios viajen mejor y se conozcan mejor mutuamente, es la parte en la que tiene sentido hacer un congreso y que todos los ministros comparemos esas miradas y veamos cuáles son las dificultades que transitamos y qué cosas funcionan. Me parece que el tema elegido por el gobierno argentino, y la oportunidad en el tiempo, son una buena elección.
–Habla de “una oportunidad en el tiempo”. La percepción del peso real de la cultura en las sociedades se ha modificado, ¿o no?
–En el pasado, a la cultura por parte del Estado se la consideraba como un ornamento, o como una muestra simbólica de poder. Eso ha cambiado: los países somos conscientes de que la cultura está imbricada en la economía, que la cultura genera empleo como cualquier otro sector. De hecho, cuando miras las estadísticas, descubres que la cultura genera tanto empleo, dinamismo, importaciones o exportaciones como otros sectores que en nuestra mente tradicional parecen más importantes, como el sector agrícola o el de la energía, que gozan de más prestigio o respeto. Ahora que la recuperación económica se está apoyando en el nivel de exportaciones, el libro es uno de los productos que más se exporta, y ese es un ámbito en el que Iberoamérica puede apoyarse porque compartimos una lengua que es hablada por millones de personas en el mundo, no sólo por los países que tradicionalmente han tenido al español como idioma oficial, sino porque cada vez es mayor el número de estudiantes secundarios que eligen en Europa estudiarlo. Hay países como Portugal y Brasil en que su estudio ya es obligatorio. En los últimos años hubo un vuelco enorme y esa es una oportunidad para que la lengua pueda tirar como una locomotora a otros productos o expresiones que tienen el valor importante de identidad que es la cultura pero también de generar empleo, porque detrás de cada cantante que sale de gira, de cada orquesta, de cada compañía de danza, película o festival hay cientos de personas que trabajan para hacer eso posible, y de empleos directos e indirectos que dependen de ello.
–España atraviesa un momento de grandes movilizaciones populares, marchas juveniles sobre las ciudades que exigen formas de democracia más directas, con cuestionamientos al sistema financiero y al político. El emergente más claro es el 15-M. ¿Qué rol le cabe a la cultura en este contexto?
–La cultura tradicionalmente es la que primero se hace eco de las pulsiones de la sociedad. A mí, que vengo de ese sector, no me han sorprendido las movilizaciones. En el mundo de los creadores y la cultura, que por lo general está muy conectado con las cuestiones sociales de su tiempo, se veía esta preocupación por pasar a otro ciclo histórico de participación. Me parece algo positivo. Lo que me parece negativo es el escepticismo, el no deseo de participar ni involucrarse en proyectos colectivos. Creo que, a diferencia de los países de tradición protestante, en los países mediterráneos y, por herencia, en los iberoamericanos, es más difícil que participemos en asociaciones, que tengamos el concepto de lo colectivo, del bien común, de lo que es de todos. Es positivo que se participe y se reflexione sobre cuáles son aquellos aspectos de nuestra convivencia, las reglas que nos hemos dado que pueden ser mejorables. A mí lo que me preocupa es que se cuestione la democracia. Creo que la democracia que tenemos en España es sólida y garantiza todos los derechos fundamentales, y que tirar por la borda eso, que es una conquista de todos los españoles tras un proceso de transición muy complejo que ha tenido mucho éxito porque nos ha dado el período de democracia más largo de toda la historia de nuestro país, puede ser peligroso. Porque también en estos momentos de crisis económica, como ya lo hemos vivido en el período de entreguerras, se pueden abrir las puertas a personas que deciden acercarse a la política sin las mejores intenciones, sino con oportunismo. Y ahí los ciudadanos deben estar conscientes y estar preparados con deseos de participar. Esa es la parte que me parece importante de estas movilizaciones, el deseo de participar, en una sociedad que cada vez más tiene valores individualistas, poder unirte a quienes tienes cerca para hacer cosas para mejorar.
–En Argentina, en 2001, también hubo un movimiento de indignados cuya consigna era “que se vayan todos”, pero luego se recuperó el valor de la política. Aquí parecería que se atraviesa todavía la etapa de furia...
–Hay una etapa de pasión que si luego se canaliza en propuestas políticas concretas será positivo. No puedes vivir siempre en esa pasión de enarbolar una bandera, porque en un momento tienes que ponerte en lo práctico y concreto que permite avanzar a las organizaciones, y que las ideas no sean sólo ideas y se materialicen. Es importante que gente más joven se movilice y piense en el valor de la política, porque –repito– el desprestigio de la política no favorece a nadie y puede abrir la puerta a gente que es ajena al mundo de la política, y que ve ese hueco por el que colarse porque tienen los medios o el dinero suficiente, y se pueden convertir en líderes oportunistas. Es importante que la gente tome ese deseo de dar un paso adelante pero sabiendo que esta democracia tiene cosas buenas, es un sistema que funciona, que no debe descalificarse por completo. Yo los invitaría a que participaran en política, que se afiliaran a los partidos y que la renovación se hiciera en los partidos por la participación de la gente en ellos.
–¿Qué balance hace del debate que se generó alrededor de una ley que, aunque forma parte de un proyecto integral, terminó identificada con su apellido?
–Creo que Internet es un espacio muy importante, porque es ese espacio en el que sentimos que nuestra voz es escuchada, que es horizontal, sin jerarquías. En una sociedad en la que la distancia es enorme y no es tan fácil preservar el sentido de comunidad, en Internet y las redes sociales, se genera ese sentido de comunidad y de compartir intereses y objetivos. Y en el momento en que se puede percibir que se puede cambiar algo en esas reglas, la gente se pone alerta, en ese espacio que parece sagrado: eso en sí mismo no es negativo. Lo que me parece negativo es que haya tantos oportunistas que han manipulado algo que es una mera cuestión de derechos mutuos para preservar negocios muy lucrativos, que no son inocentes, como los que arman videoclubes online o la venta de juegos electrónicos o de música para los que no tienen derechos ni permisos de ningún tipo, y así perjudican a muchos trabajadores que tienen derechos. En Internet tiene que haber una serie de reglas de convivencia, como las hay en la vida. Los derechos de uno acaban cuando empiezan los de los otros. Si estamos mermando las posibilidades de alguien de ganarse la vida y ser profesional de la creación, iremos convirtiéndonos en un mundo de amateurs. Como en los países que no tienen nuestro mismo desarrollo económico, que no pueden tener una oferta teatral y no es posible dedicarse a ser actor o director porque no hay una economía que lo sustente. Eso no es bueno. Los países emergentes luchan con todas sus fuerzas por tener cinematografía propia, tener autores que se traduzcan a otros idiomas, por compartir y distribuir su imagen en el mundo; en cambio nosotros, que tenemos industrias culturales, creadores muy asentados que se pueden ganar la vida con ello y se pueden generar nuevos profesionales de la cultura que se incorporan como ilustradores o pintores, directores de cine o escenógrafos, queremos tirar eso por la borda. Eso es algo que no entiendo, por qué alguien quiere destruir un bien por el que otros países luchan tanto y ven con envidia.
–En los últimos dos años, durante la conmemoración de los procesos de independencia de las naciones americanas, se revisó la relación entre España y sus ex colonias y se avanzó en la idea de un encuentro de culturas hacia el concepto de sojuzgamiento de una potencia sobre los pueblos. ¿Cómo vio España ese proceso de revisión del pasado?
–En España hemos vivido con mucho interés los festejos de los bicentenarios, y es un proceso que para España fue fundamental. La relación con Iberoamérica es nuestra identidad: hemos recibido tanto del contacto con Iberoamérica que al día de hoy sigue siendo muy clara, desde nuestra lengua, nuestra cultura o nuestra literatura. Ese intercambio es fértil y continúa. Y también hay un aprendizaje político continuado. Se trata de aprender de esas experiencias del pasado y ver que los procesos de independencia del pasado se dieron de una manera que todavía contiene lecciones para nosotros hoy. Eso es fundamental. La revisión histórica es constante y no tenemos ahora el mismo concepto de cómo fueron esos acontecimientos que se tenían hace 50 años bajo la dictadura de Franco. Juntos hemos recorrido un camino enorme que nos lleva a que hoy en día veamos las lenguas indígenas, por ejemplo, con una visión profundamente distinta. Hemos creado un Centro de Lenguas Amerindias para reunir todo ese conocimiento y se que trabaje en red con los centros de Iberoamérica de todos los países que prestan atención a sus lenguas autóctonas y, en los que no, generar un intercambio académico. El Museo Reina Sofía tiene una mirada protagonista de las vanguardias del Sur, por contraste al relato del arte contemporáneo desde el Norte o anglosajona. O sea que ese trabajo no cesa nunca. Los bicentenarios sirven, como todas las conmemoraciones, para reavivar ese interés y análisis que para nosotros es muy claro.
–¿Ya tiene claro sobre qué versará su participación en el congreso de Mar del Plata?
–Los ministros nos reuniremos en agosto en Asunción para ver a qué temas vamos a prestar atención preferente. Lo difícil va a ser acotar, porque tanto Argentina como España salimos de períodos de dictadura en los que la cultura jugó un papel muy importante en la transición democrática y en la resistencia, y ahora estamos en un momento de cambio de ciclo, y debemos ver cómo se relaciona la cultura con el poder. Es una reflexión interesante. Nosotros tenemos una mirada del rol que juega la cultura como transmisor de valores democráticos, de resistencia, de apoyo o de renovación. Al cabo de 30 años, ¿qué relación tiene el gobierno o quien administra el Estado con las políticas culturales? Ese es un tema que me parece interesante.
–Lo que queda claro es que ya nadie puede ningunear la cultura, o plantearla exclusivamente en términos de mercado.
–La vida cambia y la cultura percibe esos cambios incluso cuando son incipientes. La cultura es el termómetro de lo que está pasando en la sociedad, y es muy sensible: los creadores se nutren de eso, de estar redibujando la sociedad constantemente y viendo lo que es imperfecto o mejorable o es injusto. En la cultura se percibe con años de antelación lo que luego se acaba viendo en la calle.
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