Dom 10.07.2011
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CULTURA › OPINION

Leer como los niños

› Por Liliana Bodoc *

Llega la Feria del Libro Infantil y Juvenil, y con ella la posibilidad de reflexionar sobre los textos que escribimos, editamos y elegimos para los que llamamos “lectores en formación”. Personalmente, en esta ocasión, elijo dialogar con los adultos; aquellos que, en contracara etárea, deberíamos ser “lectores formados”. Tratándose de la lectura entre niños y jóvenes son constantes las declamaciones de decadencia, pérdida y desdén. No estoy negando que exista un problema; pero ese problema inicia en la falsa estima que la sociedad tiene del arte, en la desvalorización del pensamiento artístico y en la dificultad que tenemos para entender lo “inútil” como imprescindible para la especie.

Por eso voy a destacar las virtudes lectoras que, con alta frecuencia, evidencian los niños y los jóvenes. Para comenzar, difícilmente abran un libro, cualquiera sean las medallas o los desméritos de su autor, con una decisión tomada. No los abruman los prejuicios de ningún signo, y eso no es poco. Para seguir, son afectos a las lecturas repetidas. ¿Alguien supone que eso es un problema? Yo no lo creo. Más bien al contrario, la repetición es garantía de sutileza en el entendimiento, es el modo de lograr el espesor que sólo se consigue capa sobre capa de tiempo sobre tiempo. Porque, además, si de literatura se trata no es posible leer el mismo libro.

Solemos atribuir a los niños y a los adolescentes la necesidad irreductible de reconocerse y reflejarse en el texto a través de los personajes, el argumento y el lenguaje. Mi experiencia me demuestra que esa hipótesis es inexacta. Ellos suelen ser mucho más generosos y dispuestos a aceptar la “otredad” en literatura que nosotros. Dicho de otro modo, niños y jóvenes son capaces de reconocerse en personajes extraños, fantásticos, indefinibles. Pueden encontrar referencias de sí mismos en un emperador chino, en un dragón, en un abuelo siberiano, en una bailarina de otros siglos. Nosotros, tan circunspectos, creemos que sólo somos seres humanos.

Los niños aceptan el vacío que propone la maravilla, y no necesitan que Alicia se justifique con un sueño. Tengo la sensación de que, para leer como si fuésemos niños, se requiere una buena dosis de valentía.

* Escritora.

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