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Jueves, 29 de diciembre de 2011

CULTURA › LO QUE QUEDó DE LA TEMPORADA CULTURAL 2011

Visitas ilustres y debates políticos

Tres Premios Nobel de Literatura –Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee y Orhan Pamuk– pasaron por la Argentina. Las elecciones y la historia reciente marcaron la agenda editorial.

 Por Silvina Friera

Todo balance es una empresa ciclópea. Cuanto más se intenta abarcar, menos se aprieta. Habrá que menear la cabeza con resignación, sin gambetear la responsabilidad de trazar algunas coordenadas de un año signado por la visita de tres Premios Nobel de Literatura –Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee y Orhan Pamuk– y por “millares de conversaciones diferentes”, metáfora que Gabriela Adamo, directora de la Feria del Libro de Buenos Aires, tomó prestada de un maravilloso texto de Gabriel Zaid para explicitar las contradicciones que desatan la diversidad de intereses entre visitantes, autores, lectores y expositores en el predio de la Rural. Tal vez la industria editorial ayuda poco al lanzar un sinnúmero de libros nuevos que deben encontrar su lector ideal. O su lector a secas, para prescindir de mayúscula aspiración. El esquivo tiempo es una piedra en el zapato que muchas veces posterga la concreción de este deseo. El soterrado afán de perdurar excede este racconto, tensado por el inventario de lo que quedará y de lo que se perderá en estos meses marcados, según el ranking de los “más vendidos”, por los textos de no ficción al compás de la política –en el contexto de las recientes elecciones nacionales– y de la historia reciente.

Y sin embargo, de los libros publicados en 2011, hay más de una docena de destacados títulos de ficción, como La promesa, un rescate de la obra de Silvina Ocampo; Bellas Artes, de Luis Sagasti; Betibú, de Claudia Piñeiro; Placebo, de José María Brindisi; La tercera mañana, de Edgardo Cozarinsky; Un hombre llamado Lobo, de Oliverio Coelho; Lo imborrable y El país imaginado, ambos de Eduardo Berti, Wakolda, de Lucía Puenzo; Los posnucleares, de Lola Arias, y Vagabundas, de Fernanda García Lao, entre otros (ver aparte). De ese millar de conversaciones, la polémica en torno de la participación del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa en la 37ª edición de la Feria del Libro arrojó un saldo más que interesante.

Movidas literarias

Como frutos maduros a punto de caer del árbol del 2011, el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (Filba) consolidó su propuesta de amplificar la movida literaria con una programación que incluyó –por primera vez– a un Premio Nobel de Literatura, el sudafricano J. M. Coetzee, a cargo del cierre; la inauguración –también por primera vez– de un escritor argentino, Luis Chitarroni; además de diálogos con escritores considerados de “culto”, como la japonesa Minae Mizumura, el noruego Kjell Askildsen, el holandés Cees Nooteboom y el brasileño Joao Gilberto Noll. El Museo del Libro y de la Lengua, inaugurado en septiembre, encastra con una tendencia que está insuflando más capacidad pulmonar a la democratización de la cultura y que alentará una zona sustancial de los debates del porvenir. En la misma sintonía hay que subrayar el excepcional trabajo que viene realizando la Fundación Mempo Giardinelli en Resistencia (Chaco), a través del Foro Internacional del Fomento del Libro y la Lectura, que este año celebró la edición número 16. El regreso de los Premios Nacionales (PN), que no se entregaban desde hacía once años, recuperó un estímulo capital destinado a autores y creadores de diversas disciplinas artísticas. Algunos aniversarios ameritan una consideración especial. Ediciones en Danza, editorial integrada por los poetas Alberto Muñoz, Javier Cófreces y Eduardo Mileo, “ridícula empresa”, como la define este power trío quijotesco que ha rescatado –y lo sigue haciendo– a muchísimos poetas eclipsados de la faz de la poesía argentina, ha celebrado sus primeros diez años. Este número trajo el esperado lanzamiento de la Poesía completa del sanjuanino Jorge Leónidas Escudero.

Millares de conversaciones atravesaron al IV Congreso Iberoamericano de Cultura, que se realizó en Mar del Plata. Entre las aspiraciones consensuadas por los escritores latinoamericanos que intervinieron en uno de los Cofralandes –suerte de asambleas cuyo nombre deriva de un vocablo inventado por Violeta Parra para referirse a “la tierra de todos, donde todo puede suceder”–, varios proyectos como la instalación de salas de lectura en las escuelas y la edición de libros a precios económicos sembrarán un puñado impostergable de tareas pendientes para los hogares de cada uno de los veintidós países que participaron. En esta misma línea se instala la iniciativa de sancionar una nueva Ley de Propiedad Intelectual, favorecer la creación de un Fondo Latinoamericano de las Artes y las Letras (Flaal) y la creación de un instituto para la difusión de la cultura y las lenguas iberoamericanas. En cuanto a difusión de las obras argentinas, hay que subrayar la continuidad del programa Sur de apoyo a las traducciones. Convertido en política de Estado después de la participación argentina en la vidriera del mercado editorial, la Feria del libro de Frankfurt 2010, el presupuesto de 480 mil dólares ha permitido seguir inyectando en el amplio y vasto mundo libros de autores argentinos en todos los idiomas.

Debates y combates

Más allá de la pertinencia de la primera carta en la que el sociólogo Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, objetaba el rol central, “sumamente inoportuno”, asignado a Vargas Llosa para la apertura de la 37ª Feria del Libro –un escritor “que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región”–, sin esa misiva y la intervención de la presidenta Cristina Fernández no se hubiera debatido tanto acerca de los complejos compromisos literarios y políticos de los intelectuales, un tópico que parecía arrumbado en el baúl de los objetos perdidos. Una vez expurgado el “escándalo” de la arena mediática y despejada la peligrosa intentona de homologar debate con censura, el affaire Vargas Llosa se prolongó en una catarata de artículos de opinión, muchos publicados en este diario. El episodio, como señaló González a Página/12, aumentó la capacidad pulmonar democrática del país. Además confirmó, por si algunos candorosos aún se rasgan las vestiduras por las “virtudes” de la neutralidad y los espacios asépticos, que la Feria “nunca dejó de ser un termómetro de la política y de las corrientes de ideas que abrigan a la sociedad argentina”. Después de algunos dimes y diretes, el autor de Conversación en La Catedral dio su conferencia, que estuvo a años luz de ser magistral, pero no inauguró la 37ª edición, como se había anunciado. Otro de los acontecimientos del año fue la presentación de ¿Cómo, esto también es matemática?, de Adrián Paenza, que contó con la presencia de la presidenta Cristina Fernández.

Lo masivo contra lo exclusivo, lo espectacular versus lo académico, lo popular a contrapelo de los usos y costumbres elitistas. Tanto fuera como dentro de la Feria, hasta en las terminaciones nerviosas de cada uno de los libros publicados este 2011, la diversidad colisiona saludablemente con las expectativas de imaginarios más o menos amueblados. La armonía, ideal considerado saludable, puede ser también un síntoma de parálisis. En el gran cambalache de textos lanzados con la mira puesta en la coyuntura política, quienes todavía vaticinaban o deseaban, a comienzos del año, correr con los vientos a favor de un nicho de lectores adictos al antikirchnerismo, tendrán que aguzar los sentidos. Exceptuando la factoría atolondrada e inconsistente de Luis Majul, entre los libros más vendidos están La presidenta (Sudamericana), la biografía de Cristina Fernández de Sandra Russo; El Flaco (Planeta), del prolífico José Pablo Feinmann, que acaba de lanzar el segundo tomo de Peronismo por la misma editorial; y Zonceras argentinas y otras yerbas (Planeta), de Aníbal Fernández. Al margen de lo cuantitativo y del fervor con que los lectores sostienen estos títulos, a esta lista habría que añadir otros ensayos que dejarán tela para cortar, como El litigio por la democracia (Planeta), de Ricardo Forster; y Kirchnerismo: una controversia cultural (Colihue), de Horacio González.

Ante la arbitrariedad de este recorte, resta agregar que conspira contra el resumen un universo inabarcable por donde se lo quiera rodear, como son las producciones culturales y los libros. Este año murieron varios titanes: María Elena Walsh, David Viñas, faro en la esgrima de la polémica para varias generaciones; León Rozitchner, Ernesto Sabato, Carlos Trillo y Francisco Solano López. “¡Memoria, cuánto me hiciste sufrir!”, se podría decir parafraseando a la narradora de La promesa, novela de Ocampo que está entre las mejores ficciones de un 2011 que alimentó la liturgia de “conversaciones” perdurables.

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Vargas Llosa, la visita literaria –y política– del año.
Imagen: Pablo Piovano
 
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