Lun 02.01.2012
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CULTURA › VECINOS DE LA PATERNAL PELEAN PARA RECUPERAR EL CINE-TEATRO TARICCO

Defensa de un símbolo barrial

Construido en los años ’20, con capacidad para mil espectadores, cerró en la década del ’60 y hoy es un espacio abandonado. Organizaciones sociales y políticas trabajan para que la gente vuelva a disfrutar del lugar donde alguna vez actuaron Gardel y Piazzolla.

› Por Diego Braude

A comienzos de este siglo, mientras se convertía en noticia que entre las décadas del ’80 y del ’90 habían cerrado por diferentes razones alrededor del 80 por ciento de las salas de cine de Buenos Aires, un colectivo de vecinos –específicamente, la Asociación Amigos de la Avenida San Martín y el grupo La Muralla– iniciaba la aventura de recuperar una que había sido símbolo del barrio de La Paternal: el cine-teatro Taricco. Después de años de insistencia, en 2004, el Taricco fue declarado Sitio de Interés Cultural; se lograba evitar que se lo demoliera o que se le realizaran transformaciones radicales. En 2005 se consiguió que la Legislatura de la Ciudad aprobara una ley de expropiación, pero “pasan tres ejecutivos, a falta de uno, y ninguno lo compra. Pasan tres años, y se cae la ley”, relata Norberto Zanzi, uno de los miembros del Grupo Taricco (http://recuperemoseltaricco.blogspot.com/), que en 2011 trabaja por la recuperación del cine continuando lo que comenzó aquel primer colectivo.

El cine-teatro Taricco, construido en la década del ’20 por Luis Taricco y con capacidad para mil espectadores, cerró en la década del ’60 y se podría decir que, de alguna manera, la gente lo dejó ir. Donde alguna vez cantó Gardel o tocó Piazzolla, se puso un supermercado, el Minimax, cadena de la familia de empresas pertenecientes a Nelson Rockefeller. Fue un objetivo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) en 1969 para manifestar su repudio a la visita del multimillonario durante el onganiato. Más adelante, el Minimax fue reemplazado por Supercoop, otra cadena de supermercados, esta vez perteneciente al Hogar Obrero. Pero a principios de los ’90 el Hogar Obrero se convirtió en una víctima más de las políticas del menemismo y ahí sí, finalmente, lo que alguna vez había sido uno de los orgullos del barrio se terminaba de convertir en un espacio abandonado.

En 2008, al pasar tres años de sancionada la ley de expropiación, ésta caducó al no haber sido ejecutada por ninguno de los tres ejecutivos que habían pasado desde 2005. Pero a esto se sumó otro problema: la gente que había trabajado tanto se fue dispersando y tomó dos años más reunirse de nuevo de manera sistemática y conformar lo que ahora lleva el nombre de Grupo Taricco. Lo positivo fue que ese nuevo comienzo trajo un grupo más amplio (que incluye organizaciones vecinales, ONG, espacios culturales y representaciones de partidos políticos de colores varios, algo que se repite en otras experiencias similares) y con la conciencia de que si consiguen que prospere el proyecto de ley que se está buscando insertar otra vez en la Legislatura (que avanzó y ahora espera ser tratado en la Comisión de Presupuesto, después de lo cual finalmente llegaría al recinto), podrán ver hechos concretos.

“Todo esto se hace a pulmón”, dice Zanzi. También, como es el común denominador en proyectos de este tipo, llevan adelante acciones en la calle: “Vino (José) Piazza, que es un solista del Teatro Colón, vino (Osvaldo) Bayer... bueno, como si estuviéramos adentro, pero afuera”, y hace sólo unos días realizaron un Festival por la Recuperación del Taricco frente al edificio. Hasta hay descendientes de Taricco que son parte del Grupo y apoyan la iniciativa. En cuanto al tema de los herederos, si bien no obstaculizaría la expropiación, la sucesión no estaría definida ni clara.

Pensando hacia delante, Zanzi remarca que “lo que queremos son dos cosas: que llegue la cultura en general al barrio y la cultura entendida para el barrio y para lo que le interesa al barrio”. Por eso, en el Grupo Taricco apuntan a conseguir “que se pase a la gestión de la comuna, y que la comisión que lo maneje sea de vecinos elegidos de cada ONG, de cada uno de los grupos, que son los medios de comunicación barriales, escuelas, cooperativas escolares, centros culturales, teatros...”.

En cualquier caso, lo del Taricco no es algo aislado, sino que es parte de una lista creciente de barrios que buscan la recuperación de sus cines, entiendiéndolos como parte de su identidad cultural. Zanzi explica que, por ahora, les es difícil coordinar acciones conjuntas. Lo que en el Grupo Taricco tienen claro después de la última vez es que, incluso si consiguen que el tema de la ley avance, “ahora hay experiencia y hay que seguir actuando”.

Otras épicas en la ciudad

El Aconcagua (Villa Devoto) y el Gran Rivadavia (Floresta), que pertenecen a la misma dueña, están más avanzados en sus procesos que el Taricco. Con una propuesta similar a la del Grupo Taricco en cuanto a la elaboración de un centro cultural con prioridad para los artistas de la comuna, el Aconcagua termina el 2011 más cerca de obtener la ley de expropiación. El Gran Rivadavia, en cambio, cerrado desde 2004, apunta a encontrar una forma de negociación independientemente de si es mediante expropiación por parte del Gobierno de la Ciudad o por combinaciones entre inversiones públicas y privadas; el objetivo, más que por una forma de gestión específica, pasa por recuperar espectadores y un espacio cultural clave para el barrio. Ambos han sido declarados Sitios de Interés Cultural, lo mismo que los que se mencionan a continuación.

El Arteplex Caballito cerró sus puertas a fines de 2010, después de funcionar sin interrupciones desde su creación como Cine Moreno en 1946. A los programadores del Arteplex les quisieron cuadruplicar el alquiler, no hubo negociación y el edificio pasó a manos de una cadena de ropa deportiva (una más que se suma al área de Rivadavia y Acoyte). Desde entonces, los vecinos vienen reclamando por su protección y reapertura.

Ahora bien, hablando telefónicamente con Página/12, el arquitecto Gabriel De Bella, de la agrupación vecinal Salvar a Floresta, que está detrás de la recuperación del Gran Rivadavia –quienes, además, esperan que salga en el Boletín Oficial el proyecto aprobado que modifica el Código de Edificación para proteger de manera concreta a teatros y cines-teatro, como se suponía era el rol de la Ley Nacional 14800–, advierte que la expropiación no es necesariamente la solución: una ley aprobada no es una ley ejecutada, e incluso si lo es, eso no significa que sea bajo las condiciones de gestión exigidas por los vecinos.

Por su parte, El Plata (Mataderos) fue reactivado durante 2011, no sin antes atravesar un camino que incluye haberse transformado en depósito de electrodomésticos en 1987, una expropiación en 2005, promesas incumplidas, un intento de transformarlo en CGP en 2008 y, finalmente, no sin intervención previa de la Justicia, una reinauguración reciente con obras que continuarán en 2012. El Gobierno de la Ciudad ubicó al cine bajo la órbita de la Dirección General de Museos y los vecinos siguen trabajando, ya no sólo para que las obras se concreten, sino para que su participación en la gestión se vaya convirtiendo en una realidad.

En todos los casos, se suele mencionar el apoyo permanente del Incaa, que suele aportar materiales y logística para los ciclos itinerantes que en más de un caso son parte de estas movidas.

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