CULTURA › DESPUES DE 15 AÑOS EN EL MISMO LUGAR, EL C. C. BARRACAS DEBERA MUDARSE
El vencimiento del contrato de alquiler y diversas trabas burocráticas obligan a una mudanza. “Sueño, más que con una sala, con un centro de creatividad comunitaria”, señala el director Ricardo Talento. Hoy podrá verse la obra El Loquero de Doña Cordelia.
› Por Diego Braude
Adentro del galpón de Yriarte 2165, el Circuito Cultural Barracas (http://www.ccbarra cas.com.ar) deviene en el Loquero de Doña Cordelia, la pensión donde han ido a parar los locos del barrio. Reza el dicho que sólo los niños y los locos dicen la verdad, y en la pensión de Doña Cordelia la cuestión es que han decidido refundar la Revolución de Mayo, sacudiendo y provocando historia, mitos y bronces. Si Borges ubicaba su Fundación Mítica en la manzana palermitana de su niñez, los habitantes de lo de Cordelia lo hacen con su refundación revolucionaria en Barracas. El espectáculo, que se llama precisamente El Loquero de Doña Cordelia y se podrá ver hoy a las 22, brilla, y espectadores de toda extracción aplauden fervorosamente cuando cae el imaginario telón, pero lo que ahí ocurre va más allá de la obra teatral y musical.
“Uno cuando está creando está en un grado de exposición muy grande, y ahí somos todos iguales”, dice Ricardo Talento, que encabeza desde sus inicios, a mediados de los ’90, este proyecto artístico comunitario. Cuentan con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, de Proteatro y del Instituto Nacional de Teatro, sumado a la colaboración de Los Amigos del Circuito, pero después de quince años en el mismo lugar, cuando termine mayo, el Circuito Cultural Barracas deberá mudarse. Se vence el contrato de alquiler y, aunque pudieran renovarlo, en diciembre vence la habilitación transitoria y ajustarse a las nuevas normativas post Cromañón excede sus posibilidades económicas (luego de idas y vueltas, se llegó en 2010 a una regulación aceptable para la inmensa diversidad de salas teatrales no convencionales que habitan Buenos Aires, pese a lo cual el costo de las modificaciones suele ser muy alto o inaccesible en algunos casos). Actividades y algunas funciones (en julio retoma El casamiento de Anita y Mirko, un éxito del grupo que lleva más de diez años en escena) se trasladarán mientras tanto al Centro Municipal de Diseño (Algarrobo 1041), pero muchas de sus acciones, hasta que puedan conseguir un nuevo espacio propio, deberán tornarse itinerantes.
El deseo a futuro sería la zona de la Estación Yrigoyen, a pocas cuadras de la ubicación actual, y donde se sitúan los orígenes del C. C. Barracas. Esa ligazón al territorio es una de las que habla de creer lo cultural como transformador y que llevan a Talento a hacer hincapié sobre la necesidad de lo que llama pasar de una etapa más de resistencia a una de construcción hacia adelante. “Sueño, más que con una sala, con un centro de creatividad comunitaria –elabora el director–. A partir de desarrollar la creatividad podés imaginarte otras cosas, el mundo posible. Ese famoso tomar el espacio público se va a lograr cuando dejemos de estar paranoicos.”
–Este proyecto empezó en el ’96...
–En un momento en que hablar de un proyecto comunitario era estar medio a contrapelo de todo. Todo el mundo creía que estaba en el primer mundo, creía que ir al shopping y tener una tarjeta de crédito era la solución. Nosotros propusimos este proyecto en el barrio de Barracas y no casualmente se acercaron enseguida muchos vecinos. La comunidad no se estaba comiendo esto del primer mundo, del individualismo; necesitaba juntarse con otro, construir con otro. Y no casualmente las obras eran: una de la murga, que se llamaba Primer Mundo en camiseta, y la otra fue Los chicos del cordel, que era un espectáculo de calle, donde se decía que estábamos estableciendo como paradigma de construcción la exclusión y se expresaba que alguien quedaba fuera del sistema, como si un ser humano fuera algo descartable. El vecino quería contar eso, como comunidad que no podía dar respuesta al chico que aspiraba Suprabond, y entonces surgió un espectáculo.
–¿Cuál es la diferencia, a la hora de cobrar entrada, con respecto a otros espacios?
–Nosotros cobramos una entrada que cubre el 59 por ciento de los gastos. Vos fijate que son elencos de setenta vecinos. O sea, hay una diferencia, no son dos actores en escena... Esa entrada se cobra para que funcione el proyecto, no para que cobre alguien individualmente. Nosotros no pretendemos para nada disputar el mundo profesional ni confundir a ningún vecino que se crea profesional, porque no está preparado para esa tarea. Más, cuando hay alguna persona que dice que descubre que su carrera son las artes, lo creativo, uno ahí ya insiste para que vayan a los institutos de formación, porque el camino va a ser otro y las necesidades formativas también.
–La pregunta tiene que ver con el hecho de que, para el espectador que no conoce el ambiente, no hay diferencia entre una obra, por poner un ejemplo, del circuito oficial, y una del Circuito Cultural Barracas...
–Claro, pero esa pregunta es muy interesante, porque es la pregunta que a veces atraviesa perversamente nuestra sociedad, hasta a nivel familiar: “¡Che!, ¿vos vas todas las noches allá?, ¿y qué?, ¿te pagan?”, y “¿cuánto cobrás para hacer esto?”. Y eso desmoviliza y hace mierda cuántos espíritus que tienen ganas de participar y, a veces, el familiar más cercano dice: “¡Che!, ¿vos siempre vas ahí?, ¿no ves que te están cagando?”, como si alguien se estuviera haciendo rico, cuando en realidad uno está proponiendo otra forma de construcción. Todos esos temas los tratamos en estos proyectos –hacemos reuniones de reflexión–, esa cosa de “me están cagando”, bueno, ¿qué significa venir acá?, ¿qué significa construir con el otro? Yo les digo “vos venís un sábado a la noche, y ves sesenta vecinos de sectores medios, sectores menos medios, todos maquillándose juntos, todos... ¡ya es un hecho revolucionario!”. Que estén compartiendo con otros cien que vienen a ver la función es un hecho modificador.
–Usted decía que en un momento se pasó de la resistencia a la construcción...
–Digo la resistencia, porque uno está proponiendo formas de construcción, porque no somos inocentes... Nosotros no construimos desde una política partidaria, porque sería violentar al propio vecino, si dijéramos la línea de acá es tal. Ahora, sí hay una construcción política, porque cuando vos te ponés de acuerdo con cien personas para contar algo, no sos inocente políticamente, estás contando algo que te interesa contar. Entonces, yo creo que esto son construcciones políticas de la comunidad; que todas las generaciones se junten y participen de un proyecto comunitario ya es una propuesta política, que además asombra a mucha gente de otros países, porque lo comunitario se hace con chicos, se hace con jóvenes, pero nunca consiguen la conjunción de los adultos, de los adultos mayores, y eso produce una retransmisión de saberes, de memoria, de energías. Cuando construís junto con otros te das cuenta de que ni el viejo es tan boludo ni el joven tan peligroso.
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