Jueves, 19 de julio de 2012 | Hoy
CULTURA › FELIPE PIGNA Y SU FLAMANTE BIOGRAFíA DE EVA PERóN
A través de Jirones de su vida el historiador busca eludir los simplismos que atraviesan la figura de Evita. “Parece ser que ella molesta por sus vestidos, sus actitudes; pero ella molesta porque tiene un discurso y una práctica revolucionaria para la época”, destaca.
Por Cristian Vitale
Cuando tuvo que iniciar el tomo 1 de Los mitos de la Historia Argentina, Felipe Pigna recurrió a una frase de “Héroe de la clase trabajadora”, el gran tema de John Lennon. Al mismo músico apeló, cambiando el track, para empezar Mujeres tenían que ser. El tema no podía ser otro que “La mujer es el negro del mundo”. Ahora, resulta que la visita frustrada de Eva Perón a Londres, durante su famoso viaje de 1947 a Europa, se trató de un auténtico “Day Tripper”. “Me gusta mucho jugar con los títulos y subtítulos”, dice él, rodeado de libros y claridad solar en su oficina de Caballito. “Aunque a muchos les parezca poco académico, a mí me divierte y a los lectores también... es una forma de descomprimir cuando estás hablando de cosas fuertes.” Pigna, el historiador más popular de la Era, acaba de publicar Jirones de su vida (Planeta), una sustanciosa y muy bien documentada biografía sobre Eva Perón que presentó ayer en el Museo Evita, a casi 60 años de su muerte. El libro marca, desde la parte, el todo que lo identifica. Su huella personal. Su forma rigurosa y a la vez desacartonada de abordar análisis y estudios históricos. “Lo hago porque me divierto y porque le falto el respeto a la autoridad constituida... es una forma de subversión cotidiana que está muy buena”, extiende. Y sonríe.
–¿Por qué un libro sobre Evita, hoy?
–Hacía falta hablar de ella desde un punto de vista más político que pintoresco o de mito. Yo creo que pocas personas en la historia tienen una vida tan concreta y palpable en hechos como Evita, y que el mito fue construido posteriormente. Fue una de las personas que más hizo, que más actuó concretamente en la realidad. El libro plantea una Evita que construyó política, y por eso le doy mucho espacio a su palabra, para que la gente sepa qué pensaba ella, porque generalmente se la analiza sin darle la posibilidad de defenderse. La encaro como sujeto histórico, político, y no como personaje pintoresco, en suma, en el marco, como decía antes, de una biografía contextuada, con guiños a la literatura y esas licencias que otros historiadores no se pueden tomar.
–El “Day Tripper” como parte de la Gira Mágica y Misteriosa, como llama a la estadía de Eva Perón en Europa...
–Un viaje increíble, sí, en el que pasan muchas cosas. Sobre todo en España, donde lleva a Carmen Polo, la mujer de Franco, a los barrios pobres, a los que ella se resistía ir por considerarlos “rojos”, o cuando le dice a Franco que el Escorial, el palacio de Felipe II, era un buen lugar para construir un hogar para los chicos huérfanos de la Guerra Civil.
–O cuando interviene ante el mismo Generalísimo para que liberen a Juana Doña Jiménez, la militante comunista que había participado de un atentado contra la Embajada Argentina en protesta contra su presencia...
–Pide por ella y logra que no la maten. En Italia hubo un episodio parecido, donde estaba esa confusión de que Perón era como Mussolini, y la van a insultar, detienen a los militantes, y ella pide por su libertad. Incluso, ya no estando en Roma le sigue preguntando al cónsul si habían liberado a todos. Sí, fue una gira mágica y misteriosa.
En casi 400 páginas, Pigna resuelve con soltura y seriedad, la corta pero intensa vida de Evita, desde su complicada infancia en Junín, hasta su arribo a Buenos Aires, sus vivencias como actriz, su rol en los albores del peronismo, la famosa gira, su incansable obra por los pobres y los desamparados a través de la Fundación Eva Perón, su muerte, y el periplo increíble de su cadáver. “Se han escrito cosas buenas sobre ella, pero en general son análisis que van de lo antropológico a lo semiótico, donde siempre hay una mirada por arriba, un abordaje de Evita como una chica que hizo lo que pudo. Yo creo que es un personaje político que llegó a construir un poder muy importante, porque de hecho manejaba dos de las tres ramas del peronismo (la sindical y la femenina), y la acción social. Y esto la constituye como la otra gran líder carismática del peronismo, que es un fenómeno muy raro... un movimiento con dos líderes carismáticos que conviven como pueden, y que no tiene antecedentes en el mundo. Evita enfocada en la acción social y Perón enfocado en la tarea más amplia de unir al movimiento”, sostiene el historiador.
–¿Cómo se posiciona entre ambos en este período de resignificación histórica que atraviesa la cultura política argentina?
–La verdad es que no creo en el evitismo, porque me parece que es un infantilismo. Creo que el peronismo hubiera sido tal sin Evita. El líder estaba, su construcción política existía, la capacidad política de Perón es innegable, pero indudablemente Evita le agrega un contenido que lo transforma en revolucionario y revulsivo para algunos. Tampoco creo que Evita haya sido un apéndice de Perón, como él mismo se lo da a entender a Tomás Eloy Martínez en el famoso reportaje de 1970. Creo que él tenía ciertos celos por esta cuestión del líder carismático que no quiere competencia. Igual, ese reportaje es muy de época, porque él está viendo el fenómeno de las juventudes que se vuelcan fuertemente a Evita, porque para ellas es más accesible, querible y con muchas menos contradicciones que Perón. Evita le presenta a la juventud montonera muchas menos contradicciones que Perón, porque es una militante revolucionaria muy vinculada con lo sindical, y Perón, bueno... el General era el General, pero Evita es la que se podía poner en el panteón de los setenta, junto al Che. Hubo un fuerte evitismo, y aún lo hay, que no tiene raigambre en la historia, porque Evita sola no podía ser nada. Lo digo con todo el cariño y el respeto que ella merece como sujeto político.
–Y lo ratifica en la biografía. No solo en “el” hecho que la ubicó en una mujer imprescindible (la Fundación), sino en su labor militante, incluso como formadora de cuadros.
–Por eso publico sus clases en el consejo superior peronista, donde ella habla sobre el marxismo, sobre el capitalismo. Son clases que ella da, que no lee, y es muy interesante las críticas que le hace a Marx, y las cosas en las que acuerda con él. Es una mujer autodidacta que se prepara para conducir en ese momento tan vertiginoso, ¿no? También me interesaba aclarar que no hubo corrupción en absoluto en la Fundación, como sí la hubo en la sociedad de beneficencia previa. Es un escándalo ver cómo robaron las grandes damas de las grandes familias, antes de que Evita cambiara las cosas. Investigué los informes de la comisión revisora de la Libertadora y son increíbles, porque lo hace gente que odia a Evita, y no encuentran absolutamente nada. No hubo corrupción, y esto está ratificado por el gorilismo más rancio, que es el que investigó los fondos de la Fundación. Lo único que ven como negativo es que a los chicos les daban todos los días carne y eso era malo porque acostumbraba mal a gente que no solía comer carne. Y, claro, les molestaba el lujo, porque para esa gente un asilo no debía ser un lugar agradable, lindo, como quería Evita.
–Además del eje central que plantea para el trabajo, el de Evita como sujeto político trascendente, hay dos aspectos que adquieren relevancia sobre otros: la discusión sobre su candidatura a la vicepresidencia del segundo gobierno de Perón y el calvario que atravesó su cadáver.
–Su candidatura a la vicepresidencia me parece un momento interesantísimo. Se ha hablado mucho sobre el tema y está bueno que la gente conozca qué se ha dicho. El momento del alzamiento de Menéndez es clave, porque los roces son muy fuertes: está Evita que dice que hay que fusilarlo, y está Perón que calma la situación. Está claro que el intento de golpe es contra su candidatura, pero después está la cuestión de que ella seguía teniendo poder, y estaba el peligro de que el peronismo se corriera hacia la izquierda, como lo avizoraba la Iglesia, que tempranamente advierte la “peligrosidad” de Evita. Es importante despejar estas cuestiones simplistas, donde parece ser que Evita molesta por sus vestidos, sus actitudes; en fin, ella molesta porque tiene un discurso y una práctica revolucionaria para la época.
–Una “peligrosidad” que no culmina con su muerte.
–Totalmente, porque su cadáver expresa el odio de clase a través de hechos clave: el pánico a Evita que lleva a los golpistas a bombardear la residencia donde ella muere (el Palacio Unzué), el abandono del hospital más grande de América para niños, que se convierte en el Albergue Warnes, la destrucción de pulmotores, camas y frazadas, la destrucción de la Ciudad Infantil. Mucha maldad ¿no?... eso de entrar con los tanques en la Ciudad Infantil para que no quede memoria es terrible. Y la tumba, el cuerpo, porque donde estuviera iba a ser un lugar de peregrinaje... por eso, en el medio, hay debates muy fuertes sobre qué hacer: la marina propone destruirla con ácido, finalmente se impone el criterio “católico” de Aramburu, que la manda a Italia con la anuencia del papa Pio XII y ahí queda enterrada 14 años bajo un nombre falso, y sólo cuando los Montoneros secuestran a Aramburu y éste dice, según Firmenich, que el cuerpo está en Italia, empiezan a moverse los cuadros y se apura la devolución del cadáver a Perón. Increíble. Después, los restos van a parar a la residencia de Olivos y, cuando se produce el golpe, Videla dice que no se muda hasta que no saquen esos cuerpos. Al de Perón lo mandan a la bóveda de su familia, en Chacarita, y por el de Evita hay un gran conciliábulo en el que Massera propone arrojarlo al mar, otros destruirla y finalmente deciden enterrarla en la bóveda de los Duarte, en la Recoleta.
–¿Cómo se posiciona usted, como historiador, frente al peronismo?
–Como un movimiento que respeto, y al que no empiezo devaluando como hacen algunos cientistas políticos muy a la europea, que hablan de populismo y, por lo tanto, meten al peronismo en una subcategoría. El peronismo es el movimiento político más importante del siglo XX y, por lo tanto, hay que analizarlo con categorías políticas, porque realmente transformó la realidad social argentina en lo más importante, que es lo redistributivo. Incorpora masivamente a la población al consumo y a los derechos, lo cual le provoca serios problemas, porque de pronto ingresa al consumo una gran cantidad de gente que no consumía pan, leche o carne. Entonces hay una primera inflación, que es la del ’49, que tiene que ver con el ingreso masivo de gente que produce demanda y una Argentina que está formateada desde la Década Infame para que consuma la mitad de la población, bajo un empresariado “nacional” que no se anima a aumentar la producción y prefiere aumentar los precios.
–Una historia recurrente...
–Totalmente. Y entonces, en este sentido, me posiciono con mucho respeto, aunque criticando todas sus contradicciones, porque un historiador tiene que señalar las cosas positivas y negativas. Hay cosas de aquel peronismo que no me van a gustar nunca, y cosas que me fascinan como la gran redistribución de la riqueza o la justicia social, un concepto que Evita ponía en su verdadera dimensión, en el sentido de devolverle al pueblo lo que el poder había acumulado. Es un concepto moderno, pero poco usado en la política mundial. Ella vivió y murió trabajando por los pobres y eso es pura dignidad. Fue una mujer digna y luchó por la dignidad de los desprotegidos.
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