Lunes, 6 de agosto de 2012 | Hoy
CULTURA › MARK HEALEY HABLA DE SU LIBRO EL PERONISMO ENTRE LAS RUINAS
Ingeniero civil e historiador, el autor alemán toma el terremoto de San Juan de enero de 1944 como raíz de una incursión diferente del peronismo, pensado desde el interior y con la destrucción como alegoría de la compleja situación social del momento.
Por Cristian Vitale
Fueron siete segundos. Casi a las nueve de la noche del 15 de enero de 1944 San Juan –y el país– sufrían la tragedia natural más grande de la historia argentina. Un terremoto de 7,4 grados en la escala Richter daba vuelta literalmente la ciudad: 100 mil personas sin techo, 10 mil muertas, más de mil niños huérfanos y todo lo material hecho escombros fue el resultado. Lo primero que se le ocurrió al integrista católico Pedro Pablo Ramírez, presidente de la Nación por entonces, fue hablar de castigo divino. “Es la prueba que el todopoderoso nos envía como reparación de pasados errores”, dijo entre ruinas, horas después. Para cierta parte del Grupo de Oficiales Unidos que había tomado el poder en junio de 1943, un terremoto no era un accidente geológico sino una advertencia de Dios contra las desviaciones morales y políticas de la sociedad. Es más, cada muerto de San Juan operaba, para tan particular cosmovisión, como una ofrenda sacrificial “por los pecados de la Argentina liberal”. Juan Domingo Perón, sagaz y práctico, gambeteó con astucia los delirios de sus coyunturales camaradas y exigió manos a la obra. Pidió llevar los auxilios necesarios y proceder a la inmediata reconstrucción de la provincia. Y recibió el primer tren de refugiados con soluciones y alguna sonrisa. “Más que exhortar a la gente a arrepentirse y someterse, Perón los llamó a movilizarse para rehacer el país”, testifica Mark Healey, ingeniero civil e historiador especializado en el pasado latinoamericano nacido hace 44 años en Alemania, que acaba de editar el libro El peronismo entre las ruinas (Siglo Veintiuno Editores). “Lo de Perón fue una mezcla de pensamiento estratégico, habilidad conspirativa y atractivo popular”, se sonríe Healey, que debe su formación académica a las universidades de Princeton y Duke (Estados Unidos), y que actualmente dicta clases en la de Connecticut.
En 330 páginas, Healey pone la lupa sobre un hecho que, dada la concreción posterior del proyecto peronista –con todo el peso específico que ha conllevado para la historia argentina del siglo XX–, quedó reducido al campo de lo anecdótico, al recuerdo de secuencias aisladas como la colecta que puso en marcha la solidaridad social en todo el país y que llevó al próximo presidente a conocer a Eva Perón, o al liderazgo incipiente de Perón como piloto de la famosa Secretaría de Trabajo y Previsión. “Yo siento este trabajo como reparador de una historia olvidada, algo que viene a echar otra luz sobre los primeros años del peronismo, porque San Juan permite examinar el peronismo como un proyecto en pequeña escala que tuvo ecos en el orden nacional. La transformación de San Juan, como lugar y como idea en aquel momento, nos permite acceder a una visión del peronismo que los estudios anteriores han pasado por alto al centrarse en Buenos Aires y el movimiento obrero”, señala Healey.
Hay que ponerle un paréntesis al título catástrofe y también permitirse el desprejuicio de acreditar la visión de un historiador de fronteras afuera, que hizo un enorme esfuerzo por internarse en categorías de análisis que no le son propias, por cuna y formación. Healey, que también vivió un tiempo en Argentina, testea con tacto la época, destaca la rápida acción de Perón ante el sismo como algo nodal para empezar a construir su capital político y ve San Juan como un laboratorio en el cual se ensayarían los ejes que pronto darían forma al movimiento nacional. A la nueva Argentina. “Yo creo que muchos aspectos del peronismo siguen sin ser explotados..., la energía académica se concentró mucho más en explicar el peronismo en cuanto teoría, basándose en concepciones estilizadas de su base social y su proyecto político, que en examinar el peronismo en la práctica. Todavía subsisten lagunas significativas en la comprensión del movimiento político más importante de Argentina”, escribe Healey en la introducción de un trabajo que organiza en cuatro momentos: las ruinas sanjuaninas como una invitación a la transformación, a edificar una nueva Argentina más justa, inclusiva y resistente; las ruinas como laboratorio para consolidar el proyecto transformador de Perón y también para revelar sus límites; las ruinas como una acusación contra Perón, y las ruinas, tras la victoria electoral del General, como confirmación de una reconstrucción que se puso finalmente en marcha. “Yo creo que San Juan fue el lugar donde surgió la ambiciosa visión transformadora de Perón y también donde éste encontró sus primeros obstáculos”, insiste el historiador.
–Pero lo original de su planteo parece transitar por otro carril, el de pensar la construcción de un nuevo orden desde la periferia y no del centro. No es usual.
–Sí, mostrar cómo la periferia le dio forma al movimiento nacional, desplazando del centro el eje de nuestras explicaciones del peronismo..., las provincias son espacios importantes para producir lo político. Y el terremoto mismo es un poderoso ejemplo de un acontecimiento provincial que moldeó trayectorias nacionales. Me parece una manera posible de replantear y pensar las historias desde otros lugares. O, puntualmente, pensar al peronismo desde San Juan, siendo ésta una provincia “no tan peronista”, como sí lo son Chaco, Tucumán o Santiago del Estero. Quería traer a colación el evento central en la historia de San Juan y mostrar las posibilidades de una historia más descentralizada, que trabajara más los lazos entre lo provincial y lo nacional, los nexos.
–También los lazos entre los diversos proyectos arquitectónicos “técnicos” y el proyecto político de Perón que se revelan en los intentos de reconstrucción.
–Sus convergencias y divergencias, sí. Desde un primer momento, hubo un intento de repensar radicalmente la provincia, como una democratización social y espacial, o fortalecer las posibilidades de ascenso de obreros rurales, pequeños viñateros, en fin. Los proyectos políticos, como sabemos, siempre tienen una correlación material en la arquitectura.
–Resignificar el paisaje o el espacio con fines legitimadores en términos ideológicos, sí. Unos quieren un tipo de paisaje, otros, otro, y usted, como ingeniero, tiene ventaja para desmenuzar estas situaciones.
–(Risas.) Es parte de planificar y repensar un modelo de país. Estaban en juego todos los arreglos de poder y los arreglos espaciales.
–Supongamos que el hecho fue solapado interesadamente. ¿Se ha preguntado por qué lo han ocultado tanto el antiperonismo como el peronismo, en términos generales?, unos por no apelar a un hecho de práctica política concreta en el que quedaban claramente rezagados, y otros por considerarlo un hecho fundacional, casi anecdótico, si se quiere. El peronismo prefiere, en general, legitimarse en otras cuestiones.
–Sí. De todas formas, eso de ver el hecho como una cuestión anecdótica es posterior. En su momento hubo un claro intento de promover esto como el punto de partida. La Secretaría de Trabajo y Previsión es el origen de la concreción de su proyecto, en el que se despliega el poder de la Secretaría y una estrategia comunicacional, política y movilizadora de Perón con la gran colecta de los primeros meses del ’44. Entonces, hasta mediados del ’45, éste era el mito de origen más fuerte. Después es cierto lo que usted dice, va cambiando. Y las causas son las peleas que se dan por la reconstrucción, porque si bien la ciudad está destruida y la sociedad dispersa, las elites provinciales, aunque deslegitimadas, no están tan derrotadas como parecía en un primer momento. Y los intentos audaces de reconstruir la sociedad con una fuerte presencia de la vivienda social chocan con la resistencia de las elites, y el gobierno, que en un primer momento pudo dar de comer, ayudar, llevar gente a otros lados del país y proteger durante meses a decenas de miles de víctimas, y luego pudo construir toda una ciudad temporaria de barrios de emergencia, choca después con la movilización obrera y la construcción sindical, que neutralizan los efectos.
–Una dinámica política divergente, que incluso alcanza al interior de San Juan.
–Por las resistencias astutas de las elites sanjuaninas y un armado sindical peronista provincial, que ha puesto carne en la justicia social mientras la reconstrucción está en veremos. Entre las movilizaciones y las contramovilizaciones del ‘45, San Juan aparece como algo para descalificar a Perón. Los cantitos “Perón, Evita, dónde está la guita, que San Juan la necesita” dicen cuán importante fue la colecta, porque simbólicamente van contra ella.
–¿Qué pasó con los fondos de la colecta, tal vez la mayor que se haya hecho antes de la Guerra de Malvinas?
–El Estado gastó mucho más de eso en ayuda social, y una parte importante se distribuyó, pero otra parte, durante el ’45, no se había desembolsado. Y eso es lo más loco, estaba durmiendo en las cuentas del Estado, lo que dice cuán difícil era para el gobierno llevar adelante la reconstrucción. El peso propio de las representaciones del tipo “Mejor que decir es hacer” en el peronismo incipiente tornaba difícil convertir en un valor positivo algo que aún no se había hecho. Y que se iba a hacer después, paulatinamente.
–Una paradoja de la historia.
–Claro, porque San Juan, en el ’46-’47 está en un lugar difícil de integrar al ideario triunfal peronista. Y yo creo que ese pecado de origen, esa demora, tiene que ver con eso mismo, porque igualmente el peronismo reconstruyó San Juan, construyó los moldes, los diseños, los mecanismos y los cambios sociales que llevaron a cabo esa reconstrucción. Es una historia complicada y difícil de resumir en una consigna, algo que no pasó con la construcción del primer gasoducto, la nacionalización de los trenes, en fin..., había tantos otros logros peronistas, tantas otras obras públicas peronistas que ésta, que fue la mayor, quedó a un costado.
–Algo que el antiperonismo, como ha ocurrido en toda la historia, pudo usufructuar muy bien desde su retórica.
–Inicialmente sí, pero después empezó a hacer agua. Cuando se anuncia el primer plan quinquenal, hay un diario opositor que dice que “van cinco años del terremoto y San Juan todavía está por el piso”, hay críticas por aquí y por allá, pero como el peronismo finalmente iba a cumplir con sus promesas, esto no llegó a cuajar como un contraargumento fuerte a nivel nacional. Ahora, lo último y más loco que determina el silencio de ambos lados sobre el tema es la experiencia de San Juan durante la Libertadora.
–La del pibe topadora...
–Y el interventor, sí. Aramburu va a San Juan en el decimosegundo aniversario del terremoto y dice “San Juan sufrió dos terremotos, primero el material y después el espiritual”. Dieron mucha lata con eso y, curiosamente, Aramburu invirtió una cantidad de dinero importante en lo que faltaba para la reconstrucción de la ciudad. Intentó reeditar el éxito de Perón en el ’44, en el sentido de hacer de esto un símbolo para todo el país, volver a hacerlo un lugar modélico. Y lo más denso es que en alguna medida lo logró, y fue casi lo único, porque sabemos que la Libertadora no tiene otros logros elogiables. Además, el descrédito que tenía en general hizo que tampoco fuera bandera de nada.
–Un logro total que unió a Dios y el Diablo...
–(Risas.) Fíjese que en el ‘52 hay otro terremoto, que es más fuerte en términos sismológicos, pero deja menos víctimas porque las construcciones más precarias habían caído y las construcciones nuevas eran más sólidas. Hay quien pierde su casa, pero los evacuados son llevados a las nuevas residencias para huérfanos que había construido la Fundación Eva Perón. En vez de estar desparramados por el país, son abrazados por estas instituciones sociales construidas por la ayuda social del peronismo. Vemos cómo este segundo terremoto confirma por un lado lo atinado de las medidas del gobierno de Perón y, por otro, la llegada de iniciativas sociales que van a tener tanto impacto. Otra cosa interesante para destacar es que el terremoto hizo que se construyera en San Juan un orden político estable que no había tenido antes.
–Como la muestra en la primera parte del libro: una provincia de armas tomar para resolver conflictos políticos. Cantonistas versus graffignistas...
–Con múltiples intentos de asesinato, sí. Antes del terremoto, San Juan era un lugar muy dividido políticamente, con ideas políticas de avanzada como las reformas laborales, el voto femenino, un laboratorio muy peleado que, después del terremoto y la reconstrucción del mundo social y político, se convirtió en un lugar más apacible y mucho más igualitario, donde los derechos sociales se hicieron valer mucho más, y la política perdió pasión. Quiero decir que ya no es cuestión de tiros pero tampoco de expectativas..., la provincia se adaptó a ser la cola de un proceso más amplio. Si antes del terremoto San Juan fue tierra pionera en muchos sentidos, después sufrió cierto desfasaje. Digo, los años ’50 y ’60, que no están precisamente marcados por la estabilidad o la convivencia a nivel país, San Juan los pasa tranquilo. Y esto también se lo debemos al terremoto, casi como un efecto necesario.
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