CULTURA › LA MUESTRA GAME ON (EL ARTE EN JUEGO) PUEDE VISITARSE HASTA EL 10 DE NOVIEMBRE
En las dos sedes del Cceba funciona esta exhibición de videojuegos experimentales, edutainment, instalaciones interactivas, game-art y arte audiovisual. Los artistas encaran sus obras a partir de ideas contestatarias, educativas, críticas y éticas.
› Por Luis Paz
La instrucción final indica que hay que apuntarse a la cabeza y apretar el gatillo. Y por más que se trate del acto de clausura de un “videojuego” –llaméselo así por ahora–, la sola puesta en escena del pedido ya es estremecedora. Ni que hablar de la ejecución de la orden, una de las experiencias más revulsivas posibles, menor exclusivamente a la de cumplir el encargo en la vida real y concreta. Es el anteúltimo momento de Consecuencias, de Agustín “Tembac” Pérez Fernández, uno de los combos de realizador y realización expuestos en la edición 2012 de Game On (El arte en juego), la muestra de videojuegos experimentales, edutainment, instalaciones interactivas, game-art y arte audiovisual que hasta el 10 de noviembre permanecerá abierta en las sedes del Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), de Paraná 1159 y Florida 943, ambas con entrada gratuita.
La obra de Tembac es perturbadora, pero a la vez supone un contacto directo con la violencia y la posible emancipación de ella: las normas pueden ser obviadas. Eso genera un crucigrama –más que encrucijada– espiritual, notable en un contexto en el cual las resoluciones sociales ofrecidas por la industria mainstream de videojuegos son como las del cine pochoclero. Como uno sabe que se trata de una comedia romántica, queda predispuesto a no tomar demasiado en cuenta sus lógicas para la vida; y de igual manera, ante un juego de guerra como el reciente Battlefield 3, uno no reacciona al cometer una masacre de otra manera que no sea con un estremecedor grito de “tomen, hijoputas”. Aunque el Counter-Strike no sea necesariamente generador de violencia, tampoco educa en la paz.
Las industrias mainstream (pasa también en la música; nadie en su sano juicio podría tomar a Katy Perry o a Lady Gaga como referentes de educación sentimental) están preconcebidas como sencillo entretenimiento, y su aplicación ética, pedagógica y dialógica con la realidad, por lo tanto, apenas si quedan supeditadas a la reflexión del público crítico. En cambio, cine independiente, teatro under, poesía subterránea y música del bajo fondo aún están recubiertos de halos conscientes; y a eso han llegado también los videojuegos independientes en los últimos años. Game On viene a curar (por su curaduría) y a presentar algunos exponentes locales e internacionales que encaran sus obras a partir de ideas contestatarias (cuando no al sistema, al menos a su normativa), educativas, críticas y éticas.
Daniel Benmergui es un referente internacional de la materia y otro de los que muestran sus obras en Game On. En este caso, Storyteller, que nada tiene que ver con Consecuencias, muestra vínculos con la historieta, la dramaturgia y la poesía, y triunfó en la categoría de innovación del último gran encuentro en la materia, el International Games Festival. Lo que tiene Benmergui, como pionero, es una mirada amplia sobre el estado de este arte, institucionalizado como tal a partir de que la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos falló a favor de los fichines, diciendo que “al ser arte” tanto como el comic o la literatura están amparados por la Primera Enmienda. Entonces, dice Benmergui, que en este arte sucedieron dos cosas: “Los que arrancamos la cuestión de los art-games con la idea de hacer adrede juegos que no sean entretenimiento, hace cuatro o cinco años, tomamos diferentes direcciones experimentales; pero al mismo tiempo se empezó a aceptar en todo el mundo, incluso comercialmente y desde las instituciones del arte, a toda la nueva ola de juegos indies (Minecraft, Limbo) que tienen focos alternativos, que se relacionan con otras cosas que con el entretenimiento”. De hecho, la Ciudad de Buenos Aires y el Estado nacional los reconocen como industrias culturales, un paso anterior al de identificarlo como arte, aunque más en sus documentos que en sus políticas.
En fin, que Game On viene a aportar en ese sentido: surgió de Tomás y Luján Oulton, padre e hija a cargo de la galería/productora Objeto a; en 2011 tuvo su edición en un espacio dedicado al arte como Fase 3, y recaló ahora en ambas sedes del Cceba. En apoyo, podrían destacarse la calidad de obras como Missing (Nitram), Intervalo lúcido del individuo consciente (del chileno Alejandro Grilli), Bajo la sombra del reloj (Alejandro Iglesias) o Journey, del estudio estadounidense That Game Company. Pero juzgar el arte por el concepto arbitrario de la calidad es otra complicación.
¿Y qué es lo que determina la calidad de una obra audiovisual? ¿Su apartado técnico? ¿O será su concepto? Porque, a diferencia de Consecuencias, que tiene asiento en un eventual futurismo gótico, o de Storyteller, que recurre a diversas corrientes de la plástica, la narrativa y la poética, Crédito ambiental, de Joaquín Fargas, consta visualmente de un mapamundi en tres tonos. Lo que destaca es su concepto: es parte de un proyecto de Fargas anclado en el cuidado medioambiental. Esta obra, que a diferencia de las dos mencionadas anteriormente se expone en la sede Florida, plantea algo tan sencillo como un cuestionario como interfaz. De las respuestas del usuario dependerá si todo el mundo se pone más verde o entra en una colorada emergencia. “La idea surge del derecho potencial y de la comprensión de que quienes no nacieron aún también tienen derechos sobre el mundo. Armo un sistema de créditos ambientales para gastar. Si te comprás un auto, se consumen créditos; todo lo que hacés implica el consumo de créditos, y esos créditos no son infinitos. Apela a ser cuidadosos.”
Allí mismo, en el subsuelo de la peatonal microcéntrica, ocurren en paralelo “recitales” –también han de llamárselos así– de artistas sonoros experimentales. El coordinador es Luis Marte, alma pater de la experimentación sonora contemporánea con raíz científica, alguna vez director cultural del Museo Nacional de Ciencias Naturales, músico, paleontólogo y editor y promotor cultural. La notable obra de Jorge Crowe, que trabaja la reorganización del “desecho sonoro” de herramientas y juguetes en un plan también reciclante y responsable, fue una de las actuaciones de la inauguración.
En la sede Paraná estuvo el italiano radicado en España Luca Carrubba, de Audiogames. Mostró un singular laberinto sonoro, a la manera de un Pac-Man a ciegas sonorizado en 3D que utiliza una interfaz de videojuego (pantalla y controlador, más sistema de sonido) para plantear un sistema de localización. Amén de lo entretenido que puede resultar el ser perseguido por pelotas invisibles que corren desde atrás, es un sistema con aplicaciones urbanas, como explicó Carrubba. Eventualmente, podría utilizarse en una etapa siguiente de lo que se conoce como “realidad aumentada”, un sistema de georreferenciación con información incidental. Algo así como un GPS portable y sonorizado que indique promociones en ese restaurante que se está mirando o con qué retraso viene el Metrobus.
Como quedó precisado en estas inauguraciones, Game On ha crecido hacia una muestra acerca de usos alternativos de la tecnología, más que como un espacio de “videojuegos raros”. Luján Oulton dimensionó la tendencia al referirse al crecimiento de las aplicaciones urbanas, educativas y para la inclusión que estas técnicas pueden tener cuando sus lógicas y usos son revolucionados por artistas. Se trata, fundamentalmente, de recobrar los dispositivos como herramienta, porque, a decir verdad, desde el día cero, todo el mundo está gastando sus créditos ambientales, paseando mil laberintos, viendo cómo narrar su vida, resistiendo la violencia y buscando en el sonido una vía de escape.
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