CULTURA › KO MUROBUSHI, UNO DE LOS GRANDES MAESTROS DE LA DANZA BUTOH
› Por Cecilia Hopkins
La idea de transformación cruza toda la obra del bailarín japonés Ko Murobushi, uno de los grandes maestros de la danza Butoh. Nacido en Tokio hace 64 años, formado junto a uno de los iniciadores de este arte, Tatsumi Hijikata, el intérprete presentó anoche Quick silver y volverá a hacerlo esta noche en el Teatro Apolo (Corrientes 1372). El nombre de la pieza –versión de la que Murobushi trajo a Buenos Aires hace dos años– alude al mercurio, metal que puede encontrarse en estado líquido, sólido o gaseoso: “Quiero mostrar cómo mi cuerpo se transforma”, decía el artista a este diario en su visita anterior, “porque represento a un ser humano, pero también a un animal, una planta o un mineral”. En efecto, la idea de cambio está presente en el espectáculo desde el primer momento: Murobushi llega al escenario vestido con un traje para luego quedarse casi desnudo, con el cuerpo pintado de plateado. La danza del artista, descripta por él mismo como “la metamorfosis de un momento, una forma informe que invade lo desconocido en múltiples direcciones”, se asienta sobre una minuciosa exploración del cuerpo y el espacio. Surgida luego de finalizar la Segunda Guerra, la danza Butoh se caracteriza por una gestualidad ligada al sufrimiento y la muerte, pero también al renacimiento y la vida. Se trata de unos códigos expresivos que, según afirma Murobushi, “proponen una crítica a otras formas de danza porque constituye una meta-danza, ligada al pensamiento budista”.
Fue en 1968 cuando Murobushi vio bailar por primera vez a Hijikata. “Yo tenía 20 años y por entonces participaba como intérprete en grandes espectáculos de divertimento”, una actividad que, según cuenta, le sirvió para sobrevivir, mientras comenzaba a formarse con el maestro. No obstante, durante dos años abandonó la danza para convertirse en monje Yamabushi, dedicado al ascetismo y las artes marciales. Una vez finalizada esta etapa, Murobushi creó la renombrada compañía Dairakudakan. Fue en esa época cuando bailaba inspirado en la figura de una momia: “Las momias representan la transformación profunda y radical del cuerpo”, afirma el artista. Interesado en la difusión del Butoh, en l974 creó la revista La estación violenta, el mismo año en el que fundó una compañía singular, Ariadone, solamente integrada por mujeres, con la cual recorrió Europa. Luego de formar el grupo Sebi, esta vez sólo con intérpretes varones, Murobushi produjo obras junto a Urara Kusanagi, transformándose así en uno de los artistas que más contribuyó a la difusión de esta danza, especialmente en Latinoamérica. Acerca de su obra, Jean Baudrillard escribió: “El Butoh de Murobushi es un teatro de la revulsión y la convulsión, antihumano y caníbal. El cuerpo es mitad mono, mitad reptil, lleno de violenta energía. No hay en él ninguna de las formas del naturalismo occidental”.
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