CULTURA › OPINION
› Por Julio Raffo *
La siempre apreciada Tana Rinaldi ha salido al cruce de las declaraciones de Pino en las que critica el silencio de muchos intelectuales y artistas frente a la prepotencia y deshonestidad de gran parte del gobierno Kirchner, hechos que se advierten con sólo oír los discursos de Cristina, leer sus “tweets” o examinar la evolución de su declaración de bienes.
Seguramente la Tana, de tanto deleitarnos con su canto, terminó por acostumbrarse, y se insensibilizó frente a los malandras, los chorros aguerridos, los pesados prepotentes y todos aquellos que hicieron mérito para “colgar su fotografía donde está la galería de los ases del choreo...”.
Es muy lindo, Tana, cómo les cantás, con tu talento y simpatía de siempre, a los chorros, los malandras y los “pesados”, que son parte inseparable de la evocación del arrabal. Pero, ¿sabés qué, Tana? Esos chorros no afanaron el patrimonio público, no robaron ni apretaron desde el poder, ni encubrían sus andanzas pretendiéndose defensores de causas nobles.
Esos chorros no le sacaban recursos a la lucha contra la mortalidad infantil, no contribuían al desmantelamiento del Estado y de la defensa nacional, ni agravaban la indigencia de los sectores más desfavorecidos. La prepotencia de aquellos “pesados”, como “el Nene del Abasto”, no amenazaba la libertad de expresión y no se ejercía desde la Jefatura del Estado, con la participación de funcionarios adulones aplaudidores y de los carpetazos de los servicios.
Esos chorros no tenían la posibilidad de borrar de un saque al procurador general de la Nación ni de impedir que el fiscal deje sin apelar sus sobreseimientos, ni tenían a su servicio jueces de minúscula ética –y a veces, también, tamaño– para zafar en tiempo record. Ellos afanaban y apretaban sin inmunidades, sin investiduras, y sin la AFIP a su servicio. Lo hacían en base al puro coraje personal, y por eso los poetas del tango pudieron evocarlos y cantarles con afecto, a pesar de lo condenable que resultan ser el afano y la prepotencia.
En este caso, Tana, las cosas son diferentes. La prepotencia realizada desde la investidura presidencial y el afano en el ejercicio de la función pública no pueden ni deben ser aplaudidos ni silenciados. Los que tienen voz, como es el caso de los artistas y los intelectuales, se convierten en sus cómplices cuando aplauden o cuando se callan haciéndose los distraídos. Esto ya lo señaló Unamuno cuando nos dijo que, en circunstancias como éstas, “callarse es mentir...”.
No te confundas, Tana, seguí cantándoles a los chorros del arrabal porteño, pero no dejes que te metan en ese “mismo lodo” en el cual los apretadores y los chorros públicos, y quienes se hacen los distraídos, están “... todos manoseaos”.
* Legislador porteño, Proyecto Sur.
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