Dom 07.04.2013
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CULTURA › ENTREVISTA A LA ANTROPOLOGA SUDAFRICANA JEAN COMAROFF

“Deberían aprender de países como Argentina y Sudáfrica”

En el libro Teoría desde el Sur, la investigadora y su colega y pareja John Comaroff indagan, con una mirada “contraevolutiva”, los modos en que América latina, Africa y Asia “parecen ir por delante del mundo euromoderno”.

› Por Emilia Erbetta

“En la historia del presente, el sur global va por delante del norte, en una prefiguración hiperbólica de lo que habrá de ser su futuro.” Esa es la hipótesis que los antropólogos Jean y John Comaroff defienden en su último libro, Teoría desde el Sur (Siglo XXI Editores). Formados en la Universidad de Ciudad del Cabo, los Comaroff hoy trabajan en el Departamento de Estudios Africanos y Afroamericanos de la Universidad de Harvard, desde donde miran hacia su Africa natal con los ojos extraños que exige la antropología. Con una mirada “contraevolutiva”, estos investigadores indagan los modos en que hoy Africa pero también Latinoamérica y Asia “parecen ir por delante del mundo euromoderno, convertidos en precursores de su historia-en-proceso”. Desde su estudio en Boston, Jean Comaroff habló con Página/12 sobre los múltiples modos en que el Norte evoluciona hacia el Sur.

–¿Cómo se estudia Africa desde Estados Unidos?

–Siempre la antropología involucró la idea del “extrañamiento”. Esto significa que uno estudia, como nosotros decimos, “otras culturas”, no en un sentido peyorativo, ni objetivando esas sociedades, sino otras en el sentido de que uno como antropólogo se mueve de un lugar hacia otro donde muchos de los preconceptos no pueden darse por sentado. Por eso, muchos antropólogos, a principio del siglo XX, viajaban desde Europa hasta el Sur y el Este para ver un mundo que en algunos aspectos iba a ser igual a su propio mundo, pero en otros iba a ser completamente diferente. Para nosotros que somos gente del Sur en el Norte, ese extrañamiento es doble, se da en dos sentidos. En primer lugar porque fuimos formados en un discurso académico que sigue siendo en muchos aspectos eurocéntrico. Aún hoy la antropología en Africa sigue siendo enseñada como una disciplina eurocéntrica y universalizadora. Entonces nosotros podemos ver a nuestra propia sociedad desde adentro pero como si fuéramos extraños. Y cuando venimos al Norte a trabajar, estudiar y vivir, hay una intensificación de ese cruzamiento. Ahí se dan una serie de cruces que son los que tratamos de abordar en Teoría desde el Sur. Porque creemos que lo interesante en este punto en la historia de las Ciencias Humanas es que muchas de las personas más críticas y originales, que están diciendo algo diferente no sólo sobre el Sur sino también sobre el Norte, son intelectuales que provienen del Sur. El libro se pregunta por qué el Sur es ejemplificador e incluso va a la delantera de alguna de las experiencias y los cambios estructurales que están ocurriendo en el Norte, porque creemos que esto marca una diferencia muy grande con respecto al momento de intenso colonialismo y poscolonialismo, cuando las Ciencias Sociales alcanzaron su madurez.

–¿Cómo es este momento?

–Es un momento de tardomodernidad, de post poscolonialismo, post Guerra Fría, en el que el mundo se piensa como un todo. Empezamos a ver que el pensamiento, la experimentación social y el ojo de la historia están viniendo más desde el Sur hacia el Norte que desde el Norte hacia el Sur. Esto es en un punto una ilusión, porque el mundo está interconectado y la vieja idea de un Norte y un Sur se ha trascendido por las múltiples conexiones existentes, tanto económicas como financieras, culturales e intelectuales. Lo que vemos ahora es que muchos de los eventos históricos con los que está luchando el Norte, como la crisis económica de 2008, por ejemplo, ya los atravesaron Argentina o Asia mucho antes. Es una crisis del neoliberalismo global que muestra las dificultades de llevar adelante un modelo económico con un mercado desregulado. Los límites de este modelo se hicieron evidentes en la experiencia argentina antes de que golpeara al Norte, pero Europa y América no reconocen esa crisis como una prefiguración de su propia crisis, porque el Norte se ve a sí mismo siempre a la vanguardia de la historia, nunca viniendo por detrás. Junto con esto en el Sur han surgido formas de repensar lo social. Por ejemplo, se está repensando el rol del Estado como un contrato social con los ciudadanos, o el problema del desempleo crónico y los subsidios o salarios sociales, como la Bolsa Familia en Brasil. Son distintas maneras de pensar el problema de un crecimiento que sigue siendo capitalista y produce pobreza y el problema estructural de una masa de gente que aparentemente nunca será incorporada a la economía formal.

–¿Europa puede aprender la lección que dejó la crisis argentina?

–Me gustaría decir que sí, pero los políticos no quieren aceptar los paralelos. Hay ciertas formas de pensamiento alternativo, relacionado con el tipo de movilización callejera que vimos durante la Primavera Arabe, muy específica generacionalmente, formas de movilización que en Africa se pueden rastrear incluso hasta los movimientos anticolonialistas, que reclaman por mayor democracia, políticas de empleo, y que vemos que los jóvenes europeos han retomado frente a las medidas de austeridad, en Grecia, en España e incluso hace unos veranos en las calles de Inglaterra. Esas movilizaciones ya las vimos en el Sur, y Europa debería haber visto las similitudes estructurales, debería haber entendido por qué existe esta tensión generacional, ese sentimiento de desesperanza y bronca entre las generaciones a las que les prometieron que los mecanismos del capitalismo y una dosis de austeridad iban a funcionar y ahora ven un futuro muy oscuro. Los intelectuales y los activistas vieron estos paralelos, pero los políticos no quieren aceptarlo. Incluso la izquierda sigue siendo eurocéntrica. Y cuando el Norte toma ideas del Sur, conceptos ligados al subdesarrollo, a las implicancias del capitalismo en la relación entre los Estados y los ciudadanos, para los que América latina ha sido muy fértil, los tiene que traducir y domesticar, los canibaliza. Todavía existe una tendencia, y eso lo destacamos en Teoría desde el Sur, a pensar que las cosas suceden primero en el Norte y después en el resto del mundo. Eso los ciega y nos les permite ver qué pueden aprender de países como Argentina o de Sudáfrica.

–Ustedes mencionan que el presente africano no es tan oscuro como lo imagina Europa. ¿A qué se refieren?

–Hay que desmantelar ese pensamiento que ve como iluminado el Norte, el Este e incluso a ciertas partes del Sur, pero mantiene al Africa como un “punto de origen” de la evolución, como un lugar que es el punto cero de la modernización. Nosotros sugerimos que Africa no es ni luminosa ni oscura, sino que tuvo un rol histórico particular en el mundo y que lo que vemos hoy tiene que entenderse como parte de una serie de procesos globales. Africa es una parte estructural del mundo, como lo fue desde el principio de la modernidad y durante el colonialismo europeo. La producción de un Africa oscura fue la condición para que exista una Europa iluminada y esto se mantiene en el mundo contemporáneo. En otro estudio, mostramos cómo en este momento de intenso capitalismo competitivo hay una tendencia a buscar en Africa ciertos minerales y materias primas que necesita la economía del Norte, con métodos que son o rozan lo criminal, como las guerras en Africa central que son fogoneadas por intereses económicos. El progreso del Norte y la constitución de sus industrias más legítimas están conectados con la extracción violenta de la riqueza en Africa. Lo que buscamos es complejizar la mirada sobre esta conexión entre Africa y el resto del mundo y sobre los procesos que creemos que en Africa se están adelantando a Europa.

–¿En qué se adelanta Africa?

–Lo que ha ido pasando en Africa está a la vanguardia de lo que comienza a pasar en el resto del mundo. Por ejemplo, encontramos formas extraordinarias de creatividad, porque a veces las condiciones mismas de extrema pobreza fuerzan la producción de ciertos conocimientos y descubrimientos políticos que son muy productivos. En el continente hay un sentimiento de que se tiene todo el futuro por delante, porque no han visto la prosperidad que el resto del mundo sí ha disfrutado. Esto sumado a que demográficamente hay mucha juventud, en contraste con el envejecido Norte, genera la sensación de un futuro que está por construirse. Y ahí es donde la cuestión de la teoría social entra en juego. Muchos países africanos están ansiosos por comprender cuál es la naturaleza del mundo del que forman parte, y como son todos los procesos que niegan o permiten cierta prosperidad que nunca antes habían conocido, quieren entender cómo funciona porque los afecta directamente. Y quieren ser activos en la generación de este conocimiento.

–En el libro sostienen que “Africa es una condición global”. ¿Qué es la africanización del mundo?

–La informalización de la economía, la imposibilidad de los gobiernos para extender el contrato social a todos los ciudadanos, la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, la desindustrialización, pero también lo que se vio en Estados Unidos durante el huracán Katrina, con una población abyecta ante una tragedia que el Estado no pudo manejar, cruzada por conflictos de raza. Todas ellas constituyen una forma de africanización. Pero lo que también tenemos que tener en cuenta es la otra africanización. La africanización que tiene que ver con los ejemplos que nos da un continente que ha avanzado hacia la democratización al menos formalmente, con nuevas formas de la política que surgen como reacción al capitalismo global en el que las personas son desechables y las empresas se trasladan off shore: una forma de hacer política que exige la reaparición del Estado a través de la movilización callejera, el uso de las herramientas legales, las ONG. Esto es algo que Africa también le ha legado al mundo y que ahora vemos en el Norte con los movimientos de desocupados, los indignados. Pero sobre todo tiene que ver con una fe en el futuro, que nosotros no podemos darnos el lujo de no tener, porque en Africa todavía para mucha gente el futuro está por llegar.

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