CULTURA › SE CELEBRO EN BOLIVIA EL 1ER CONGRESO DE CULTURA VIVA COMUNITARIA
Caravanas, rituales, talleres, festivales y ferias animaron durante cinco días el encuentro que tuvo como objetivo el reclamo de políticas públicas a los gobiernos de América latina. Llegaron a La Paz más de 1500 delegados de organizaciones y redes de toda la región.
› Por María Daniela Yaccar
Desde La Paz
La Cultura Viva Comunitaria (CVC) tuvo su primer congreso. Fue un hecho histórico, emparentado con la integración regional y con el contexto político del continente. Quienes participan de organizaciones populares en diecisiete países de América latina unieron fuerzas para reclamar políticas públicas. Y los Estados, probablemente, ya no puedan no escucharlos. Este encuentro dejó un saldo positivo: funcionarios latinoamericanos se comprometieron a constituir una articulación parlamentaria y una red gubernamental de cultura viva.
A la ciudad de La Paz llegaron más de 1500 delegados de organizaciones y redes de toda la América latina. Compartían un pedido: que sus gobiernos destinen el 0,1 por ciento del presupuesto nacional a la CVC. Hasta el momento no existe en ningún país del continente una ley que reconozca a las agrupaciones de música, teatro, danza, hip hop, murga y cine entre otras, que trabajan con las comunidades, aunque hay experiencias exitosas en Brasil, Costa Rica, Perú, Colombia y la Argentina. La Unesco propone que las naciones destinen el uno por ciento de su presupuesto al desarrollo cultural. Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria (el colectivo de colectivos latinoamericanos) espera recibir la décima parte. El Parlamento del Mercosur dio el visto bueno a este pedido, con la sanción de un anteproyecto de norma legislativa en 2009. Y a través de la colombiana Gloria Flórez, el parlamento andino dejó en claro su apoyo a la iniciativa en el congreso.
Se eligió como sede La Paz porque el Estado Plurinacional de Bolivia reconoce en su Constitución la democracia directa y participativa, modelo que prefiere Plataforma Puente. El encuentro, que se desarrolló del 17 al 22 de mayo, combinó tres instancias de debate (una de funcionarios, otra de referentes de redes y círculos de visión en los que debatía el grueso de los asistentes), con la filosofía y el color de la cultura comunitaria, que se manifestaron en caravanas, rituales amautas, asaltos poéticos y un cierre en el mercado Camacho, donde ocurrían almuerzos y cenas. La mayoría de los militantes llegó a La Paz en micros que salieron desde Guatemala, Costa Rica, Brasil, Perú, Colombia y la Argentina. Había representantes de Paraguay, Uruguay, El Salvador, Cuba, Venezuela, Chile, entre otros países.
La delegación argentina –que conforma la red Pueblo hace Cultura– fue la más numerosa y la única que se trasladó por tierra en vehículos de las mismas organizaciones, con fondos obtenidos en fiestas y rifas. Llegó en cinco transportes y por etapas, debido a los cortes de ruta de la Central Obrera Boliviana (COB). Un micro que iba a aportar la Secretaría de Cultura de la Nación finalmente no se dirigió a La Paz. El carromato del Culebrón Timbal, productora comunitaria con sede en Moreno, y el Che Bondi (el micro de la fundación Che Pibe) quedaron varados en Potosí por inconvenientes técnicos. Eduardo Balán, del Culebrón y referente de Pueblo hace Cultura, fue de los últimos en llegar. Su viaje duró nada menos que siete días. Fue ovacionado al ingresar al Banco Central el lunes, cuando se abrió oficialmente el congreso. En Potosí, a diez horas de La Paz, algunos viajantes sufrieron problemas de salud, por el estrés y por la altura. Hubo un accidente menos feliz en La Paz: un joven que participaba del encuentro chocó en moto contra un auto y acabó en coma. Fueron jornadas de emociones encontradas, con constantes asambleas. La alcaldía de La Paz y el Movimiento Hacia una Constituyente Social en la Argentina –que envió como representante a Hugo “Cachorro” Godoy– colaboraron para la vuelta de la delegación argentina.
“La economía ha aplastado muchas cosas en lo comunicativo, aunque hay persistencias sólidas. La más profunda es el plano creativo, que ha podido sostener cualquier hábito de dimensión de la vida propia. Es el último territorio. Cada cuerpo es una síntesis de cultura. Ahí hemos ganado. Es nuestro trampolín a la sociedad que soñamos.”
El párrafo es de Iván Nogales, uno de los organizadores del congreso (por supuesto que el evento movió a muchísima gente). También estuvo a cargo del encuentro la Fundación Compa. Nogales es el fundador de Teatro Trono, una compañía comunitaria que funciona en el Alto –la ciudad que parió al primer presidente indígena del país–, en un edificio enorme construido con chatarra. En sus habitaciones dormía buena parte de los que asistieron al congreso (otros estaban en hostels, en una escuela del ejército y en casas de militantes paceños). Cada noche, en Trono se presentaba una de las obras del grupo, que dejaba a varios llorando. Una decena de adolescentes contaba cómo Morales llegó al poder, cómo es la vida en esa zona, y recordaba, con nombre y apellido, a los muertos de 2003.
Los eventos se sucedían en diferentes barrios. Había talleres, festivales y ferias. En la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), el Banco Central, la Alcaldía y la Cinemateca ocurrían reuniones, asambleas y actos. El acto oficial de apertura fue en el Banco Central. Allí ingresó Balán el lunes, no bien pisó La Paz, y contó una de las anécdotas de la insistente caravana. En las montañas de Potosí, en una noche fría, un campesino llamado José Manuel de León llegó con una olla de fideos para convidarles a él y a un compañero del Culebrón, que cuidaban de la carroza averiada. “Somos dos personas de cincuenta y pico de años que en un momento nos preguntamos si hicimos mal. Pero cuando apareció este pibe nos respondimos las dudas”, expresó Balán. Los presentes repetían un cantito, se emocionaban, se abrazaban y compartían Sorojchi Pills para no apunarse.
Los rituales amautas fueron un sello importante del congreso, que revelaba con ellos su perspectiva multicultural. No existe una cultura viva comunitaria, repetían referentes de distintos países. Existen culturas vivas comunitarias. Un músico peruano llamado Maha se aparecía permanentemente con un instrumento legendario de viento, el pututo. En el mercado Camacho, se escuchaban huaynos ejecutados con clarín. Las cholas subían a los escenarios tanto puertas adentro como al aire libre, con ofrendas para el congreso y para reivindicar a la tierra. “Nosotros los amautas estamos recibiendo mucho cariño aquí en Bolivia. Con todos los países estamos muy agradecidos y también con nuestro gobierno”, dijo una amauta en el cierre, que tuvo lugar en una de las plataformas del Parque Urbano Central. A pedido de ella, los que la escuchaban se tomaron de las manos para dar y recibir y se abrazaron. De nuevo, algunos se emocionaron hasta las lágrimas. El ritual estuvo dedicado a la mamá luna.
El del 21 de mayo fue un cierre atípico: la celebración cultural le ganó a la formalidad. Lo previsto para el acto final era que cada círculo de visión diera a conocer sus conclusiones sobre educación popular, feminismo, culturas urbanas y otros temas. Eran en total dieciocho. El tiempo no alcanzaba, ya que el Parque Urbano cerraba entrada la noche. Sólo aquellas mesas que lo desearon expusieron conclusiones. La caravana se dirigió al Camacho, y en el patio, donde comienza la escalera más mortífera del continente, hubo una fiesta popular con aroma a palosanto, percusión de candombe y de murga y vientos chilenos. El Culebrón, Boom Batuke (Brasil), Chinchintirapie (Chile) y la murga del centro comunitario de Derqui Utopías Denunciadas musicalizaron la celebración. Los guardias del mercado municipal miraban en fila, desde lo alto de una ventana. Al día siguiente hubo otro cierre, muy esperado: los congresistas viajaron a Los Yungas, donde habita la mayoría de la comunidad afrodescendiente de Bolivia.
¿Qué dejó el Primer Congreso de CVC? La mesa de funcionarios acordó constituir una red gubernamental y un parlamento latinoamericano que atienda a estas manifestaciones. Siete funcionarios fueron designados como coordinadores de la red: Marcia Elena Rollemberg, secretaria de Cultura del Ministerio de Cultura de Brasil; Antonieta Dertkigil, secretaria de Cultura del gobierno del estado de San Pablo; Paloma Carpio, del ministerio de Cultura peruano; Fresia Camacho, del ministerio de Cultura de Costa Rica; Raquel Munt, secretaria de Hábitat del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires; María Emilia de la Iglesia, directora de Cultura de la Municipalidad de Rivadavia; e Inés Larisa, de la intendencia de Montevideo.
El gobierno boliviano brindó su apoyo a la CVC con un documento y reconoció como visitantes ilustres a los participantes del congreso. “Espero que de tanta gente linda que nos está visitando queden en el país muchas ideas para que el ministerio, los gestores culturales e instituciones las desarrollemos”, sostuvo el ministro de Culturas nacional, Pablo Groux Canedo. También participó de reuniones el alcalde de La Paz, Luis Revilla. No hubo avances en cuanto a la promulgación de una ley nacional en el país que otorgue el 0,1 por ciento del presupuesto a la cultura viva, como se esperaba.
La lucha continúa. Hay experiencias concretas que esperanzan a los militantes. La ley se está peleando en todas partes. Brasil fue la punta de lanza, con el programa Puntos de Cultura puesto en marcha durante el gobierno de Lula da Silva, con Gilberto Gil como ministro de Cultura. Por el congreso anduvo Celio Turino, el ideólogo de ese proyecto. “En seis años logramos 3 mil puntos, 2 millones de personas, 1100 municipios, mucha gente articulada haciendo cosas”, sostuvo el ex secretario de Cultura. Durante el gobierno de Dilma Rousseff, según lamentó, “el programa funciona con menos énfasis”. Otros países que vienen probando herramientas son Perú, que cuenta con una ordenanza ministerial para la ciudad de Lima; Colombia, cuyo ministerio desplegó políticas en Bogotá, Cali y Medellín; la Argentina, que tiene un programa de Puntos de Cultura a través de la Secretaría de Cultura que debería ampliarse para cubrir un espectro mayor; y Costa Rica, donde funciona una ordenanza municipal para El Guarco.
Por parte de la Argentina asistieron funcionarios de Hábitat del Gobierno de la Ciudad; Luis Sanjurjo, asesor del diputado nacional Juan Carlos Junio. “Este congreso es un punto de inflexión”, aseguró Balán, que coordinó el encuentro de redes. “En un momento en que el territorio es concebido como la geografía de los negocios del capitalismo, aparece esta iniciativa continental, popular, del arte y de los barrios, que pretende recuperar el espacio público para la fiesta.”
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