Mar 07.01.2014
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CULTURA › SILVIA MARCHANT HABLA DE SU LIBRO HISTORIAS DE MUJERES QUE LUCHAN

Para construir la igualdad de derechos

En esta recopilación de artículos, la periodista vehiculiza su opinión a través de la voz de las mujeres que pelean contra los modelos extractivos, las desigualdades sociales, la contaminación, los problemas que acarrea el exilio o simplemente el haber nacido mujeres.

› Por María Daniela Yaccar

A cada paso que da, Silvia Marchant encuentra a una mujer anónima que se convirtió en la heroína de su vida y las de otros, más allá de las adversidades del contexto. En un barrio de casas de madera y calles angostas, adonde no llega el colectivo, está, por ejemplo, Gabriela, quien luchó por unas tierras en la era de Pinochet y que no piensa irse jamás. Una joven ecologista, una mujer que estuvo detenida en Ezeiza, mujeres que alimentan a los nenes del barrio en comedores que abren en sus propias casas son las protagonistas de Historias de mujeres que luchan (Arbolanimal), un libro editado de manera independiente que reúne artículos que la periodista publicó en medios gráficos y digitales: el suplemento Las 12 de este diario, la revista Tercer Sector y el portal Artemisa Noticias.

El libro, que contiene ilustraciones de Sol Romani, se estructura en cinco capítulos: “Dictaduras”, “Mujeres de la tierra”, “Derechos autogestionados” (sobre proyectos que encaran las mujeres frente a ciertas problemáticas), “Encuentros de mujeres” y “Misoginia bajo la lupa” (dedicado a los medios de comunicación alternativos, que permiten plantear cuestiones de género). No figuran casos muy conocidos o icónicos. La construcción de los relatos es bien walshiana: Marchant vehiculiza su opinión a través de la voz de las mujeres que luchan, invisibles, contra los modelos extractivos, las desigualdades sociales, la contaminación, los problemas que acarrea el exilio o el solo y simple hecho de haber nacido mujeres.

“Elegí este tipo de periodismo porque tengo mucha empatía con las mujeres. Sus problemas me tocan más, me llegan al cuerpo y al alma”, desliza la periodista a Página/12, en un bar al sur del conurbano. Vive actualmente en Monte Grande. Pasó parte de su infancia en Chile, en plena dictadura, y se instaló en la Argentina al momento del golpe, cuando tenía seis años. Por eso, dice, le impactó mucho la historia de Gabriela, que es la que abre el libro. Marchant combina el periodismo con talleres para mujeres, con mirada de género, e integró una agrupación llamada Las Musas, que organizaba viajes a los encuentros de mujeres y jornadas de debate.

–¿Cómo y cuándo decidió abocarse al periodismo sobre género?

–Antes de 2005, cuando debuté en este tema, ya me gustaba mucho, por ser mujer y por haber atravesado un montón de situaciones. Venía abordando distintas temáticas de lo social –medio ambiente y pueblos originarios, por ejemplo–, pero me iba perfilando para el periodismo de género. Fui sola al primer encuentro de mujeres. Escribí sobre un taller de Mujeres Originarias para Las 12. La especialización sucedió sin que me diera cuenta. Empecé a hacer viajes autogestivos. Me sorprendí cuando supe que una mujer era presidenta del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase). Entonces me fui y recorrí todo con ella.

–¿Para hacer periodismo de género es preciso conocer las distintas realidades del país?

–Las mujeres padecemos situaciones similares en la ciudad y en el campo. Vivimos las mismas discriminaciones, abusos e injusticias. En las mujeres con las que fui hablando encontré voces similares. Eso sí, las mujeres campesinas y de pueblos originarios están siendo avasalladas desde hace quinientos años. O un poco más. Y todas venimos siendo colonizadas desde hace un montón de tiempo. Nuestros pensamientos han sido históricamente acallados. Las que tenemos acceso a la comunicación tenemos una deuda, un trabajo que hacer. Cuando estudiamos en la primaria, la secundaria o la universidad no nos enseñaron lo que dijeron mujeres filósofas o científicas.

–O su actuación en hechos históricos...

–Por eso, está bueno construir desde este lugar, para que puedan ser leídas más luchas de mujeres y que florezca dentro nuestro lo que tenemos adormecido. Si empezamos a leer historias de mujeres nos vamos a dar cuenta de que también nos estamos leyendo a nosotras mismas y que nos podemos construir desde ahí. Somos responsables hoy, tenemos esa capacidad de ponernos gafas violetas, como dice el libro de Nuria Varela, Feminismo para principiantes. Cuando te ponés esas gafas del color del feminismo, empezás a identificar un montón de cosas: por qué la mujer es la que limpia en las publicidades o por qué es tan poco valorada en programas como el de Tinelli.

–Desde lo mediático, la lucha es ardua. Basta ver el puesto de diarios para darse cuenta de cuál es el modelo de mujer que gana. ¿Cómo habilitan esta lucha los medios masivos y alternativos?

–Cada vez está siendo más vigilado el periodismo, pero no por el Estado, sino por un montón de agrupaciones de mujeres, que observan y denuncian. Cuando fue el caso de la chica que había sido víctima de trata y había podido huir pero había quedado embarazada y pidió hacerse un aborto y Macri dio datos suyos confidenciales, las mujeres salieron e hicieron un escrache, se organizaron. Eso es contagioso. Cuando una chica se pierde o es secuestrada, de inmediato las madres empiezan a recorrer los medios, no solamente van a la comisaría. Desde la lucha de Susana Trimarco, la gente no ve a los medios tan lejos. Por suerte, hoy es un poquito más difícil para los que están en las redes de trata salir a secuestrar. En cuanto a la pregunta por los medios, hay pocos en el ámbito masivo, no más que Las 12. Pero hay varios en el ámbito alternativo.

–En las notas que publicó en Artemisa utiliza palabras como “miembra” o “asistenta”. ¿Cuán importante es el lenguaje en la disputa por el sentido?

–Es importante, aunque hay gente que considera que no. La disputa se plantea cuando no es un medio de género, porque hay muchos varones que no encuentran que ésta esa sea su lucha. Te dicen que nadie lo va a entender. Me parece importante ir transformando el lenguaje. Muchas veces nosotras decimos “tengo unos huevos”. Me reconozco más cuando digo “me hinchás los ovarios”. Transformar el lenguaje también tiene que ver con ir recuperándonos, visibilizándonos.

–Dentro del libro hay mujeres que se han dedicado a luchas específicamente sobre y para la mujer y otras que lucharon por cuestiones generales. ¿Qué es el feminismo hoy?

–Es construir la igualdad de derechos. Hay algunos que la mujer nunca tuvo, por eso tiene que construirlos, no se trata de recuperar. En la actualidad, la definición de feminismo sigue sin entenderse. No está claro porque se ocuparon de que no lo esté. Yo hace poco empecé a considerarme periodista feminista. Antes decía periodista de género. El feminismo es lo que nos permite movilizarnos, agruparnos, interesarnos por lo que le pasó a la otra. Las estadísticas las construyen las propias mujeres. La Casa del Encuentro publicó el año pasado la cantidad de femicidios que ocurrieron en 2013. Hasta septiembre había habido 209. El feminismo nos permite, también, aterrorizarnos ante esta realidad.

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