CULTURA › EL MOVIMIENTO ACCION POETICA Y SUS CARTELES SOBRE EL AMOR, LA LIBERTAD Y LA POESIA
El tucumano Fernando Ríos Kissner tomó aquí las riendas del proyecto surgido en México y la movida se multiplicó. Ahora AP tiene cien células funcionando en todo el país. Las pintadas, sencillas, pueden expresar desde presagios hasta principios político-filosóficos.
› Por María Daniela Yaccar
“Somos instantes”, se lee sobre una pared bastante destruida, ahí donde el Roca arriba a la estación de Banfield. Letras negras sobre una pared blanca, en la calle; un mensaje contundente, plasmado sin pretensión estética ni prolijidad, sin dibujos ni colores alrededor. Carteles de este tipo, que versan sobre el amor, la libertad y alaban la poesía, se repiten en todo el país y en Latinoamérica. Y llevan todos una misma firma: Acción Poética. Se trata de un movimiento surgido en México a mediados de los noventa, que llegó al país hace un año y medio y al que cada vez se reconoce más (en Facebook, muchos eligen los muros pintados como fotos de perfil). Vaya adonde vaya un argentino, no podrá escapar a los consejos y recordatorios de Acción Poética.
Las pintadas de Acción Poética reivindican la sencillez. No son nada del otro mundo, y por eso el movimiento ha sido criticado por los intelectuales y hasta ha sido víctima de parodias. Los murales pueden expresar presagios –“La risa vendrá mañana, para los que lloran de noche”–, declaraciones amorosas –“Te pienso, luego existo”–, consejos –“Mientras más triste sea tu historia, más grande debe ser tu sonrisa”–, principios político-filosóficos –“No hay sueños imposibles, sólo hombres y mujeres incapaces”–. Una de las más conocidas es la que sentencia “Sin poesía no hay ciudad”. En algunas provincias hay murales bilingües que traducen las frases en castellano a las lenguas de los pueblos originarios, e incluso algunos en Braille.
Lo curioso es que una pintada que decoró la casa del vecino de la esquina está inmersa en una historia que, a nivel regional, conecta con distintos países de América latina y que, a nivel local, se inicia en San Miguel de Tucumán. El gran responsable es el poeta Armando Pulido, que comenzó a pintar las paredes de las calles de Monterrey en 1996, al caer en la cuenta de cómo el mercado editorial expulsaba a los poetas (incluyéndolo a él). “Si pinto una pared me garantizo que me lean 300 mil personas en una semana”, pensó por aquel entonces el hombre. Recién hace un año y medio, un entusiasta actor y gestor cultural tucumano, Fernando Ríos Kissner, tomó las riendas del proyecto en la Argentina, el tercer país del continente que se sumó a la movida.
Acción Poética tiene cien células funcionando en las veintitrés provincias del territorio nacional. Kissner aún no puede creer la adhesión popular que generó AP, tanto en términos de seguidores como de gente que, de repente, ofreció paredes, donaciones y tiempo para ser parte de un movimiento que reivindica la palabra, pero, por sobre todas las cosas, el encuentro. “Muchos nos escriben diciéndonos que nuestras frases son demasiado simples”, cuenta el hombre. “Pero no nos importa lo que queda en las paredes.” ¿Un proyecto que empapela las calles de la ciudad con mensajes profundos de la extensión de un tweet no considera que lo más importante sea el texto? Sí, así es. La esencia de AP es otra. “Lo fundamental es lo que rodea al texto”, dice Kissner.
La cosa funciona así: cada uno de los cien grupos del país tiene un coordinador. Hace un año y medio que Kissner comanda Acción Poética en San Miguel de Tucumán. Empezaron pintando de noche, casi clandestinamente, sin pedir permiso a nadie. Pero en un momento pensaron que lo justo era pedir autorizaciones a los vecinos para pintar. Una convocatoria a través de las redes sociales llama abiertamente a la comunidad a sumarse al hecho artístico-social-poético. “Una vez que empezamos a pedir permiso fue increíble lo que comenzó a pasar. La gente nos invitaba a pintar sus paredes, nos esperaba con empanadas y se enojaba si no íbamos. Todos pueden pintar. No hay que ser escritor, intelectual ni artista, sino tener ganas de hacer algo por el otro compartiendo palabras amables. Pinta el que va en bici y se detiene, pintan las vecinas con batones. No nos importa la prolijidad. No importa si hay letras chorreadas”, explica. Unir a los vecinos que de otro modo no se unirían, movilizar a barrios sumidos en la miseria, estimular a los jóvenes más desesperanzados de las zonas más pobres del país y generar interés en la lectura: tales grandes propósitos persigue Acción Poética.
La idiosincrasia de cada lugar hace que las paredes sean particulares. Los salteños citan a sus poetas y los jujeños hablan del Carnaval, por ejemplo. “En Los Pocitos, una localidad tucumana de pobreza haitiana, pintamos palabras que propuso una vecina: ‘Necesitamos escucharnos’. Si uno lo ve sentado en una computadora, con aire acondicionado, no termina de entender. A esa gente le cuesta mucho organizarse: usurpan terrenos y su vida se cuenta por horas”, se explaya Kissner. “Los textos obedecen a las más alocadas razones. A mí me interesa que difundamos a los poetas regionales, a los que jamás editarán un libro. Acción Poética va más allá de escribir un pedacito de una letra de Soda Stereo. Pero, obviamente, el movimiento es libre.” En Tucumán es donde más creció. Los integrantes de AP trabajan en escuelas tanto públicas como privadas, en hospitales, neuropsiquiátricos, hogares de niños y ancianos y cárceles haciendo poesía de modo colectivo.
La estética es así por regla. AP funciona sobre la base de un conjunto de pautas que Pulido entregó a Kissner cuando él se embarcó en esta iniciativa. Siempre, siempre, letras negras sobre fondo blanco. Siempre textos de no más de ocho palabras y no se puede hablar de política ni de religión. “Nosotros agregamos una regla: un perfil de cómo debe ser la persona que está a cargo de un grupo”, añade Kissner. De un día para el otro, el actor comenzó a recibir solicitudes de amistad y mensajes de personas que, de distintos lugares del país, querían salir a hacer lo mismo que él. “Es muy difícil distinguir las intenciones de una persona a través de Internet. Muchas veces nos mandan pintadas que son una macana. Y con la firma de Acción Poética nos involucran a todos”, desliza. Para coordinar hay que ser mayor de dieciocho años.
Claro que esto de salir a pintar paredes no es novedad. Y por eso está la posibilidad de que se arme una disputa en el espacio público. En la esquina de la casa de esta cronista alguien pintó un pene con aerosol arriba de un mural de AP acompañado por la leyenda “Dejen de vender humo”. “Sí, nos ha pasado”, dice Kissner con cierta desilusión. “Varias veces han intervenido nuestros murales. Al principio había celos de los grafiteros, para ver quién ganaba la calle. Pero desde que empezamos a pedir permisos, nuestros conflictos son mínimos”, explica. También han nacido páginas de Internet –como Acción No Etica o Acción Patética– que se burlan del tono naïf de los mensajes de AP. “Las parodias son reivindicativas. Cuando empezamos surgió Acción Guasa Tucumana. Eran fotos de paredes intervenidas con Photoshop. Qué bárbaro. ¡Con lo que nos cuesta trabajar con los vecinos! Este es un movimiento amable. Ellos no pintan calles, no salen de su escritorio. Pero lejos de atacarnos, una parodia nos da reconocimiento”, interpreta.
“Cuando empezamos, la derecha decía que ensuciábamos la ciudad. Y la izquierda, que adormecíamos a la clase trabajadora. Cuando la izquierda y la derecha coinciden en sus diagnósticos estoy donde quiero estar”, se define Kissner. “A la gente común, al verdulero, al zapatero, le gusta leer los mensajes. Buscamos otra forma de relacionarnos con el vecino. Queremos arrancar sonrisas, reflexiones, suspiros. No somos un movimiento antisistema ni de protesta, lo nuestro no es militancia”, concluye.
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