CULTURA › TERMINA HOY EN EL BOLSON EL 9 FESTIVAL PATACOMICO DE CLOWN
El encuentro realizado en forma independiente por la Asociación Artístico- Cultural Sur resultó una verdadera explosión de cultura en la ciudad rionegrina, protagonizada por artistas de distintas regiones del país y también de México y del Brasil.
› Por María Luz Carmona
Desde El Bolsón
“¿Qué es la cultura?”, interpela una payasa, al comienzo de la función. “Las manifestaciones de un pueblo”, contesta espontáneamente un hombre, que lleva en brazos a su hija. “¡Expresarse!”, grita un nene desde el fondo de la platea. Y así, entre todos, comienzan a ensayar definiciones posibles, justamente en el momento en que se estaba produciendo un hecho cultural. Esa escena sucedió al comienzo de Acurrucame vida mía, en el marco del 9 Festival Patacómico de Clown que finaliza hoy en El Bolsón, un escenario perfecto por sus lagos, montañas y bosques naturales. Durante siete días, la ciudad vivió una explosión cultural protagonizada por artistas de distintas regiones del país, y también de México y del Brasil. Se realizaron doce espectáculos –en su mayoría, unipersonales de mujeres–, talleres intensivos, pintadas de murales e intervenciones teatrales en las calles. El encuentro, realizado en forma independiente por la Asociación Artístico-Cultural Sur, busca acercar el arte a la comunidad local y, a la vez, generar un ámbito de formación e intercambio entre artistas y estudiantes de las artes escénicas.
Las organizadoras de la iniciativa coinciden en que el balance es realmente positivo. “Cada año, desde la organización hasta la calidad de las obras, va mejorando, se va fortaleciendo este espacio. En cada edición participan más personas en los talleres. Los jóvenes viajan muchos kilómetros para estar. Eso nos hace confiar en que estamos en el camino correcto. Hay una red humana que se forma a partir de la necesidad de juntarse y compartir este proyecto”, resalta a Página/12 la actriz y directora del Patacómico, Maia Lopardo. “Cada vez crece más el festival. Hay una necesidad muy profunda de ver y hacer teatro, de seguir explorando; entonces este encuentro, que tiene una inquietud de aprendizaje, es fundamental. Además, ha sido muy importante para el crecimiento de la comunidad payasa en esta ciudad. Cada vez somos más”, se entusiasma.
Una de las principales metas es acercar el teatro a la comunidad local y de esa manera fortalecer el vínculo entre artistas y vecinos bolsonenses. “Festivales como éste hacen falta, nos hacen bien, construyen redes, son necesarios en lo humano. Cada año se acercan más vecinos a ver las obras. Que la gente de los barrios de la periferia se acercara a ver los espectáculos era el desafío más grande, y cada año se logra más”, destaca otra de las creadoras, Gabriela Greizerstein. En esta edición, la compañía del Brasil, Troupe Koskowisck, presentó Quiproquó en el Centro Comunitario Costa de Río Azul, del barrio Mallin Ahogado. Y el dúo femenino de México, Sopa de Clown, realizó un taller para docentes, en la escuela N° 337, del barrio Usina.
El Patacómico plantea una propuesta interesante por múltiples razones. Por un lado, contribuye al crecimiento y fortalecimiento del teatro en la región, y de la técnica del clown, en particular. Genera un flujo de artistas, fomenta el encuentro, la reunión. Por otra parte, se presenta como un espacio de formación y perfeccionamiento para los estudiantes, a través de los talleres intensivos, que en esta edición estuvieron a cargo de artistas como Marina Barbera, Leticia Vetrano, Yanina Frankel y Natalia Sismonda, entre otras. Además, el lugar en el que se de-sarrolla cuenta con una belleza natural infinita. La ciudad está rodeada de bellísimos atractivos naturales –que son visitados por viajeros de todo el mundo– como el Lago Puelo, la Cascada Escondida, el río Azul y el famoso Bosque Tallado, ubicado en lo alto de la montaña, a pocos kilómetros del centro urbano. Una ciudad en donde predominan los bosques nativos, los árboles frutales y una gran variedad de flores, que pueden verse en todas las veredas y en los jardines de las casas.
Una de las actividades más divertidas, y que dio inicio al festival, fue el desfile de payasos sobre ruedas. Sobre la avenida Sarmiento, una de las principales del centro, pasearon en caravana decenas de clowns con patinetas, bicicletas, monopatines, cochecitos de bebés y hasta carritos de supermercado. Entre los personajes más tiernos estaba una mamá payasa, muy joven y simpática, que llevaba amarrada a su pecho a su beba, también con su nariz roja. Entre los más disparatados estaba el Señor Cabeza de Maceta, quien arrastraba por la calle una goma de auto como si fuera su mascota. Las vestimentas coloridas, los sombreros y los elementos circenses pusieron color a la ciudad que los recibió como cada año, con los brazos abiertos. Los vecinos y turistas que caminaban por el lugar se sumaban a la caminata con palmas. Y algunos, menos tímidos y más desprejuiciados, se pusieron las narices que regalaban los artistas. “Antes era más fuerte el prejuicio contra el payaso y la gente no se animaba a ponerse la nariz porque no quería hacer el ridículo. Pero cada año se animan más”, cuenta Lopardo, entre risas. De esa manera, el festival arrancó con una invitación a zambullirse en un mundo donde hay lugar para todos.
“La cultura está en todos lados, la construimos entre todos, cada día, en cada obra”, manifiesta la actriz de Buenos Aires Natalia Sismonda, en referencia al concepto que eligió (re)pensar con los espectadores, al comienzo de su espectáculo. Sismonda se sube al escenario con una energía admirable y se transforma en Cucurruca, una payasa sensible y receptiva al ambiente en el que se encuentra. En cada función convierte la sala, junto con el público, en un lago, una montaña, un volcán o una cueva, según las características del lugar en el que se realice la obra. En esta ocasión, representó al cerro Piltiquitrón y al lago Puelo. “Cuando llego al lugar en el que voy a actuar, hablo con gente del lugar para que me cuente cuáles son los atractivos naturales. Y a partir de ahí construyo esa parte de mi obra”, le cuenta a Página/12. El unipersonal de esta joven payasa contiene una gran dosis de humor y juegos con el público, con el que se conecta muy bien y encuentra complicidad. Cucurruca busca a su gran amor y lo encuentra camuflado entre el público. A partir de entonces, comienza a sucederle una serie de enredos muy divertidos. La obra está muy lograda, rompe prejuicios y hace reír a grandes y chicos.
También se destacaron los unipersonales Seis, Ingue y Fuera!, de Buenos Aires; y Volando ando, de la compañía Intrigal, de Río Negro. Todos interpretados por notables payasas, con una importante trayectoria sobre el escenario. Evidentemente, año a año toman más fuerza las obras escritas, dirigidas y protagonizadas por mujeres clowns, aunque trabajan con temáticas y estéticas disímiles. Es una tendencia en crecimiento. Por un sendero similar va el dúo femenino del DF, México, Sopa de Clown, integrado por Ana María Moctezuma y Nubia Alfonso. Su obra Fiú fiú hace referencia al mundo femenino, con un crítica a los estereotipos. Sin hacer uso de la palabra, y con un lenguaje corporal muy interesante, llevan al público a situaciones irónicas y extravagantes, con el objetivo de reflexionar sobre el mundo actual y los mandatos sociales. “Nos interesa poner en discusión ciertos temas que en México generan controversias. Y de esa manera abrir un espacio de reflexión”, coinciden las actrices.
* Más información en festivalpa tacomico.blogspot.com
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