CULTURA › LA NOCHE DE LOS MUSEOS CONVOCó A 880 MIL PERSONAS EN TODA LA CIUDAD
El Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, que abrió en junio en donde funcionara la ESMA, participó por primera vez de la movida. Hubo más de 200 espacios, desde las 20 hasta las 3 de la mañana, y shows al aire libre. La apertura fue en el Planetario.
› Por María Daniela Yaccar
Con la convicción de la que gozan las ilusiones a cierta edad, un nene le dice a otro: “Yo me voy a las Malvinas”. No pide autorización a nadie. Mete el pie derecho en el agua, después el izquierdo, y atraviesa caminando la fuente que bordea el museo dedicado a las islas, ubicado donde funcionó la ESMA. Muchos juegan a lo mismo, no importa la edad. Grandes, chicos, jóvenes. Hace calor, pero no tanto; parece más una cuestión de sentimiento colectivo que de condiciones climáticas. En plena noche –pasadas la una de la madrugada– se da, naturalmente, una intervención de la instalación: la gente sumerge los pies en el agua, se sube a las “islas” (un relieve de piedra que tiene su contorno). O se sienta en el pasto, alrededor del océano ficticio, donde está, también, la silueta del Belgrano, y en una esquina, flamea en lo alto la bandera argentina. Desde estas ubicaciones poco convencionales, cientos de personas disfrutaron y bailaron los sonidos primitivos de La Bomba de Tiempo. Fue la primera vez que el predio de Avenida del Libertador abrió sus puertas en La Noche de los Museos.
“El que no salta es un inglés”, corearon en un momento los espectadores, sumergidos en el agua, en la Historia. Con “las patas en la fuente” (comparación inevitable). El público copó el lugar: había gente en la terraza del museo –que depende del Ministerio de Cultura de la Nación–, se veían algunas familias con reposeras y heladeras portátiles, que parecían estar desde temprano. Se destacaba la presencia de jóvenes, que ya habían visto a Juana Molina en el mismo lugar. Pero sorprendía, sobre todo, ver a tantos niños con sus papás, de noche, circulando por un lugar tan cargado de historia; enterándose, tal vez, de cuáles fueron las cosas que sucedieron allí. En el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur, inaugurado en junio, los más chiquitos –que más temprano habían podido disfrutar del Festival María Elena Walsh, organizado por el Espacio Cultural Nuestros Hijos– se metían en una instalación pensada para ellos, de la mano de Zamba, el personaje de Pakapaka, y unas tablets que les daban al ingresar.
Había mesas con folletería en distintos puntos del predio, donde el público podía obtener, por ejemplo, la Carta Abierta a la Junta Militar, de Rodolfo Walsh. En una pantalla grande que estaba al aire libre transmitían un documental de Canal Encuentro. Se escuchó fuerte la voz de Néstor Kirchner. Se podía ingresar, además de al Museo Malvinas, al Centro Cultural Haroldo Conti –donde una de las guías invitaba a los que iban llegando a “apropiarse” del espacio y hubo actividades culturales– y a la Casa por la Identidad Abuelas de Plaza de Mayo. Allí, la sala 1 era una de las más visitadas. Los presentes se detenían mirando las fotografías de los nietos recuperados. La sonrisa de Estela de Carlotto y la de Ignacio Guido brillaban al final del recorrido. El espacio está dividido en salas que, a través de fotos, textos, objetos y pantallas interactivas, resumen la historia de lucha de las Abuelas y las herramientas que fueron construyendo para recuperar a sus nietos.
La Noche de los Museos, organizada por el Ministerio de Cultura porteño, se vivió de norte a sur hasta las 3, en más de 200 espacios (museos y espacios culturales públicos y privados, bares notables y escuelas) y reafirmó su carácter de acontecimiento convocante, que altera la fisonomía del espacio urbano por unas horas. Según cifras oficiales, se sumaron 880 mil personas a la movida. Está verdaderamente instalada, porque en la calle, desde las 21, era mucha la gente que estaba enterada, que conversaba sobre eso, que daba vueltas con el folleto de los horarios y direcciones de muestras y shows en la mano. Iba en rollers, en bicicleta y en los colectivos que la transportaban gratuitamente. Como cada año, algunos se sometían a largas colas. En el Malba, donde estaba la exposición Antonio Berni: Juanito y Ramona, a las dos de la madrugada todavía había una cola de dos cuadras. Fue visitado por más de siete mil personas. En Barracas, por ejemplo, la fila daba vuelta la esquina para ingresar al Museo de los Túneles Santa Felicitas y Templo Escondido, desde muy temprano.
Un aspecto interesante de La Noche de los Museos es cómo vibra en cada lugar los tipos de públicos que emergen a partir de la invitación. Allí, en Barracas, al sur de la ciudad, el evento tomaba un color bien barrial. Estaba abierta la escuela Clotilde Guillén de Rezzano, en Arcamendia al 700. Los vecinos se paseaban por una feria de ciencias que ofrecía el establecimiento, en la calle había un puesto que vendía choripanes y un montón de adolescentes esperaban el comienzo de un espectáculo. Cerquita, en la Calle Lanín, los más chicos eran invitados a hacer manualidades con plasticola y cerámicas, y en el patio de un bar atiborrado de gente, donde se exponían obras de artistas contemporáneos, había un coro ensayando, que estaba próximo a presentarse. Calle Lanín es el pasaje que intervino el artista Marino Santa María. Cuando pintó la fachada de su taller, el vecino de al lado, y posteriormente otros, fueron pidiéndole que modificara artísticamente las paredes de sus casas. La calle lucía hermosa de noche.
Como suele ocurrir, en Recoleta se mezclaban los porteños con los turistas, que no paraban de entrar, por ejemplo, al Museo Xul Solar, incluido en uno de los circuitos temáticos propuestos por el gobierno (unía al artista plástico con su amigo Jorge Luis Borges). A paso muy lento avanzaba una fila que se iba deteniendo en las acuarelas y las témperas de Solar. También, miles de personas eligieron el Museo Nacional de Bellas Artes, donde estaban las exposiciones El Greco y la pintura de lo imposible, 400 años después y La seducción fatal. Imaginarios eróticos del siglo XIX. En la calle, se presentaron Miss Bolivia, Tremor y Paloma del Cerro. Entre otros lugares que se destacaron por la afluencia de público, se encuentran el Museo Sívori, que presentaba Insólito, una muestra del escultor francés Mauro Corda; el Palais de Glace, donde se exhibían fotografías de Premios Nacionales, una retrospectiva de Ernesto Pesce y una instalación de Fernando Brizuela y Andrés Toro, y el Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo. En La Usina del Arte, donde estaba la muestra El mundo según Mafalda, la fila daba vuelta la manzana. Pasaron por allí 30 mil personas. Por el Centro Cultural Recoleta, 64 mil; y por el Museo de la TV Pública, 17 mil.
Un plato fuerte de la jornada son siempre los espectáculos al aire libre. En este caso, la apertura oficial sucedió en el Planetario Galileo Galilei, donde, a las 20, el público se acomodó en el césped para escuchar el concierto Zurich Gala del bosque, conducido por Angel Mahler, que reunió a más de 40 músicos y artistas invitados. Hasta allí se acercaron 25 mil personas.
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