Mar 24.03.2015
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CULTURA › HOMENAJE A NICOLáS CASULLO EN EL ENCUENTRO FEDERAL DE LA PALABRA

Diálogos con un pensador inclasificable

A siete años de su muerte, el escritor y ensayista sigue promoviendo debates y reflexiones. Los intelectuales Eduardo Grüner, Gregorio Kaminsky y Alejandro Kaufman confluyeron en Tecnópolis, donde ofrecieron diferentes miradas sobre el autor de Las cuestiones.

› Por Silvina Friera

“Las cajas parecen sobrevivientes de un naufragio”, dice la cantante y actriz Liza Casullo en el Café Literario del Encuentro de La Palabra, al principio de la conferencia performática Capítulo 32, en el homenaje a Nicolás Casullo en el que participaron también Eduardo Grüner, Gregorio Kaminsky y Alejandro Kaufman. Las cajas –que están sobre el escenario y se proyectan sobre una pequeña pantalla– contienen cientos de ejemplares de El frutero de los ojos radiantes, una novela agotada hace años que Casullo escribió durante su exilio en México, y que –supuestamente– narra la historia de la familia. El rastreo y la pesquisa por ciudades como Génova (Italia) o por el barrio del Abasto, con la bandera de la intuición y la ironía flameando simultáneamente en la búsqueda, construyen la aventura de un rescate singular, una excusa para incluir un capítulo póstumo a la novela paterna.

Por una “súbita indisposición”, Eduardo Jozami no pudo estar presente en Tecnópolis. “Mi reconocimiento hacia la obra de Casullo aumenta a medida que la evolución política y el curso de nuestros debates revelan el carácter precursor de muchas de sus afirmaciones”, plantea Jozami en una carta que escribió para disculparse por su ausencia. “Una característica que siempre me fascinó en su obra es la originalidad que lo llevaba a cuestionar toda interpretación establecida, con cierta desmesura que aumentaba la atracción de sus escritos, y su disposición a no desechar plenamente ningún pensamiento y tradición, a integrar en su lectura las más diversas influencias. Esta característica de su pensamiento puede ser muy fecunda hoy, cuando para seguir avanzando y resistir la ofensiva de esas nuevas y viejas derechas que Casullo analizara con tanta lucidez, hace falta no sólo la militancia y la decisión política que exhibe el kirchnerismo, sino también la imaginación política y la vocación de diálogo y encuentro que marcan la obra de Nicolás.”

Kaminsky comenta que en la obra del autor de Pensar entre épocas (2004) y Las cuestiones (2007) está garantizado el hallazgo de algo que acontece. “En la escritura de Nicolás está presente la ocurrencia”, define Kaminsky, y agrega que una palabra clave es “fraternidad”, que se evidencia en la revista Pensamiento de los confines, dirigida por Casullo desde 1995 hasta su muerte en 2008. “En Nicolás está siempre la idea de grupo que hace una revista, de grupo que arma proyectos editoriales o artísticos. En el pensamiento de Casullo hay teología; es un inclasificable porque no tenía una forma de pensar disciplinaria. Puede ser que no haya sido muy evidente para sus lectores ni muy advertido por él mismo. Como autor, podía haber sido una suerte de escritor fantasma.” Grüner señala que uno de los abordajes podría condensarse en un tópico sugerido por los organizadores del encuentro: “‘La vida como obra de arte’, un título medio nietzscheano que me ayudó a pensar algo que ocupaba un centro vital en la escritura de Nicolás y que yo lo daría vuelta y diría ‘La obra de arte como vida’”. El autor de La oscuridad y las luces precisa que Casullo fue un “gran lector” de los románticos alemanes y que de ese espíritu recogió un apasionamiento intelectual y político “muy decidido” que lo conducía a la dialéctica entre el individuo creador y la comunidad. “El percibía la ambigüedad, la ambivalencia y las potencialidades del concepto de comunidad. Pensaba, al igual que yo, que el mismísimo Marx era heredero de ciertas vertientes del romanticismo alemán.” El manejo de la ironía fue otra de las virtudes ponderadas, un arma afilada que le permitía al escritor y ensayista homenajeado “desarmar un enunciado en el mismo momento de pronunciarlo”.

La ironía “casullesca” queda ilustrada potencialmente con una anécdota que aporta Grüner. “Sobre nuestros desacuerdos, era capaz de tomar esa distancia irónica que autoriza una amistad que tenía diferencias políticas. Nicolás decía: ‘Salvo por el detalle del peronismo, en todo lo demás estamos de acuerdo’.” El sociólogo y ensayista recuerda un texto de Casullo publicado en el número 18 de Pensamiento de los confines, de julio de 2006, titulado “El milenario camino de una actualidad en debate”, artículo en el que analiza el desvanecimiento de las vanguardias y el imaginario de la revolución. “No extrae una conclusión nihilista o desencantada, sino que al mismo tiempo dice que la estética y el pensamiento son los dos lugares que dejan más abierta la posibilidad de un pensamiento crítico renovado”, aclara Grüner. El malentendido puede ser el humus involuntario del género “homenaje”. Mariano Recalde, precandidato a jefe de Gobierno porteño por el Frente para la Victoria, estuvo en Tecnópolis para evocar a Casullo. “En la primera entrevista que tuvimos con él, mencionó algo que ahora es una realidad efectiva, pero en ese momento se presentaba como una necesidad imperiosa. Hay que dar una batalla cultural, dijo para que el proyecto se haga carne y para que nadie venga luego a quitarnos nuestros derechos”, subraya el presidente de Aerolíneas Argentinas.

Kaufman objeta esta interpretación, sin referirse explícitamente a Recalde. “Casullo no era un polemista como se entiende habitualmente, en el sentido de confrontar más o menos de una manera agresiva. La idea de la batalla cultural supone la polémica en la forma esgrimista, donde el nombre propio se opone a un interlocutor, y produce un tipo de espectáculo que suele ser una suerte de combate heroico entre voluntades. Todo eso es ajeno a Nicolás e incluso a los Confines”, advierte el ensayista y añade que Casullo era “un espíritu siempre situado frente a un abismo, frente a aquello que se instauraba como indecible y problemático”. Kaufman alude a la “famosa” renuncia de Casullo al peronismo en 1984, junto con otros escritores e intelectuales, “un cuestionamiento a aquello en lo que el peronismo se había convertido” en el período posdictatorial. “Lo que se produce a partir de ahí es un estatuto de incertidumbre, un estatuto estético-político de perseverancia en las lecturas, en la enseñanza, y desesperanza en el orden de la acción.”

Kaufman destaca la necesidad de continuar el diálogo íntimo y colectivo con Casullo “en este momento tan crítico que oscila entre la banalidad y lo abismal, en el que ocurren ciertos acontecimientos que parecen últimos, catastróficos, después de los cuales ya nada más se va a poder decir” y pondera los años 2007-2008 como un momento de coagulación de percepciones, “cuando había un horizonte de transformación moderada, porque ninguno de nosotros estaba pensando que el kirchnerismo iba a hacer una revolución, cuando Eduardo (Grüner) o León Rozitchner estábamos juntos o cercanos, compartiendo espacios, y eso después se interrumpe y se siguen distintos caminos”. Este pensador “inclasificable” continúa dialogando con cada uno de sus amigos y lectores, frotando y encendiendo los palitos de la lengua literaria y política.

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