CULTURA › LA INICIATIVA INVISIBLE A LOS OJOS, UNA RELECTURA GRáFICA DE EL PRINCIPITO
En los primeros días de este año, el legendario texto de Antoine de Saint-Exupéry entró en dominio público. Entre algunos lanzamientos oportunistas, otro proyecto terminó conjugando el trabajo de 160 ilustradores de países de América latina.
› Por Andrés Valenzuela
En enero, El principito, ese clásico de la literatura universal, pasó a dominio público. Es decir que, a partir de los primeros días de 2015, cualquiera podía tomar el texto de Antoine de Saint-Exupéry y publicarlo, adaptarlo o trabajarlo sin necesidad de pagar derechos de autor a sus herederos (quienes, por otro lado, se beneficiaron notablemente de los más de 80 millones de copias vendidas en todo el mundo). Eso sí: no sucedía lo mismo con las imágenes. Así que cualquier nueva publicación debe llevar sí o sí nuevas ilustraciones con ella. En todo el mundo se promocionaron rápidamente distintos proyectos que, evidentemente, venían preparándose hace rato, anticipando este cambio en el estatuto legal de la obra. “Surgieron varias propuestas editoriales comerciales y acá la que más resonó fue la de Nik”, señala Micaela Sánchez Malcom. Claro que el resonar al que se refiere no fue halagüeño: muchos se indignaron al ver al gato del humorista gráfico encarnar a uno de los personajes más significativos de su infancia en la edición conjunta entre el matutino porteño La Nación y el sello especializado en literatura infantil y juvenil Catapulta. “Esa propuesta no nos cerraba ni ideológica ni comercialmente, así que tuvimos la iniciativa de hacer una acción diferente”, cuenta Sánchez Malcom. Esa acción diferente culminó en Invisible a los Ojos (http://invisiblealosojos.com/), un proyecto conjunto entre más de 160 personas de toda América latina para ilustrar El principito. Además de su versión web, en Buenos Aires se pudo ver una exposición de esos trabajos en el Centro Cultural Caras y Caretas (Venezuela 370).
La iniciativa, reconoce la joven licenciada en comunicación, se les fue de las manos. Ella y tres amigas (una ilustradora, una diseñadora gráfica y una desarrolladora web) esperaban juntar 27 dibujantes y asignarle a cada uno un capítulo del libro. Para su sorpresa, más de 600 colegas respondieron a la convocatoria y terminaron cerrando el proyecto final con 160 ilustradores.
“Queríamos hacer una propuesta más representativa de la historia con las variantes culturales de América latina, con improntas propias, que eso se trasladara en una acción ecléctica en términos de imagen”, explica Sánchez Malcom, quien además destaca el carácter no comercial del emprendimiento. “La convocatoria se hizo bajo la premisa de que todos los aportes eran bajo licencia creative commons de uso no comercial: se puede imprimir, pero no se puede salir a vender, y si nosotros llegamos a convertirlo en libro, será con algún proyecto de crowdfunding y las copias distribuidas al costo.”
El principito es un clásico de la literatura universal, entre otros motivos, porque consigue conmover y generar en cada lector una sensación distinta. Y eso se trasluce en lo que cuentan a Página/12 algunos de los ilustradores que participaron del proyecto. “Fue complejo tratar de equilibrar la sinceridad interna que provocó leer el capítulo con la imagen que debía hacer para compartir”, revela desde Uruguay Ochopante. “Quería encontrarme a mí mismo en el dibujo sin importar la simpleza de la imagen que resultara.” Desde Costa Rica, María José da Luz confiesa que su carpeta de trabajos está protagonizada por los clásicos de la literatura infantil. “Este ha sido siempre uno de mis favoritos”, afirma en un e-mail, “como ilustradora los clásicos siempre han sido una herramienta para dejar fluir la imaginación visualmente”. Da Luz volcó su estilo naïf en la escena del encuentro entre la flor y el protagonista: “Quiero siempre transmitir lo bonito de lo simple”. El argentino Rodrigo Luján, en tanto, se permitió a sí mismo “revisitar algunas influencias que hace mucho no miraba, como Alan Lee, Brian Froud y Edmund Dulac”, y asegura que el proceso le resultó “divertido”, pero también “visceral”.
Todos ellos se reconocen lectores infantes de El principito. “Es un libro fácil en el buen sentido: se dejar leer muy bien y tiene una fuerza emotiva enorme”, describe Luján, “habla de la infancia perdida, que nos llega a todos, y si sos chico te identificás mucho”. Su colega uruguayo coincide y advierte que es una obra que “atrapa al mismo lector con la guardia baja” y que genera “un movimiento interno en quien lo lee; una inquietud que opacamos con respuestas rápidas en esta realidad que aceptamos”.
Para la convocante Sánchez Malcom, en tanto, el libro representa diferentes etapas de su vida, confiesa. “Es una lectura clásica que leí con mi viejo y a medida que lo voy leyendo en diferentes momentos de mi vida representa distintas cosas”, considera. “Hoy es la posibilidad de cambiar y crecer, de basarme en eso para ir hacia adelante.”
Ninguno de ellos discute su vigencia –¿quién podría?–, aún a casi 71 años de la muerte de su autor. “El denominador común entre los participantes de la convocatoria es que toca fibras íntimas de cada uno”, considera Sánchez Malcom, a partir de la experiencia con los 160 ilustradores que trabajaron en Invisible a los Ojos y los cientos de otros que quedaron en el camino. “Para todos significa algo diferente, pero siempre son reminiscencias de la niñez, de un período medio idealista, de conexión con emociones profundas y menos visibles en el día a día de hoy”, recuenta. “Todo esto se conjuga para que siga siendo una obra clásica y de culto, pero a la vez muy cercana a todos.”
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