CULTURA › DANIEL DIVINSKY Y SU ALEJAMIENTO DE EDICIONES DE LA FLOR
El fundador de la editorial que desde 1966 publicó a Walsh, Fontanarrosa y Quino, entre otros, le cedió su parte a Ana María “Kuki” Miler, su ex esposa y ex socia. “No me sentía con fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan intensamente”, dice.
› Por Silvina Friera
“El renunciamiento de Daniel” podría ser el título de una obra de teatro que deja un sabor amargo. Ningún final, por más meditado que sea, es feliz. La ironía es un arma afilada en manos del último editor de raza. “Ahora tengo mucho tiempo libre”, bromea Daniel Divinsky, el creador de Ediciones de la Flor –que empezó a funcionar en 1966– con casi cincuenta años de experiencia y olfato, de convicción y hedonismo ecléctico que le permitieron construir un catálogo diverso con Quino, Roberto Fontanarrosa, Rodolfo Walsh, Fogwill, Maitena, Liniers, Vinicius de Moraes, John Berger y Umberto Eco, por mencionar apenas un puñado de un listado inabarcable. A los 73 años, Divinsky decidió alejarse del sello. La editorial quedará a cargo de Ana María “Kuki” Miler, quien fue su esposa durante casi cuarenta años, hasta que se separaron, en 2009. “El viernes pasado, luego de complicadas mediaciones, firmé la cesión a precio irrisorio de mi parte en Ediciones de la Flor a mi ex socia –cuenta el ex editor en un email que circuló esta semana–. Decisión dolorosa, que me tiene muy triste, pero al mismo tiempo aliviado: la convivencia laboral se había tornado imposible y todo proyecto mío se estrellaba con su enconada negativa.”
Divinsky, el hombre que dejó la abogacía a los 24 años para dedicarse a editar libros, cuenta a Página/12 los entretelones de esta despedida con esa extraña calma posterior a una gran tormenta, una mezcla de abatimiento y liberación, de resignación y misión cumplida. “Hacía tiempo que había inconvenientes de funcionamiento, lo que yo llamo ‘incompatibilidad de caracteres tipográficos’ y decidí dejar la editorial porque no me sentía con fuerzas ni para continuar en una pelea ni para seguir trabajando tan intensamente. Entonces, después de largas negociaciones, llegamos a un acuerdo por el cual cedí mi parte. Todo se complicaba por el hecho de que la editorial funciona en un inmueble que es de mi propiedad, heredado de unas tías y de mi padre, y no se sabía si la editorial se iba a tener que mudar. Finalmente, se firmó un contrato de locación con un alquiler muy por debajo de los valores de plaza”, cuenta el creador de Ediciones de la Flor, nombre que surgió de una exclamación de la escritora y periodista Pirí Lugones –la nieta del poeta Leopoldo Lugones–, desaparecida durante la última dictadura militar, que exclamó: “¡Flor de editorial quieren hacer!”.
–¿Queda algún margen, una posibilidad de volver?
–No, por las dificultades de ponernos de acuerdo con mi ex socia. La editorial seguía y sigue muy próspera y funcionando bien. Este año se publicaron unos 12 libros en un ritmo normal. Lo único que no aceptó ella es la publicación de algunos libros que yo quería publicar, y tenía derecho a eso.
–Cuesta imaginarlo jubilado de la edición de libros. ¿Qué va a hacer ahora?
–Voy a respetar lo acordado: durante tres años no puedo ser editor con mi nombre ni dirigir una colección. Voy actuar como asesor, dar charlas, escribir prólogos; seguiré ejerciendo actividades intelectuales ligadas al libro, pero sin editar.
–¿Imaginaba este final?
–Ni en mis peores pesadillas...
–¿Qué hubiera deseado para la editorial?
–Hace un par de años tuvimos un almuerzo con Jorge Herralde en el que nos contó, muy entusiasmado, el acuerdo al que había llegado con Feltrinelli, la editorial italiana que se quería instalar en España, por el cual Herralde y su mujer le iban cediendo un porcentaje cada año de Anagrama hasta terminar cediendo la totalidad de las acciones, conservando la dirección editorial mientras tuvieran ganas. Herralde nos sugirió que hiciéramos lo mismo –dado que nuestro único hijo es músico y no tiene ninguna intención de continuar con la actividad– con alguna de las editoriales independientes locales. Incluso comentó el tema con el editor de una de esas editoriales, que me llamó de inmediato sumamente interesado. Me entusiasmó la posibilidad, pero fue totalmente rechazada por Kuki.
–¿Continúa Kuki Miler sola al frente del sello?
–Sí, tiene toda la capacidad, la formación, la experiencia y la relación con los autores. Así que no hay duda de que la editorial va a seguir igual.
–Hay vida cultural después de Ediciones de la Flor, ¿no?
–Yo pensaba escribir una columna de opinión que se titularía “Mi historia clínica 2015”. Este fue un año en el que fui sometido a varias operaciones voluntariamente, en algunos casos con anestesia total, en algunos con anestesia local y en otros sin anestesia. Me operé de la vista, por lo cual ahora veo sin anteojos, me sacaron por criocirugía un carcinoma de piel y después me hicieron dos videocolonocopías para extirparme unos pólipos. Ahí ya tenés cuatro operaciones. La quinta fue la extirpación de Ediciones de la Flor. Todavía no me recuperé de los efectos de la anestesia...
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