CULTURA › HUGO VEZZETTI Y SU LIBRO PSIQUIATRíA, PSICOANáLISIS Y CULTURA COMUNISTA
El ex decano de la Facultad de Psicología buscó demostrar que el enfrentamiento militar, político e ideológico tuvo también sus expresiones en el campo psi: “La crítica al capitalismo se acompañaba de una crítica que señalaba las consecuencias psíquicas”.
El período de la Guerra Fría fue campo fértil para analizar las ideas políticas que entraban en confrontación entre el mundo capitalista y el universo comunista. Pero también fue motivo de una toma de posición con respecto al pensamiento teórico de la psiquiatría y del psicoanálisis. El discurso de estas dos disciplinas en ese contexto histórico –que, en algún momento de la historia, resultaron antagónicas–, es el que recorre el libro Psiquiatría, psicoanálisis y cultura comunista. Batallas ideológicas en la Guerra Fría (Ed. Siglo XXI), del psicólogo, investigador del Conicet y profesor consulto de la Universidad de Buenos Aires, Hugo Vezzetti. A lo largo de casi 300 páginas, el ex decano de la Facultad de Psicología desentraña la historia de la izquierda psi, tomando como punto de partida la París de 1949 para vincularla con la Buenos Aires del período de la Guerra Fría, tanto en las polémicas que se despertaron entre ambas geografías como en las fracturas que se produjeron por aquellos años.
Podría señalarse que el objetivo macro del libro es demostrar que, así como sucedió con las ideas políticas en la Guerra Fría, por aquella época también hubo distintas posturas ideológicas en el campo psi. Vezzetti es cauto: “Es difícil ponerle un marco al libro, pero ese fue más bien un descubrimiento porque inicialmente mi objetivo era trabajar ese período como un antecedente de la etapa de la radicalización en el psicoanálisis y en la psiquiatría que correspondió a finales de los 60 y principios de los 70”.
–Con otro contexto político...
–Sí, justamente con el contexto de la cultura comunista. La cultura organizada alrededor del Partido Comunista había perdido su centralidad y su hegemonía. Pero para mí fue significativo encontrar que en los años 50 y en la posguerra había una etapa con rasgos definidos y que algo de eso también debía ser indagado para pensar sus consecuencias posteriores. Cuando se dice “La Guerra Fría” parece que el tema era puramente militar o de política internacional, o el tema del terror atómico pero, en realidad, la Guerra Fría fue fundamentalmente una guerra de intelectuales; en el caso francés, esto se vio muy claramente. En ese sentido, fueron batallas que formaron parte de la Guerra Fría, que fue también una batalla cultural.
–¿Cómo fue el trabajo de investigación previo?
–Este fue un libro que yo empecé y retomé varias veces. En general, había escrito sobre el período hacia los 60; por ejemplo, el que corresponde al debate sobre el libro de José Bleger, Psicoanálisis y dialéctica materialista, de finales de los 50. Venía trabajando, reuniendo material. Significó un avance y un giro en la investigación el comenzar a trabajar las publicaciones francesas, porque advertí que había algunas cuestiones de los debates que se daban aquí en Buenos Aires en esos años (y ya hacia los 60) que no terminaban de esclarecer, pero uno se daba cuenta de que ese debate estaba respondiendo a condiciones, argumentos y cuestiones que se estaban produciendo simultáneamente en París. Fue todo un trabajo de vinculación conseguir las publicaciones.
–Justamente parte de la París de 1949. ¿Qué nexos describiría?
–¿Qué es lo importante en París en 1949? ¿Qué es lo novedoso? Que la revista teórica del Partido Comunista Francés, Nouvelle Critique, publicó un manifiesto contra el psicoanálisis. Y, además, en la investigación apareció que ese manifiesto no fue una iniciativa de los psiquiatras del PC sino que vino dirigida desde el Comité Central, desde la Secretaría Cultural del Comité. O sea que ese debate, que era un debate sobre la relación entre psicoanálisis y marxismo, que venía desde mucho antes, de pronto se había convertido en una cuestión en la que el Partido, como Partido, tenía que tomar posición. Ahí empieza. El argumento del libro va de París a Buenos Aires y vuelve a París. ¿Por qué? Porque para mí era significativo era que en el año 65 Althusser (que después iba a ser el intelectual más importante del Partido Comunista Francés) publicara un artículo en la misma revista, Nouvelle Critique, titulado “Freud y Lacan”, donde no sólo autorizaba al psicoanálisis y, de alguna manera, lo recuperaba desde el punto de vista de la formación teórica del marxismo, sino que decía: “Sin el psicoanálisis no se puede tener una teoría de las ideologías”. Entonces, termino en París, en el surgimiento del althusserismo. Queda pendiente algo que finalmente queda fuera del libro: las repercusiones de la reflexión de Althusser en la Argentina.
–¿Un poco también busca reflejar la ligazón que se producía entre las patologías y los conflictos sociales de acuerdo a las ideas de la época?
–Más que la época, tomé lo que venía de esta línea de pensamiento que comenzó en la psiquiatría y no en el psicoanálisis: el capitalismo tiene consecuencias que deben ser detectadas, diagnosticadas y consideradas en el terreno de la subjetividad. Entonces, ahí había una preocupación por establecer las relaciones entre psiquiatría y sociedad, pero particularmente como un modo que acompañaba a la crítica al capitalismo. Es decir, la crítica cultural e ideológica al capitalismo se acompañaba de una crítica que, además, decía: “Esto tiene consecuencias en el terreno de los malestares, de los trastornos psíquicos”.
–¿Cómo llegó a instalarse la cultura comunista en el campo del psicoanálisis y de la psquiatría y cuáles considera que fueron sus principales efectos? ¿Cómo se llega a la idea de malestar como expresión de las luchas sociales en la Argentina?
–Ahí hay que destacar el papel de los protagonistas. En este caso, una figura muy importante fue Gregorio Bermann, psiquiatra cordobés que fue una suerte de compañero de ruta del Partido Comunista. Tuvo una actuación muy importante desde los años 30. El ya había tenido una revista previa, Psicoterapia, en el año 36. Suspendió la publicación de la revista porque viajó a España a incorporarse al Ejército Republicano en el marco de la Guerra Civil Española. Con esa trayectoria, fue alguien que, al mismo tiempo, estuvo muy conectado con lo que sucedía con la cultura psiquiátrica francesa de izquierda. Por lo tanto, era el que recibía las publicaciones de los franceses y, de alguna manera, contribuyó a difundirla. No hubo una corriente (por lo menos a finales de los 40) significativamente importante dentro de la Red Cultural del Partido Comunista en la Argentina. De hecho, después Jorge Thénon y algunos otros fueron los que iban a sacar hacia los años 50 la Revista Latinoamericana de Psiquiatría, de la que yo me ocupo en uno de los capítulos del libro. Ese es el núcleo. Es un núcleo muy militante, desde el punto de vista de su acción intelectual, el que sostuvieron ellos con la revista. Por un lado, se hacían eco de las cosas que se estaban publicando en Francia, sobre todo en una revista que editaban los psiquiatras y psicólogos comunistas franceses, titulada La Raison (“La Razón”). Pero, al mismo tiempo, algunos de ellos –Bermann en particular–, intentaron desarrollar perspectivas propias de lo que el propio Bermann iba a llamar una sociopsiquiatría, queriendo diferenciarla de la psiquiatría social de orientación más anglonorteamericana.
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