CULTURA › SE INAUGURó UN ESPACIO DE LECTURA EN LA CASA DE LAS MADRES
La sede de la Plaza de los Dos Congresos tiene ahora un acogedor espacio bautizado con el nombre de una escritora prohibida por la dictadura cívico-militar “por exceso de imaginación”: Laura Devetach, quien, emocionada, participó del acto de apertura.
› Por Karina Micheletto
La sede de Madres de Plaza de Mayo ahora tiene un espacio de lectura, pensado para chicos pero también para grandes, y ese espacio ya tiene nombre. Se llama La Torre de Cubos, y también tiene nombre la librería de las Madres: se llama Laura Devetach. El bautismo con el nombre de una escritora y de una de sus obras más emblemáticas –prohibida por la última dictadura cívico-militar por imputársele cargos tales como “exceso de imaginación”– significa un reconocimiento a una de las creadoras más importantes de la literatura infantil y juvenil argentina, que con sus libros ha marcado a más de una generación, y que también ha hecho teoría sobre esa literatura y ha formado a una cantidad de escritoras y educadoras que hoy también son reconocidas. Lo decidieron las Madres, mostrando una sabiduría que se volvió ternura y risa compartida el viernes pasado desde el mediodía, cuando Hebe de Bonafini cocinó para la escritora, en esa forma doméstica y cariñosa de homenaje que tan bien sabe ejercer, y juntas almorzaron con todas las Madres y con Teresa Parodi, habitual visitante de la sede de Hipólito Yrigoyen 1584.
Más tarde llegó la inauguración “oficial”, con corte de cintas y todo. Quien pase ahora frente a la vidriera de la Casa de las Madres, frente a la Plaza de los Dos Congresos, verá estos nombres; quien entre, podrá sentarse a leer libros de Devetach y de una cantidad de autores, para chicos y grandes, entre sillones, almohadones, peluches y juguetes, en una decoración creada por las mismas Madres, que hasta incluye una bicicleta fileteada con la leyenda “Ni un paso atrás”. “Lo hicimos como hacemos todo las Madres: haciendo, como podemos, juntando de aquí y de allá. Una amiga nuestra, Normita, trajo los juguetes, un muchacho que repara bicicletas y les de trabajo a los pibes de la calle nos regaló esta bici, la familia de Laura nos donó libros… Es nuestro deseo que aquí se lea, que aquí se descubran libros. Y que el que quiera, se los lleve prestados. Y si alguien “se olvida” de devolverlos… y bueno, no hay mejor destino para un libro que seguir caminando”, expresó Hebe durante el cálido encuentro que precedió al corte de cintas.
Acompañaron a Devetach y a las Madres en esta celebración escritores como Mario Méndez, editores como Laura Leibiker –quien pronto estará en la Feria de Frankfurt recibiendo el importante reconocimiento de la lista del White Ravens para La chica pájaro, de Paula Bombara, que ella editó–, destacados artistas “para chicos” como María Teresa Corral, ilustradores como Juan Lima, la escrita Laura Roldán y el ilustrador Gustavo Roldán, hijos de la homenajeada, entre otros. Fue un momento emotivo y feliz, que generó imágenes como la de una fila de Madres escuchando a Devetach leer su cuento “Monigote en la arena”, como encantadas –como se encantan los nenes cuando se enganchan con una historia– y a una nena de unos cinco años, a pocos metros, sosteniendo una edición del libro que lleva ese nombre, esperando para que la autora se lo firmara. “Lo elegí porque creo que es un cuento para este momento de país”, explicó la autora nacida en Reconquista, Santa Fe, “adoptada” por Córdoba, durante sus estudios en Letras, y radicada en Buenos Aires desde hace ya muchos años. “Monigote jugó y jugó en medio de la ronda dorada, y rió hasta el cielo con su voz de castañuela. Y mientras se borraba siguió riendo, hasta que toda la arena fue una risa que juega a cambiar de colores cuando la sopla el viento”, terminó de leer.
“Cuando me contaron que las Madres iban a hacer esto, me pareció que no era real lo que me estaba pasando. Es el mejor reconocimiento que recibí en mi vida”, agradeció Laura Devetach. Hebe también le agradeció el “crear cuentos que les hablan a los chicos de hoy, de sus cosas, con su lengua”. El encuentro sirvió también para intercambiar preguntas y hablar con los presentes de una cantidad de cuestiones alrededor de los chicos y los libros, la televisión, las nuevas tecnologías, los estímulos, las formas de invitarlos a leer. Allí mismo, entre ositos de peluche y almohadones cosidos con esmero, podía encontrarse una respuesta amorosa.
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