Lunes, 13 de julio de 2009 | Hoy
HISTORIETA › TOMáS COGGIOLA Y SU EMPRENDIMIENTO COMIC.AR
“Queremos ampliar los márgenes”, señala uno de los responsables de una publicación que busca cubrir un hueco importante en la difusión del “noveno arte” y que, más que competir con Fierro, se define como una suerte de espacio complementario.
Tomás Coggiola vio un espacio en los puestos de diarios y se lanzó a conquistarlo. Levó las anclas de una idea y creó Comic.ar, el periódico de historietas, cuyo segundo número ya se encuentra en los kioscos. Como todo capitán excelso, necesitó de una tripulación de dibujantes y guionistas para tal aventura: Quique Alcatena, Sergio Ibáñez, Armando Fernández, Eduardo Maicas, Marcelo Basile, Claudio Kappel, Elmer, Silvestre Szilagyi, Löwy, Rafael Curci, Diego Greco y Alejo Valdearena se calzaron entonces los uniformes de marineros. ¿El objetivo? Conquistar ese público dormido desde los ’80, más precisamente desde la de-saparición de Columba, la editorial que supo inmortalizar a El Tony, D’Artagnan y Nippur de Lagash, entre tantos títulos. Más atrás, aunque fundantes, quedaron los cuadritos de Hora Cero, poblados por los inolvidables “Sargento Kirk”, “Ernie Pike” y “El Eternauta”, tres obras guionadas por el maestro Héctor Germán Oesterheld; “Mafalda”, de Quino; “Inodoro Pereyra” y “Boogie, el aceitoso”, de Roberto Fontanarrosa, y la lista sigue. Distanciándose de la revista Fierro en concepto y potenciales destinatarios, Comic.ar brinda un arsenal de tiras y chistes mensuales que retoman la mística del héroe nativo, el humor gráfico y el suspenso de la historia continuada. “Si bien el primero que la va a leer es el fan de los comics, está hecho para que cualquiera pueda acceder a estas historietas. Y esto va en función de difundir el ‘noveno arte’: en lugar de achicarnos como profesionales y laburar sólo para los que son del palo, queremos ampliar los márgenes”, explica Coggiola, acompañado por Ibáñez, Basile y Kappel durante la charla con Página/12.
De buenas a primeras, desde el material el fin está logrado. Impresa en formato tabloide, que la aproxima aún más a lo que usualmente se busca en las contratapas de los diarios y, desde hace unos años, en el soporte virtual que ofrecen los blogs 2.0, la publicación es de fácil agasajo. Y la variedad es la nota sobresaliente: Alcatena –que aquí es su propio guionista– les da vida a “Dugong y Manatí”, un par de lobos marinos que caminan en pantalones; Fernández e Ibáñez reformulan la tradición de Oesterheld con “Nahuel Puma”, un joven que aparece en una Buenos Aires desolada; Valdearena y Greco se alejan de la juvenil “4 segundos” en pos de una historia más ATP: “Alienígena”, que antes de llegar al papel había recalado en el sitio web de sus creadores; “Nacho Paparazzo”, de Nápoli y Basile, retrata la cotidianidad de un reportero gráfico que se las da de banana; y “El exhumador”, de Curci y Fernando Centurión, relata en episodios el quehacer de un empleado de cementerio que tiene el poder de revivir a los fiambres por un rato. Incluso, el segundo número de Comic.ar (re)introduce a Mikilo, personaje cuasi mitológico creado por Rafael Curci, Coggiola y Basile hacia fines de los ’90.
En cuanto al humor, la oferta no es menos abundante. “Tamaño familiar”, de Kappel, condensa la acidez de Quino y la frescura de Sendra; y “Humor diario”, con guión de Claudio e ilustraciones de Elmer, repite la fórmula desde la perspectiva del vendedor de un puesto de diarios y revistas. También hay chistes de variadas temáticas (en el último ejemplar, centrados en “La gripe porcina”, en una tipografía que produce escalofríos) a cargo de Löwy, Ibáñez, Herni y Maicas. “Es muy importante que una publicación retome el humor gráfico, porque desde que cerró Ediciones De La Urraca en el ’99 y dejaron de salir Humor y SexHumor, no volvieron a surgir publicaciones de ese tipo. Hubo algunos intentos, pero duraron poco”, se lamenta Kappel. La cereza de Comic.ar la pone Andrés Valenzuela, periodista de Página/12 y creador de “Cuadritos” (www.avcomics.wordpress.com), con “El ojo de la historieta”, sección dedicada a entrevistas y novedades del mundo de las viñetas.
Es que la línea editorial de la revista permite que haya casi de todo, en cuanto se refiera a historietas, claro. Coggiola comparte la receta: “Buenos personajes, planteos e historias. Salir del planteo fácil de la historia archiconocida de un tipo que vuela con una capa azul, en lugar de roja. Salir de los esquemas y generar algo nuevo que la gente sienta como propio”. Y como la oferta en los kioscos está limitada a un puñado de publicaciones independientes, a los muchachos les basta con distanciarse de la Fierro: “Una y otra revista no compiten, más bien se complementan”, analiza Basile. E Ibáñez lo secunda: “Lo de Fierro es más experimental y el que recibe la revista está dispuesto a eso. A medida que esto siga, aquél que vaya en busca de Comic.ar va a encontrar la continuidad de una historia que ya leyó, una historia entretenida y que se lee fácilmente, pero no una propuesta artística desde lo visual”. De hecho, coinciden en que “sería muy raro que alguno de nosotros participe en la Fierro o alguno de los que dibujan o hacen guiones en esa revista participe en Comic.ar. Son dos cosas distintas”.
–¿Por qué creen que desde los ’80 no hubo grandes editoriales que apostaran a proyectos de historietas, como lo había hecho Columba y Ediciones Record, que publicaba la revista Skorpio?
Sergio Ibáñez: –Columba era una editorial que en 1978 llegó a vender un millón de ejemplares por mes, de todos los títulos que tenía. Eso generaba un hábito en mucha gente, de ir a buscar historietas. Cuando Columba desapareció, la gente que no la encontró en los kioscos no fue más.
Marcelo Basile: –Quedó un vacío muy importante. Se dieron un montón de intentos que no pasaron los tres números, porque eran iniciativas sin resto, editoriales que cayeron porque no se supieron manejar. En el mercado italiano, la editorial más grande tiene 70 años y tiene personajes que salen desde 1940 y que venden cientos de miles de ejemplares.
Tomás Coggiola: –Además, en Argentina la economía fue crucial. Durante la convertibilidad, traer un Superman extranjero te salía más barato que producirlo acá. En ese entonces, editábamos Mikilo y competíamos palmo a palmo con una historieta yanqui hecha a todo trapo. Hoy por lo menos existe competencia en el precio (Comic.ar se vende a $ 4,90), porque traer una historieta de afuera sale más caro. Lo que no entiendo es por qué nadie tomó la posta para reinventar la historieta. Hay un mercado potencial, una cantidad de lectores que buscan comics. Para subsanar esa merma, los entrevistados ofrecen, además de su propuesta, una observación esperanzadora: ahora los que se multiplican de forma diametralmente opuesta a la oferta editorial son los dibujantes –no tanto los guionistas–.
Si bien el formato de Comic.ar nació junto con la idea primigenia, el director cuenta que no fue así con el slogan. “El año pasado homenajearon a Mikilo como uno de los personajes seguidores del legado de Oesterheld. Fue una muestra que realizó el Banco Provincia. Uno de los que estuvieron a cargo fue el actor Rubén Stella. Cuando lo vi, fui a presentarle el proyecto y lo primero que me dijo es que no lo llame ‘comic’ sino ‘historieta’”, reseña Tomás. “¡Tuve que esconder la revista, porque la marca es Comic.ar! Me quedé mirándolo y pensando: ¡qué cagada!”, ríe ahora. De allí que añadieran “El periódico de historietas” debajo del título de la tapa, “jugando con que tiene ese formato y con la intención de incorporar la palabra ‘historieta’ porque, es cierto, el término ‘comic’ es foráneo”, concede aún risueño. “Pasa que los que trabajamos en esto hace años nos habituamos a decirle así”, contempla Basile.
Con la segunda tirada de la revista en la calle y apostando a la constancia y la difusión, los historietistas no pierden la confianza para cautivar a un público creciente. “Queremos lograr que se apasionen con la historieta, que era lo que nos pasaba antes. Yo leía Nippur de Lagash y me quedaba esperando el siguiente número. Lo mismo, si leía Mafalda. Creo que eso es lo que tienen las buenas historias”, sella Coggiola y le extiende unos ejemplares de la publicación al cronista. Entonces, cesan las preguntas. Sólo se escucha el pasar de las hojas. Y las risas.
Entrevista: Facundo Gari.
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