HISTORIETA › DIEGO PARES, DAMIAN SCALERANDI Y GASTON SOUTO, CREADORES DE “CHAPITAS DE FIERRO”
La edición de Fierro que saldrá mañana con Página/12 traerá la última entrega de las figuritas que repasan la historia de este arte en la Argentina. La revista celebrará el éxito de la colección con la aparición de su blog oficial.
› Por Lautaro Ortiz
Bajo el nombre de “Chapitas de Fierro”, la revista Fierro, dirigida por Juan Sasturain, lanzó en marzo de este año el primer gran álbum de figuritas de la historieta nacional que propone un recorrido gráfico sobre la historia de este arte. El recorrido abarca desde comienzos del siglo XIX hasta los años ’80, y está trazado a través de los rostros de los principales guionistas, publicaciones, dibujantes, humoristas gráficos y editores. En la edición que aparecerá mañana con Página/12, Fierro ofrecerá a los lectores la última entrega de las figuritas (más de 30) con las que se podrá completar el álbum, finalizando así una de las apuestas más fuertes que hizo la publicación desde su aparición, hace casi cuatro años. Para celebrar el éxito (“Chapitas de Fierro” es buscado por coleccionistas extranjeros), los creadores de esta suerte de DNI de la historieta argentina filmaron un corto de 10 minutos de duración junto a la productora de cine Farsa Producciones, que podrá verse desde hoy en el nuevo blog de la revista (ver aparte). El responsable, diseñador y organizador del proyecto fue el dibujante y humorista gráfico Diego Parés (próximamente galardonado con el premio a la trayectoria que otorga el Museo de la Caricatura Severo Va-ccaro), quien en un alto de la grabación se sentó acompañado de Damián Scalerandi y Gastón Souto, corresponsables del proyecto.
–¿Cuál fue el criterio elegido para seleccionar a los más de cien creadores que componen el álbum?
Diego Parés: –Gran parte de la selección corresponde a una lógica, diría natural, porque los tipos claves de la historieta están. Sin embargo, hay otra parte en la que se nos hizo difícil la elección. Traté de tener en cuenta como primer paso la obra que dejaron. Por ejemplo: Alberto Cognini, además de ser un gran dibujante, hizo Hortensia, la revista de humor más longeva, exceptuando la Humor, en los ’70 y ’80. Cognini hizo eso, tiene peso propio y por eso está en el álbum. También ahí está Carlos Casalla, porque no hay lector de historieta que no conozca a su personaje el Cabo Savino; podés no conocer a Casalla, pero “El Cabo Savino” se quedó en la cultura nacional. Otro caso: el cuestionado Scutti, que hizo Skorpio, sin duda tenía que estar. Y no hay discusión sobre la presencia de Bróccoli, el creador de “El Mago Fafá” y “Juan y el preguntón”. Son los tipos que pusieron un pie en la historieta y su huella quedó indeleble. Luego vino la etapa de investigación, donde uno descubrió autores importantes pero no tan recordados.
Damián Scalerandi: –Así es, por eso rescato de ese trabajo la posibilidad que me dio de conocer a autores que desconocía, sobre todo a los primeros historietistas, increíbles dibujantes que sentaron las bases de lo que sería la historieta más tarde. Ahí están Fossat, Lanteri y Manuel Redondo. Este último fue quien popularizó a “Don Goyo de Sarrasqueta”, que algunos consideran el primer personaje de la historieta argentina. Y en este descubrir no quiero dejar de rescatar a Fernández y Branca y, sobre todo, a Martha Barnes, que fue una de las pioneras femeninas. Por todo eso creo que este álbum va a quedar como un documento, una guía sobre una parte de la historia de la historieta local.
–El álbum, publicado en la edición 41, es por sí sólo un ejemplo de diseño y el eje fundamental de todo este trabajo: si algo fallaba allí, después no había margen para solucionarlo...
D. P.: –Y sí, lo del álbum fue a prueba y error. Se armó sobre la marcha, porque es difícil pensar un concepto sin verlo en el papel. La idea original era hacer un álbum como los que uno vio de pibe, luego surgió la yuxtaposición de imágenes, textos e información y, entonces, me di cuenta de que por sí solo podíamos darle al lector un álbum sin figuritas que se sostuviera como una obra propia. Tan bien salió que muchos no se atreven a pegarlas...
–¿Cómo hicieron para reunir el material fotográfico de autores casi desconocidos por la mayoría de los lectores?
D. P.: –Ese fue el corazón del trabajo. Antes de definir los personajes busqué todas las fotos de las que disponía, en revistas, libros, catálogos e Internet, y finalmente pedimos fotos a gente del ambiente y a familiares. Casi al final, nos dimos cuenta de que no hay fotografías del dibujante Vidal Dávila, el gran dibujante de “Ocalito y Tumbita”. Una preocupación grande, que no siempre pudimos mantener, fue dibujar a los autores en su esplendor, en su imagen más reconocible: el Quino de los ’80, el Roume ya grande, etcétera.
Gastón Souto: –Cuando conseguíamos buenas fotografías teníamos gran parte del trabajo terminado, sólo había que preocuparse por una búsqueda estética. Pero en la mayoría de los casos fue un proceso de reconstrucción, ya que a veces partíamos de una caricatura del artista porque no había registro fotográfico. De todos modos, una fotografía, aunque sea de buena calidad, a veces no refleja el parecido de una persona. En estos casos hubo que componer un retrato tomando varias fotos, utilizando el recuerdo visual, y marcar un poco el carácter psicológico de cada artista, para que el espectador pudiera decodificar la verdadera esencia.
–¿Qué tipo de directivas se dieron para organizar un trabajo que duró seis meses?
D. P.: –Nosotros tres laburamos hace años y tenemos aprecio por estéticas similares. Yo fui el encargado de diseñar cada figurita y ellos hicieron los retratos sin fondo. La idea era respetar los estilos de cada uno pero dentro de una mirada realista. Mi tarea –tengo que decirlo– fue ingrata. Primero tuve que seleccionar quiénes iban a estar en el álbum y quiénes no, y después definir quién de nosotros dibujaría a cada cual. Si Souto hacía a Bre-ccia, Scalerandi no podía hacer menos que a Oesterheld. En algunos casos intenté que además existiera simpatía del dibujante por el dibujado. Traté de ser lo más justo posible, excepto, y eso es lo lindo de este laburo, cuando se acercaba el cierre y las papas quemaban y había que hacer las cosas “a como diera lugar”, sin contemplaciones de ningún tipo, ni éticas, ni estéticas, ni nada. Es ese momento en que lo primero es el movimiento y lo último los hombres.
–¿Qué técnicas utilizaron?
G. S.: –En mi caso probé varias técnicas que fui cambiando a medida que salían publicadas las figuritas, fui aprendiendo del acierto y del error. Comencé con témpera, acuarela, y las últimas figus las hice digitales por una cuestión de practicidad.
D. S.: –La fotografía como modelo simplificó en gran medida el trabajo, ya estaban resueltos de antemano la luz, la sombra y los colores. Pero al buscar la mayor fidelidad a la foto fue complejo encontrar una imagen personal. Salvo dos o tres que pinté digitalmente, el resto fue a mano. Utilicé témpera sobre papel, hice algunas a color, pero la mayoría en blanco y negro, en un tamaño de 10 centímetros para no excederme en detalles que se iban a perder en una impresión tan pequeña.
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