Jueves, 30 de septiembre de 2010 | Hoy
HISTORIETA › IGNACIO MINAVERRY Y SU MUESTRA DENTRO DEL FESTIVAL VIñETAS SUELTAS
Esa es una de las razones que lo llevaron a dar vida a Dora, su personaje-espía en la Buenos Aires de los ’60. Hoy se podrá ver su trabajo en Documento(s): dimensiones de lo real en la historieta.
Por Facundo Gari
Entre sus “Diez estrategias de manipulación mediática”, Noam Chomsky ubica la de “dirigirse al público como si fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental” y se refiere a la capacidad ecléctica de la publicidad para “adoptar un tono infantilizante”. Ignacio Minaverry, historietista de Flores que desde hoy y hasta el 22 de octubre expondrá junto a Azul Blaseotto, Miguel Det (Perú), Pat Masioni/Eyoum Ngangué (España), Luis Rosell (Perú) y Andreas Siekmann (Alemania) en la muestra Documento(s): dimensiones de lo real en la historieta –en el flamante espacio cultural La Dársena, Mario Bravo 298, y en el marco del octavo día del Festival Internacional Viñetas Sueltas– recogió de su breve experiencia como aprendiz del rubro destinado a fomentar actos de consumo la misma reflexión: “Para ser publicitario hay que asumir que las personas son estúpidas”, zanja. “Una publicidad tiene que ser fácil como leer la revista Viva, pensada para una persona que lee pero que no tiene ganas de hacerlo, sólo de enterarse de la vida de José Saramago sin esforzarse mucho, entre notas de Beatriz Sarlo y Valeria Ma-zza”, amplía el creador de la saga de Dora, espía circunstancial que arriba a la Buenos Aires circa ’60 con la intención de cazar nazis.
El palito a la publicación de Clarín no es gratuito. La charla es un día antes de la multitudinaria marcha a Tribunales a favor de la ley de medios y el dibujante se perfila sin titubeos como kirchnerista y peronista. Cuenta que “cuando fue lo de la 125” se identificó con el gobierno de Cristina Fernández porque no había manera de que se pusiera “del lado de la Sociedad Rural” y que su afinidad con la ideología cuya máxima figura es Juan Domingo Perón llegó cuando siguió los pasos que rigen su profesión: para 2004, cuando ideó la historia de Ratline, Minaverry ya había realizado un trabajo sobre la Segunda Guerra y desde esa práctica fue suyo el “placer” por investigar detalles de época, en forma y contenido. “Empecé fijándome en cómo eran los aviones y la vestimenta, y ahí me picó el bicho. Me empezó a gustar la cosa detectivesca, investigar para dibujar. Aunque aún invento un montón, se me hace más fácil con información”, explica. Y justifica los gestos políticos en su historieta: “No quería hacer un libro de Uki Goñi con dibujos. Lo de los nazis que vinieron, que había una red de dependencias del gobierno para traer a los nazis, se sabe. Una conclusión errónea de eso es pensar que Perón era nazi. El peronismo no podía no aparecer en la Argentina de esa época”.
Sus pesquisas para construir y escenificar las aventuras de Dora no se quedaron sólo en la indagación de libros y otros documentos. “Cuando empecé no tenía computadora con Internet. Y no tenía plata para comprarme los libros de fotos, que por lo general son muy caros. Entonces me iba con un block chiquito a una de esas librerías de ahora que tienen lugares para sentarse y me ponía a copiar. De algunas me echaron”, sonríe relajado. Su obsesión por la arquitectura, asignatura con la que alguna vez coqueteó, lo llevó también a recorrer ciudades del interior bonaerense con una cámara para retratar palacios municipales, cementerios y mataderos que servirían para la fachada de la inexistente ciudad de Vivar. Su esmero no es un dato menor si se atiende a que sus seguidores suelen destacar en blogs y otros foros el detalle con que contextualiza la acción. Minaverry lo explica: “La mía es una historieta realista, tengo que saber cómo son los autos y las ropas, cuestión que también se aplica a la historia. Si quiero hacer una sobre los gitanos, tengo que saber sus costumbres. Después sanateo, pero quedo cubierto por la documentación”.
Ropas, marquesinas, tanques de agua, monoblocks, autos y expedientes militares aparecen en blanco y negro con la verosimilitud con que lo hacen en el comic real que es la vida, y hasta las publicidades tienen anclaje en etiquetas y carteles que alguna vez engatusaron los ojos de un consumidor en éxtasis, como es posible comprobarlo googleo mediante. Salvo con Pepita, una bebida que sus personajes consumen a menudo. ¿Será una relectura de la gaseosa norteamericana Dr. Pepper? “No”, pisotea el discípulo de Luis Scafati. “Tengo unos libros viejos de publicidad con fotos de productos, y Pepita es una bebida de Suiza –creo– que me cayó simpática porque tiene un guacamayo en la etiqueta.”
–¿Por qué le interesó crear un personaje mujer y espía?
–Siempre es más entretenido dibujar chicas que varones. Además, soy medio feminista. La historieta argentina es muy misógina. Me fijo en la mayoría de las historias y veo mucho que el punto de vista es el del hombre. Si al hombre lo deja la mina es la cosa tanguera: es una bataclana. Hay excepciones, claro, y la verdad que últimamente no estoy leyendo historietas. Leo lo que sale en Fierro (que publica las andanzas de Dora desde fines de 2007), porque las historietas importadas son caras y tampoco hay tantos historietistas nuevos que me gusten. Quería hacer una historia de espías, aunque terminó siendo media paródica, está de una manera burlona. Dora iba a ser una espía, pero terminó siendo una chica normal. Y ahora va a seguir con el asunto pero con un cauce más judicial.
Respecto de la muestra, en la que participará con planchas de Dora y láminas explicativas de los orígenes de sus personajes y paisajes, Minaverry admite que no se planta como “historietista documental”. “Es mi manera de hacer. Si quisiera hacer una historia que transcurriese en 2016 en la Nebulosa de Andrómeda, igual le metería algunas cosas existentes.” Y en seguida arremete que para él es más arduo inventar. “Si creo un coche, que es lo más difícil de dibujar, no me queda bien. Lo veo y no tiene sentido. Eso decía Hergé, el autor de Tintín. No recuerdo en qué historieta cae un meteorito y van con barcos a buscarlo. El tipo decía que si el barco que había dibujado en la primera versión existiera en la realidad, no se mantendría a flote.”
Con blog personal recientemente inaugurado (La Furia Monobloquera), en el que pone orden a sus “dibujos desperdigados” (y cita la historieta realizada con Lucas Nine que “salió publicada en una revista ajena al palo”); otro sobre viviendas sociales que se encuentra cerrado y en construcción, y un tercero (Grupo Estafilococo) que realiza junto a César Piraferri, “único amigo no dibujante”, y en el que se detallan las actividades de “un grupo económico recontraconcentrado que llega incluso a comprar el universo y les cambia el nombre a las constelaciones”, Minaverry no parece un tipo que se niegue al contacto, particularmente al periodístico. “Eso es una fama que me hicieron porque rechacé una entrevista”, afirma. “Además, al principio me gustaba que nadie me conociera. Había gente que pensaba que era una mujer. Y a mí me gustaba. En una cena con dibujantes, había un pibe al lado mío que le decía a otro: ‘Minaverry es una mina’. ‘No, es el que está sentado al lado tuyo.’ ‘Uh, perdón’”, recuerda. Es que siempre es más entretenido dibujar chicas.
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