Viernes, 21 de enero de 2011 | Hoy
HISTORIETA
Esta es una de las mejores historietas norteamericanas de los últimos años. En este primer volumen (de seis), el dibujante canadiense cuenta cómo Scott Pilgrim debe enfrentarse a los ex novios malvados de la chica de sus sueños. Parte del esquema narrativo de los videojuegos, pero lo cruza con la estética del manga y de la historieta indie de la cual surge. Todos estos elementos, sin embargo, son más que meros adornos: son parte integral del argumento y contribuyen a su potencia. La edición, pensada específicamente para la Argentina e impresa en el país tiene un defecto notable, que es la traducción. El sello mantuvo el doblaje español y puede ser molesta de leer el habla juvenil con esos modismos.
Esta serie está inspirada en el programa de animación homónimo que se transmite por cable y TV abierta, al que tributa bastante desde el estilo de dibujo. Se trata de una miniserie de aventuras sin más pretensiones que la de entretener al lector infantil y juvenil o a los fanáticos de la saga. Los personajes centrales de la última trilogía deben rescatar a un pueblo esclavizado y el guionista aprovecha para traer a escena elementos centrales de la saga originaria. Así, aquí los villanos tienen algo más de cuerpo y muestran alguna motivación más allá del simple “somos malos y nos gusta serlo”. Gráficamente no es espectacular, pero Hepburn narra bien y las páginas se leen con mucha fluidez.
Osvaldo Viola (Oswal) serializó Sónoman en la revista Anteojito entre 1966 y 1975. Por originalidad, desa-rrollo y calidad, inmediatamente se transformó en un clásico e incluso llegó a inspirarle una canción a Gustavo Cerati. Presentaba un superhéroe capaz de manipular el sonido con su poder “músico-mental”. El libro recopila el origen del personaje y sus primeras aventuras. El autor despliega un montón de elementos de gran modernidad, además de resolver escenas y cuestiones difíciles con enorme solvencia. Aquí destacan la representación del sonido y la creación de una buena galería de personajes secundarios, que motorizan la historia tanto o más que el propio protagonista.
He aquí una interesante mezcla de anécdota infantil, retrato de preadolescencia, cuento de terror e historia fantástica. El autor trabaja con un juego doble de miradas que entremezcla la perspectiva juvenil con la narración de un adulto que ya guarda esos hechos en su memoria, lo cual dota al relato de ciertas cualidades oníricas. Esto lo trabaja disociando parcialmente los cuadros de texto que supuestamente guían la historia con las imágenes que la conforman. En pocas páginas, Bordón crea todo un mundo juvenil que gira en torno de una casa abandonada. Por su gran formato (34 x 24 centímetros), el libro invita a una lectura distinta, más atenta, también desde la edición.
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