HISTORIETA › MAMA PIERRI, DE SERGIO LANGER, EDITADO POR GRANICA
El notable personaje que aparece en la revista Barcelona es un exponente de la cultura country homofóbica, antisemita, xenófoba, hitleriana y franquista. Y aunque la historieta es humorística, no es de fácil lectura por lo extremo de la caricatura.
› Por Andrés Valenzuela
Uno no se sentaría a la mesa de Mamá Pierri. Esa gorda con peinado pasado de moda es homofóbica, antisemita, xenófoba, hitleriana y franquista, una exponente de la cultura country y del hipócrita desprecio por el otro. Y también es uno de los personajes de historieta más excepcionales de los últimos tiempos. Porque con ese rejunte de violencias, Sergio Langer señala lo peor de un grupo social recalcitrante que se niega a reconocer los derechos ajenos y a ejercer un mínimo de tolerancia hacia sus congéneres. Por su estilo de dibujo grotesco y sin tapujos, Langer es de esos autores que los lectores aman u odian, casi sin términos medios. Sus trabajos son revulsivos y no hacen ninguna concesión ni a los personajes ni al mismo lector. Más bien exponen lo peor del Universo con rabia impúdica, como estrujándole sus propias inmundicias a la sociedad frente a sus ojos y narices. No sorprende, entonces, que Mamá Pierri se publique en la revista Barcelona. Allí, Langer encontró el espacio ideal para soltar a esa sabuesa de la ultraderecha y exponer sus desmanes, que van desde organizar a las fuerzas de “Cristo Rey” y las del Opus Dei para atacar a las Abuelas de Plaza de Mayo hasta la compra de un jardín de infantes para convertirlo en un centro de distribución de vegetales y taller textil clandestino.
Suena obvio decirlo, pero bien vale aclararlo: cuidado, que sea una historieta humorística no convierte al libro en una cosa de fácil lectura, ni siquiera considerando que el autor expone brutalmente a la protagonista y su entorno. Quizás es justamente eso lo que hace tan trabajoso pasar las páginas del libro recopilatorio editado por Granica: son muy intensas y están cargadas de detalles a los que es mejor prestarles atención. Como todo personaje tan extremo, Pierri es ante todo una caricatura. Allí, lo que es un retrato tenebroso abre la puerta a la risa. Una imagen grotesca que –talento de Langer mediante– hace reír, pero que también recuerda que la vigencia de odios y desprecios en la sociedad, que esperan agazapados para dar un porcentaje de sus votos a quien chille que hay “banderas subversivas” en los actos oficiales y quien reclame “olvidar el pasado”. No sorprende, desde luego, que la protagonista rechace la educación sexual en las escuelas, las organizaciones sociales, el derecho al aborto, que lea la revista Cabildo, que quiera a su hijo “macho, cristiano y argentino”, ni que vaya mucho más allá que el falso ingeniero Blumberg en su reclamo por “seguridad”.
Nahuel, el hijo de Pierri, también es un personaje extremo, pero por oposición a su madre. Gay y progre, el joven puebla la casa materna de amigos judíos e inmigrantes. De allí salen los principales contrapuntos y exabruptos de la serie, que no se guarda nada. La progenitora suele culminar las páginas “corrigiendo” brutalmente los “desvíos” de su hijo, torturándolo y con una amplia gama de violaciones de todo tipo que suele contar con la anuencia de obispos y “santidades” de tinta.
El personaje no sólo es grotesco en su concepto sino también en su hechura gráfica. Langer recurre a líneas gruesas e irregulares, que se aprietan rabiosamente. En este sentido, la mayoría de las viñetas parece desbordada, como si el texto y los dibujos estuviesen a punto de estallar en una explosión de fluidos corporales y odio. De modo que no: uno no se sentaría a la mesa de Mamá Pierri (probablemente ella tampoco lo aceptaría), pero bien vale la pena tenerla en la biblioteca.
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