HISTORIETA › BEYA, PERTURBADORA OBRA DE IÑAKI ECHEVERRIA Y GABRIELA CABEZON CAMARA
La primera incursión del sello Eterna Cadencia en el mundo historietístico se produce a través de una historia que impacta y hasta incomoda, pero que está resuelta de tal manera que nunca llega a traspasar la frontera de lo intolerable o lo demasiado chocante.
› Por Andrés Valenzuela
“Querés partir y olvidarte, / dejar atrás la mazorca / y tu esfínter hecho un volado”: esos versos son parte del primer texto con el que se encuentra el lector en Beya, la adaptación a historieta que Iñaki Echeverría y Gabriela Cabezón Cámara hicieron a partir de la novela de esta última Le viste la cara a Dios. El resultado llama la atención por lo historietístico, pero también por algunas cuestiones que señala en el campo editorial y en el universo de la nueva literatura argentina.
Beya cuenta la historia del secuestro de una jovencita de clase media, sometida y obligada a prostituirse, que finalmente “le ve la cara a Dios” y queda atrapada en un trance místico que la ayuda a sobrellevar los golpes, el cautiverio, la cocaína esnifada a la fuerza y las violaciones repetidas. Es cualquier cosa menos una historia liviana y la adaptación se encarga de resaltar ese hecho: cuando no lo dice en los textos lo muestra en los dibujos de Echeverría, pero con el mérito de no hacerlo a la vez ni de forma redundante. En Beya texto y dibujo siguen derroteros cuidadosamente paralelos y casi siempre desenganchados, igual que la psiquis maltrecha de la protagonista que pena sus días en un puticlub de Lanús.
Desde lo gráfico, Iñaki retoma el trazo que exploró en Muffins, aunque con menos estilización y ajustando las proporciones de los personajes a parámetros más convencionales. En cambio, sí se permite jugar y volar con la composición de página, desarmando la lógica habitual de las viñetas, dispersándolas por la página y dejando recurrentes espacios en blanco, que cumplen la doble función de marcar un ritmo distinto a la narración y de representar el martirio de la esclavitud sexual, que empuja a la “Beya durmiente” a fingir inconsciencia, a perderla o a desdoblarse mentalmente para tolerar el “ablande” al que la someten sus captores, los protectores de sus proxenetas (un juez, un comisario) y decenas de clientes sin nombre.
Echeverría intercala estas secuencias con ilustraciones a página completa que entremezclan alusiones a la iconografía cristiana en la que se refugia la protagonista. En dos momentos el dibujante se permite recurrir a una narrativa más canónica y es en el primer y el último capítulo. En el primero se muestra el secuestro de Beya sin una sola palabra. En el último, se narra el de-senlace de la historia y el fluir de la acción y de los escenarios amerita también ese cambio de enfoque para mantener al lector centrado en lo que sucede. El texto, en tanto, construye un relato hipnótico a partir de una cadencia rítmica que se repite y que con el correr de las páginas gana la fuerza de un texto religioso. Una suerte de fuerza catequista alucinada en verso a la que se le coló mucho conurbano.
Además del hecho historietístico en sí mismo, Beya supone una novedad interesante en el campo editorial, pues consiste en la primera incursión del prestigioso sello Eterna Cadencia en el mundo de la historieta. No es la primera editorial de “fuera” del mundillo en poner algunas fichitas en las viñetas (Norma, Random House Mondadori, V&R Editoras y otras hacen o hicieron ya sus respectivas apuestas), pero sí es la primera de su tipo en hacerlo, lo cual marca también el interés que genera la disciplina en el sector.
Un último dato sobre el libro oficia a modo de curiosidad: ambos autores lo dedican en conjunto a “Iñaki y los amigos de Stella”, una suerte de grupo informal integrado por el propio Echeverría y varios autores jóvenes (entre ellos el ascendente novelista Leo Oyola) que exploran los límites entre la historieta y la literatura. Algunos de los trabajos del grupo, originales y adaptaciones, se han ido filtrando en otros medios. Habrá que ver, con el correr de los años, cuánto llega del campo de las letras al de los cuadritos y cuánto absorbe la nueva literatura del mundo de la narrativa en imágenes. Mientras tanto, puede disfrutarse de la perturbadora historia de Beya.
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