Vie 10.01.2014
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HISTORIETA  › SHOTARO VA A LA GUERRA, EN LA FIERRO QUE SALE MAÑANA

El retorno de un guerrero

La revista recupera un clásico de Fayó, que apareció inicialmente en la Fierro de los ’80 y se expandió a novela gráfica en 1991. Pero aquel libro se agotó y nunca fue reeditado, por lo cual el personaje quedó más como mito que como realidad.

› Por Andrés Valenzuela

A Fayó se le ocurrió Shotaro como personaje tras leer una nota sobre manga en una revista española.

Hay obras que se convierten en módicas leyendas. Páginas de las que muchos hablan, pero muchos menos leyeron y cuyas bondades se ensalzan aquí y allá, cimentadas por el tiempo, la opinión respetada de algunos (críticos, colegas del autor, contemporáneos) y el misterio de su ausencia: no hay modo de argumentar contra algo que no se vio. El número de la revista Fierro que llega mañana a los kioscos junto con Página/12 incluye justamente una de esas leyendas: el mítico Shotaro va a la guerra, de Pablo Fayó, para que degusten quienes no pudieron acceder al libro en su momento, ya fuera por stock, por distribución o por edad. Al cabo, y como reconoce el mismo Fayó, más de un lector de la revista no había nacido en 1991, cuando esa novelita gráfica vio su primera publicación dentro de la colección El Ratón Sudaca (coordinada por Daniel Pancu) de la editorial Historietas Argentinas, de Javier Doeyo.

Shotaro había aparecido originalmente en la primera edición de la Fierro, la de los ’80, en un puñado de capítulos de una o dos páginas. Un encargo del editor había impulsado al autor a pensar una historia más larga. Eran 44 páginas con grilla casi invariable de seis viñetas, aunque para la ocasión se diagramaron otra vez. Mañana el lector leerá la historia en una grilla de doce: a razón de dos páginas originales por cada una actual, sin perder por ello legibilidad. “De todas las historietas publicadas, ésta es la más larga que hice”, reflexiona Fayó. “Es muy lindo hacer historietas más largas porque esto es como mencionaba (Julio) Cortázar sobre la diferencia entre escribir una novela o un cuento.” Si el cuento exige precisión, justeza, un desarrollo rápido y un remate pronto, la novela permite un devenir más pausado e ir viendo para dónde marcha el relato.

“Lo que tienen las historietas más largas, y en lo que quizá se emparientan un poco con la novela, es que te permiten aflojar un poco con la precisión y el recorte y ver por dónde la cosa te va llevando sola: tengo una idea, empiezo a desarrollarla y veo.” Esto le parece más entretenido como autor, incluso: “La voy descubriendo en la medida en que la voy haciendo y se disfruta más, casi como si uno fuera también espectador”. Shotaro va a la guerra tiene mucho de eso: se advierten pequeños capítulos tácitos en los cuales el mismo relato pide a gritos una idea delirante nueva y hacia allí se sumerge. En ese sentido, es deudora de los grandes maestros de la tira cómica norteamericana, también.

Esto mismo, considera el autor, se plasma en la hechura misma de sus trabajos. “Nunca me planteo qué estilo voy a usar, aunque después veo las historietas y noto que están dibujadas de forma distinta”, analiza. “Pero es porque van saliendo así, no hay un plan inicial, lo mismo que dibujás te va pidiendo que lo hagas de una forma u otra.” Se concede cierto espacio para la autocrítica: “Quizá tampoco manejo un repertorio de estilos tan grande como para trazar un plan previo”.

¿Pero quién es Shotaro? Para crear al dibujante y su sensei, Fayó se inspiró en un artículo de otra revista mítica: la Metal Hurlant, francesa, pero que tenía también su edición española. Allí leyó una nota dedicada a la historieta japonesa (manga), en una época en la que escaseaba la información sobre la disciplina nipona y los grandes nombres que hoy suenan en todos lados. “Por entonces no tenía para nada la difusión que tiene ahora –recuerda el argentino–, y el artículo mencionaba a Shotaro y Osamu Tezuka, y de allí surgió un chiste tonto sobre esos dos nombres”. El primero era el recordman de los plumines nipones, al punto de que recibió póstumamente el premio Guinness a la mayor cantidad de páginas publicadas: 128 mil. Tezuka, en tanto, es llamado manga-no-kamizama. Es decir: el dios del manga, y a casi 25 años de su muerte sigue siendo una figura central en la cultura japonesa.

“Los puse en la posición de maestro y alumno y después quedó, porque sucede que uno se encariña con los personajes y los sigue usando, olvidando ya completamente el chiste original”, recuerda. Y advierte: “Los personajes empiezan a andar por sí solos, uno sólo va acompañándolos”.

El regreso a la guerra de su personaje, asegura Fayó, lo pone “muy contento” y destaca la tarea como recuperador de Diego Parés (coordinador del suplemento Fierrito, de la revista) y la anuencia del jefe de redacción Lautaro Ortiz. “Es lo que hace que esta historieta pueda salir de nuevo, porque quizá muchos escucharon mencionar al librito, pero no tantos lo tuvieron o leyeron, porque tuvo una edición un poco accidentada”, memora. “A veces me da la sensación de que si no se hubiera hablado más de lo que se habría leído, que si no sería más un comentario que un librito.”

Por supuesto, Sho- taro va a la guerra no es lo único que incluye la Fierro de este mes. Salvador Sanz y Juan Carlos Quattordio siguen al pie del cañón con Angela della Morte y Argentina potencia, respectivamente (y ambas historias, verá el lector, “despegan” en estos capítulos), no falta el cuento de Pedro Lipcovich en su sección Muñecos grandes y, además, hay que celebrar la reincorporación de Ignacio Minavery al staff fierrero. El autor de Dora reaparece ahora con otro personaje femenino en Noelia en el país de los cosos, en un estilo bastante distinto al que tenía acostumbrado a los lectores. Esta vez con un trazo muchísimo más suelto y un entorno fantástico pero, a la vez, sumamente anclado en la realidad. Como la revista que lo cobija.

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