Lun 27.01.2014
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HISTORIETA  › HISTORIETA ENTREVISTA A EDUARDO MAZZITELLI Y QUIQUE ALCATENA

“Nunca tuvimos problemas, tiramos para el mismo lado”

El trabajo de la dupla es apreciado hoy gracias a la recopilación de distintas editoriales. En el último trimestre de 2013 se publicaron tres libros del equipo creativo (Shankar, Transmundo y Barlovento) y uno más individual de Alcatena (Dugong y Manatí).

› Por Andrés Valenzuela

“Un día Alfredo Scutti, editor de la Skorpio argentina, me muestra unos dibujos que Quique estaba haciendo para La fortaleza móvil, con Ricardo Barreiro”, rememora el guionista Eduardo Mazzitelli. Quique no es otro que Quique Alcatena y lo que narra el autor es el desafío que el editor le arrojó para motivarlo: “Necesito que escribas algo para este tipo, si te animás”. Era 1989 y en ese momento, aún sin una línea escrita ni una página bocetada, nació una de las duplas más longevas, talentosas y prolíficas de la historieta argentina. 25 años más tarde, en el bar El Coleccionista, un reducto que Alcatena defiende con devoción, la dupla cuenta que ya perdió la cuenta de cuántas series y unitarios crearon juntos. “Yo no podía entender cómo un tipo tenía ese despliegue imaginativo y encontré qué tipo de historieta quería escribir a partir del primer trabajo que hice con él, Pesadillas”, continúa Mazzitelli, “ese despliegue de fantasía de ellos para mí fue absolutamente inspirador”.

Esos primeros trabajos se publicaban tanto en la versión argentina de la revista Skorpio como en su homónima italiana. De hecho, gran parte del trabajo de la dupla se publicó en la península europea, cuando la crisis neoliberal dio por tierra con las publicaciones locales. Ahora, reverdecer editorial mediante, sus historias se reencuentran con los lectores argentinos gracias al trabajo de recopilación de distintas editoriales. Tanto que en el último trimestre de 2013 se publicaron tres libros del equipo creativo (Shankar, Transmundo y Barlovento) y uno más individual de Alcatena (Dugong y Manatí), que se suman a una saludable biblioteca que los últimos años ofrecieron a los amantes de la aventura bien contada y dibujada (ver recuadro).

La admiración es mutua. El dibujante, por ejemplo, cuenta que en más de una ocasión prefirió esperar un guión atrasado de Ma-zzitelli en lugar de lanzarse a cualquier otro que el editor de turno propusiera. “Nuestros encuentros siempre fueron muy fluidos, de entrada hubo química y nunca hubo un problema en cuanto al trabajo, tiramos para el mismo lado”, define Alcatena con sencillez. Esa química se sostenía en reuniones regulares cada viernes. Primero en el bar Ouro Preto y luego en cualquiera que estuviera cerca de las oficinas del editor. Hay tanto oficio, tanta conexión entre ambos, que resulta increíble oírlos contar su método de trabajo. Según explican, Alcatena propone un escenario, aporta algún dato o curiosidad y Mazzitelli arma una historia. Así de sencillo. “Mi preocupación siempre es que Quique pueda dibujar lo que tiene ganas, si él dibuja lo que quiere, listo: la serie ya está hecha”, señala con modestia el guionista, “porque la cosa es el dibujo de Quique, después hay una historia”.

–Pero a ver, por ejemplo, Transmundo, ¿cómo surgió?

E. M.: –Viene Quique un día, hace diez años, y me dice “quiero hacer un unitario –porque en esa época hacíamos unitarios para Italia nada más– que sea en un mundo todo cubierto de vías”. A mí jamás se me hubiera ocurrido pedirle semejante cosa. Ahora... si él se quiere meter a dibujar todo eso...

Q. A.: –¿Ves? Nosotros trabajamos así. Capaz a mí se me ocurre un mundo, pero luego lo que pasa en esa ambientación, esa atmósfera, el que pone la aventura es él.

E. M.: –Con Transmundo lo que pasó es que hicimos un unitario y luego otro, porque todavía tenía ganas de dibujar vías. Y luego se transformó en una serie. A mí me encantaba, siempre me llamó mucho la atención el tema de los trenes y algunos de los momentos más felices de mi vida los pasé mirando el paisaje por la ventanilla. Tan simple como eso.

Q. A.: –Mi papá trabajaba en los talleres de Escalada y me llevaba con él. Me encantaba todo. Ver los cambios de señales, los puentes, las locomotoras. Siempre me gustó mucho dibujar ese universo ferroviario.

Además de vías y paisajes imposibles, ambos tienen en común la construcción de un universo de referencias y temas recurrentes. La música, la literatura, las artes plásticas y la mitología aparecen una y otra vez en sus historias, lo mismo que la reflexión sobre el poder y sobre el hecho aventurero. En sus páginas se homenajea a Moby Dick, a los Beatles, a los escritores victorianos y los poetas ingleses, y a cantidad más. Una de sus obras, Travesía por el laberinto, la primera serie larga que construyeron, recientemente recopilada en Argentina (que además ganó su categoría en la primera edición de los Premios Banda Dibujada), se entrelaza con inteligencia en torno de ese universo cultural en común. Aunque ambos reconocen que Alcatena es el que se moviliza más por los Beatles, Mazzitelli rescata la poderosa imaginería visual de los chicos de Liverpool. “Quizá por la barrera del idioma o porque ya de por sí su música te llenaba, la gente pasaba por alto el universo imaginario riquísimo de sus letras.” Y de un modo u otro, los muchachos de flequillo se las arreglan para aparecer una y otra vez en las aventuras que propone la dupla.

“En general cuando elegimos un tema lo empezamos a conversar, y una de las series en las que hay más referencias a distintas culturas es Shankar”, considera Mazzitelli, porque cada una de las primeras historias transcurría en un lugar de Asia, aunque luego las peripecias se extendieron también a Europa. “El tiene más presentes las referencias culturales”, señala el guionista a su compañero, por encima de la taza vacía de café, “yo tengo que ir a buscarlas en el momento, porque leí mucho de pibe y ya no me entra nada más en la cabeza, hasta te diría que se me caen algunas cosas”. El responsable de las historias arriesga que quizá la memoria de su compinche se deba a su condición de profesor que “quizás hace que su cabeza funcione de una manera diferente, reteniendo más y mejor los datos”.

“Yo quizá le mando muchos mails diciéndole ‘mirá, encontré esto en Internet’, o una imagen, o cualquier cosa: un artículo, un dato, una creencia, una superstición, algo que él pueda meter dentro de la historia”, apunta Alcatena y devuelve la gentileza: “quizá sí es así como dice Eduardo, pero luego el que termina ajustando la historia es él, porque los datos pueden estar, pero hay que hacer algo con ellos. Ahí Eduardo hace cosas que me dejan sorprendido”.

–¿Así crearon Barlovento?

Q. A.: –Quisimos hacer una de piratas, una en el mar, supongo.

E. M.: –Creo que ésa vino después de Imperator (dedicada a los mitos grecorromanos), Quique, porque seguíamos con la literatura clásica. Y bueno, el mar. A lo largo de la historia las mejores leyendas tuvieron que ver con el mar. Y surgió la idea de hacer una aventura marina. Se dio y empezamos a meter todos los mitos. Si te fijás, hay otro tema recurrente en nosotros que es Moby Dick, pero nos quedaron muchos mitos afuera. Yo recuerdo que Quique, y eso probablemente haya estado en el origen de Barlovento, me hablaba de mitos como el del diablo del mar, que es ese sujeto tan extraño que viaja en un barril prendido fuego. Que además de ser algo muy visual, es algo muy fuerte como concepto que haya un diablo del mar. Eso fue como volver a la época en que leía los libros de aventuras y en la mitad del libro ya había abandonado la historia que estaba leyendo para pensar la mía propia. Daba para hacer una segunda parte.

*. A.: –Sí, pero luego apareció Piratas del Caribe y ya no tenía sentido. Ojo, una película buenísima, pero aunque la hubiéramos hecho antes, iba a parecer que nos estábamos colgando de ella.

El mar reaparece en Dugong y Manatí, aunque en este trabajo solista Alcatena recurre a un tono mucho más humorístico y el universo de alusiones es mucho más particular. Siguen estando Los Beatles, pero también los poetas beatniks y la influencia clarísima de la historieta norteamericana de superhéroes de la llamada “Edad de Plata”, de la que el dibujante se reconoce deudor. “Leo y releo cosas que me han gustado, pero también la estudio, cuando agarro una historieta veo todo, la historia y el dibujo, pero también la narración gráfica, cómo solucionaron una página, la formación de un dibujante es una tarea que no acaba nunca”, advierte Alcatena, que ya ayudó en sus primeros pasos a unas cuantas jóvenes promesas de la historieta argentina. Reconoce, sin embargo, que la historieta actual no lo moviliza tanto, aunque admite que pasa por una cuestión “de sintonía” y que “la cabeza de uno va por otro lado”. A eso, claro, hay que sumar el volumen de lectura de varias décadas pensando en viñetas y cierta sensación inevitable de déjà vu. “Aunque siempre aparece algo nuevo, fundamentalmente sigo descubriendo cosas en los viejos maestros, son inagotables y ves cosas que en su momento se te pasaron por alto.” Las mesas del mismo bar donde transcurren las entrevistas lo vieron intercambiar libros y revistas con sus colegas, ávidos de lecturas.

“Yo no leo mucha historieta, pero sí leí”, piensa Mazzitelli en voz alta. “Disfruté mucho toda la primera etapa de la Skorpio argentina, que me influyó mucho, como también me influyó toda la etapa de Robin (Wood) en (Editorial) Columba. En el momento en que decidí empezar a escribir historietas, me sirvió leerlas, porque aprendí a través de los otros guionistas cómo se resolvían o evitaban los problemas con los que me iba encontrando.” La cosa se complicó luego, cuando empezó a sentir que se quedaba con ideas ajenas. “No quería ni leer historieta, ni literatura, ni ver cine, ni televisión, ni la guía telefónica, ni nada, hasta que me di cuenta de que me estaba repitiendo. Leer de alguna manera te enriquece. Luego tu cabeza va influyendo en esa información, arma los caracteres de los personajes, pero casi no volví a leer historieta. Alguien tiene que venir y decirme ‘leé esto que está buenísimo’, sino cada vez leo menos. Está mal, hay que leer”, casi se reta a sí mismo, con una leve sonrisa.

El Parque Rivadavia (tuercen una mueca cuando ven las rejas) oficia de escenario para las fotos. Es día de semana y hay un sol criminal, pero varios puesteros aguantan. Cuando el obturador se dispara una última vez, Mazzitelli y Alcatena saludan y van hacia las bateas. Los espera un viejo conocido, unas historietas y, quién sabe, la próxima idea.

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